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Literatura

Doctor Mathias de Llera

Doctor Mathias de Llera

Mathias de Llera nacido en Corvilla, aldea de la villa de Luna, a principios del siglo XVII.

Estudió en la Universidad de Zaragoza, obteniendo los títulos de doctor en Medicina y en Filosofía.

Entró en el colegio de San Cosme y San Damián, de Zaragoza, el día 14 de junio de 1650. En octubre de 1652 era catedrático de Aforismos de la misma; después, de la Segunda de Curso, de la de Vísperas, y desde diciembre de 1696 de la de Prima, magisterio que ejerció durante veinticinco años, con gran aprovechamiento de sus discípulos, dada su sabiduría y la experiencia que poseía sobre la ciencia médica. Fue designado catedrático perpetuo de la Universidad de Zaragoza y ciudadano benemérito de la ciudad.

Escribió el libro titulado “Manus Médica Dextera Quinque Digitos Continens”. Obra que el mismo autor considera muy útil y necesaria a todos los cultivadores de la Medicina. Fue editada en Zaragoza, en la imprenta de Juan de Ibar, en el año 1666.

Aparece censurada por los doctores Bartolomé Sanaguja y Albácar, médico de Zaragoza, ministro de la Santa Inquisición, que fue alumno suyo; y alabada por los médicos zaragozanos Juan Bautista de Cariñena e Ypenza, Juan Francisco Ruiz de la Vega y Tomás Anglás, todos ellos discípulos suyos.

Está dedicada a los “Ínclitos mártires Cosme y Damián, los mejores discípulos de la Medicina de Esculapio y Apolo”. Consta de cinco partes, cuyos títulos son:

- Quorum primus diputationem in duos galeni libros de febrium differentiis.

- Secundus librum, de curandi ratione per sanguinis missionem.

- Tertius, controversias de purgatione supra gal, librum, quos, quibus, et quando.

- Quartus, tractatum de crisibus, et diebus decretorus, y

- Quintus, et ulti, consultandi rationem proponit, escutit, ac dirimit.

Es una gran obra de Medicina, cuya traducción y comentario completo sería muy interesante. Se halla en la biblioteca de la Excelentísima Diputación Provincial de Zaragoza.

Otro de los libros que le hizo famoso fue el titulado “De curandi ratione por sanguinis missioneni, tertius, controversiane de purgationes supra Galeno librum, quos quibus et cuando”. En él trata sobre las evacuaciones de la sangre y, a pesar de seguir el sistema y método de Galeno, se hallan reflexiones muy prácticas e importantes. Da a este medio terapéutico la mayor importancia y se extiende en consideraciones sobre sus indicaciones y forma en que debe practicarse.

Otra obra que le dio gran fama fue la titulada “Crisis y días críticos”, que toma como base el aforismo 36 de la sección cuarta de los de Hipócrates. En él se ocupa de la naturaleza, esencia, diferencias y causas de la crisis, tanto perfecta como imperfecta; del modo de discernir los síntomas que anuncian las buenas y malas; de sus diferencias para pronosticar con acierto, como también los requisitos indispensables que se han de presentar para anunciarlos.

Publicó también algunos trabajos sobre el modo de conocer las enfermedades; de qué género y especie son éstas, sus causas, síntomas y modo de ser; el órgano que padece y la manera como padece; si la enfermedad es aguda o crónica, si es benigna o maligna y si es leve o grave, dividiendo los periodos de ella en principio, aumento, estado, declinación e intervalo de convalecencia. No se olvida tampoco de llamar la atención sobre la cualidad que debe distinguir a las excreciones de las secreciones, ya críticas, ya sistemáticas.

Todas estas juiciosas reflexiones y otras muchas, dignas de ser estudiadas, aparecen en estos escritos, por cuyo medio asegura, y con razón, que puede llegar a formarse un diagnóstico lo más exacto posible y establecer un método racional y un pronóstico casi seguro.

Fue médico de cámara del rey Carlos II y con ejercicio del señor don Juan de Austria.

No es posible indicar la fecha de su defunción ni el sitio en que ésta se produjo.

 

 

Sinde la lía

Sinde la lía

La ministra de Cultura, Ángeles González Sinde dijo: El oficio de literato no es un eximente para los que con sus palabras, por muy hábilmente que estén ordenadas, ofenden, menosprecian, se saltan las reglas de la convivencia y pisan peligrosamente valores como la igualdad y la no discriminación. Sus palabras aludían al escritor Sánchez Dragó por literaturizar sus escarceos íntimos con unas “zorritas” de 13 años en Japón. Luego Leire Pajín intervino para darle soporte: “Ni la literatura ni ningún tipo de expresión artística puede justificar un comportamiento absolutamente inaceptable”. Estas recomendaciones suprimirían el 80% de la literatura universal. García Márquez, Miller, Genet, Rabelais, Nabokov… Sus libros darían trabajo a la policía de Farenheit 451. Céline fue un nazi declarado. Thomas Mann, un antisemita confeso. Sade, un libertino. Wilde, homosexual. Doyle, cocainómano. Rimbaud, de moral laxa. Bukowski, borracho. Cinco premios Nobel fueron alcohólicos: Lewis, O’Neill, Faulkner, Hemingway y Steinbeck. Otros escritores también alcanzaron la fama entre vapores etílicos: Fitzgerald, Tennessee Williams, Truman Capote, etc. Ninguno tuvo un comportamiento ejemplar, así que ellos y sus libros, a la hoguera. ¿Qué quedaría en las bibliotecas?

Y los derechos del creador

Y los derechos del creador

El nacimiento del derecho de autor puede datarse en 1710, con el Estatuto de la Reina Ana de Inglaterra. Durante trescientos años, los libros han sido, con leves variaciones, iguales. Pero las nuevas tecnologías han cambiado el panorama transformándolo en espectacularmente diferente y la piratería se ha sumado al cambio poniendo en peligro el derecho de los autores. Corrientes supuestamente progresistas defienden la engañosa idea del disfrute gratuito de la creación intelectual, de la cultura de masas, pero así se vulnera la ley y se crea confusión. Poner orden en este novedoso terreno no será tarea fácil.

Llega el ebook y los editores le tienen miedo. ¿Cómo afectará su implantación a la venta de libros tradicionales? El modelo de negocio ha cambiado, así que toca renovarse o morir. Urge una oferta variada y atractiva, con estándares de formato; que respete los derechos del lector ofreciendo, por ejemplo, copia privada o lectura en varios soportes; que garantice los derechos de los autores y favorezca la transformación de las librerías. Este maremágnum que tenemos ahora no favorece a nadie.

 

Con las manos en la mesa

Con las manos en la mesa

Juan Revenga Frauca, dietista-nutricionista y biólogo, ha escrito Con las manos en la mesa, un libro estupendo sobre comida. Con una amplia base de conocimientos científicos desenmascara los mitos y falsedades que circulan en torno a la nutrición y los alimentos, nos enseña qué y cómo comer, resuelve dudas sobre la eficacia de los regimenes y disipa empanadas mentales. Todo esto lo consigue exponiendo sus teorías de forma clara y divertida, aplicando más el sentido común que el razonamiento científico. El resultado es una obra instructiva que se lee con interés y deleite.

Se empieza desterrando una expresión que no se ajusta a la realidad; “Los alimentos no engordan”. Quienes engordamos somos las personas, si la ingesta de calorías que tomamos es superior a la energía que consumimos.

El aceite de oliva no es el mejor que podemos emplear, pese a las bondades que nos ponderan las empresas olivareras. El aceite de colza aporta más vitamina E y omega3 y tiene menor cantidad de grasas saturadas, pero en España quedó proscrito de nuestra dieta tras el síndrome del aceite tóxico (aceite de colza adulterado).

El colesterol no es tan malo como lo pintan. De hecho, nuestro organismo lo necesita y lo fabrica para calcificar los huesos y producir determinadas hormonas sexuales y la bilis. El problema del colesterol es tener más del que se requiere.

Pese a que en la década de los 70 estuvo en boga el planteamiento de que tomar una cantidad moderada de vino en las comidas resultaba de lo más saludable, estudios actuales refrendan lo contrario: nunca debería apoyarse el consumo de bebidas alcohólicas, menos aún tomando la salud como pretexto.

El agua no ayuda a adelgazar, únicamente sirve para hidratarse. No disuelve la grasa del tejido adiposo, no nos deja esbeltos ni es obligatorio beber 3 litros diarios, como algunos creen. 

Todos los yogures contienen idénticos microorganismos activos, no importa de qué marca sean. Todos son exactamente iguales, aunque no cuesten lo mismo.

Seguro que a la bandeja de su correo electrónico ha llegado un mensaje en el que le advierten de que en la base de los tetrapaks de leche aparece un número que indica la cantidad de veces que esa leche se ha puesto a la venta, ha sido retirada a punto de caducar y se ha reciclado antes de ponerse de nuevo a la venta. No crea una palabra. Es un bulo.

Hay otros patrones tan saludables o más que la dieta mediterránea. Ningún alimento previene el riesgo de padecer cáncer. Las bebidas de cola no aflojan tornillos ni desatascan tuberías. Los alimentos ecológicos no superan en contenido de vitaminas y minerales a los que no lo son.

¿Cuál es la dieta ideal, la de la piña, la del pomelo o la de la alcachofa? Ninguna de las dietas denominadas depurativas es recomendable porque restringen la ingesta de alimentos y la reducen a comer solo un tipo de fruta, por lo que el organismo deja de estar bien nutrido.

Señoras, señores, lean Con las manos en la mesa y comprobarán cuánto nos embaucan, además aprenderán a comer como es debido y, por ende, sin engordar.

 

Título: Con las manos en la mesa

Autor: Juan Revenga Frauca

Editorial: 1001 ediciones

Páginas: 192

Cortar por lo sano

Cortar por lo sano

Como casi en todas partes, el ayuntamiento de Stony Stratford, uno de los cuatro pueblos que forman el municipio de Milton Keynes, en Inglaterra, busca la manera de ahorrar dinero. Recortando de aquí y de allá, pretende excusarse treinta millones de euros, y puesto que considera la biblioteca pública un gasto innecesario, ha decidido cerrarla, y listo.

Pero en el pueblo hay lectores, gente amante de la cultura que se ha movilizado para tratar de impedir tamaño desatino. Pensando, pensando, encontraron una manera que les pareció la más factible: que se pidiesen prestados todos los libros de la biblioteca. Crearon un grupo en Facebook y han conseguido su objetivo. Los 16.000 volúmenes de la biblioteca se han prestado, a un ritmo de 378 por hora, según datos de la BBC. Los diarios ingleses muestran fotos de la biblioteca con los estantes vacíos.

Se supone que los habitantes de Stony Stratford han logrado su meta, que con todo el fondo desperdigado, la biblioteca no puede cerrar, o ¿sí? Ojalá su iniciativa tenga éxito. Sinceramente, así lo deseo.

 

*Foto: BBC

Historias de locos

Historias de locos

El escritor Sergio Constán ha rescatado del olvido una colección de cuentos: Historias de locos, de Miguel Sawa (1866-1910) y nos presenta a su autor en la introducción Miguel Sawa, a la sombra de una sombra, una semblanza en la que Constán retrata la figura del escritor, del periodista y del hombre, admirador de Cervantes, amigo de Manuel Machado y comprometido con la causa republicana.

Historias de locos es un libro póstumo, Miguel Sawa falleció tres meses antes de su publicación en 1910 y, como indica el título, son historias de locos, contadas por locos, pues en la mayoría es el propio perturbado el que se dirige en primera persona al lector para explicarle la causa de su enajenación.

Enajenado es aquél que ha perdido su eje y todos podemos traspasar esa frontera invisible que separa la cordura de la chaladura. Miguel Sawa conocía la curiosidad que despierta el orate, el ido. ¿Qué convierte a una persona “normal” en carne de frenopático? Los celos, la venganza, el odio, una alucinación tomada por realidad, el amor, el dolor… Cada loco tiene sus razones y las cuenta sin pudor.

“Todos los males del hombre tienen su origen en el cerebro”, dice el protagonista del relato Un desnudo de Rubens. Los esbozos de la locura que plantea Sawa en sus cuentos se enmarcan dentro de la corriente de moda a finales del siglo XIX, cuando la psiquiatría, la frenología o la neurología hacían furor y, como a Sawa, prendaron también a Maupassant o a Poe. Las narraciones carecen de atmósfera, son hechos desnudos y rápidos. No hace falta más para asomarse a la ventana de la cárcel de los locos.

 

Título: Historias de locos

Autor: Miguel Sawa

Editorial: Renacimiento

Páginas: 135

 

*Reseña publicada el día 6 de enero de 2011 en el suplemento “Artes y Letras” del diario Heraldo de Aragón.

 

El fuego redentor

El fuego redentor

Cada libro quemado ilumina el mundo. R. W. Emerson

 

Los biblioclastas (destructores de libros) son tan antiguos como sus víctimas. En el año 213 a. C. el emperador Shi Huandi mandó destruir todo libro que pudiera recordar el pasado. Cuando en 2003 las tropas estadounidenses llegaron a Bagdad no quemaron un millón de libros de la Biblioteca Nacional, pero tampoco la protegieron, y su indiferencia permitió que grupos de criminales la incendiaran y la saquearan el 14 de abril de ese año.

Un libro se destruye para aniquilar la memoria que encierra, es decir, el patrimonio de ideas de una cultura. El libro no se destruye como objeto, se elimina por lo que representa, porque puede suponer una amenaza en una sociedad dogmática, que se aferra a una concepción del mundo uniforme, irrefutable o atemporal. Mientras unos pocos libros, llámense Biblia, Corán o el programa de un movimiento político, artístico o social, son considerados “definitivos” y no admiten conjeturas porque explican una realidad absoluta, otros, los que discrepan con la postura totalitaria, merecen perecer en el infierno.

El fuego, al que se ha condenado desde antiguo a los libros, es un elemento purificador que forma parte de numerosos ritos en todas las culturas. También representa el poder destructor. El fuego proviene de los dioses y, al destruir con fuego, el hombre juega a ser dios convirtiéndose en amo del fuego y de la muerte.

Si pensamos que sólo los hombres ignorantes y cargados de odio son capaces de eliminar libros, nos equivocamos. Eruditos, escritores o filósofos se han mostrado partidarios de un apocalipsis de fuego para los libros. René Descartes pidió a sus lectores que quemaran los libros antiguos. David Hume exigió la supresión de todo libro que tratase de metafísica. Martin Heidegger entregó a sus discípulos las obras escritas por Edmund Husserl que tenía en su biblioteca para que las quemasen. Vladimir Nabokov quemó el Quijote ante más de seiscientos alumnos. Borges le hizo decir a uno de sus personajes del El libro de arena: “Cada tantos siglos hay que quemar la biblioteca de Alejandría”. Quemar el pasado para renovar el presente.

 

*Imagen: Quema de libros. 10 de mayo de 1933. Opernplatz.  Berlín.

Fogonazos intuitivos

Fogonazos intuitivos

“Cree en un maestro: Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov, como en Dios mismo”, dejó dicho Horacio Quiroga en su Decálogo del cuentista.

“No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”, es el quinto mandamiento.

“No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo”, reza el séptimo precepto.

“No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal como fue, has llegado en arte a la mitad del camino”, es el noveno consejo.

El cuentista uruguayo nos regala sus consejos, pero existen otros muchos “decálogos” sobre la preceptiva que debe observar un cuento. Casi todos se resumen en premisas como brevedad, intensidad, condensación, concisión, depuración o capacidad de sugerir.

Antes, los cuentos se iniciaban con una sugestiva y prometedora introducción: Érase una vez… A partir de aquí se esperaba la magia, la sorpresa, el desenlace de un argumento.

Ahora todo son tesis, fórmulas sobre el arte de narrar, de suscitar en el lector el ansia por la sorpresa de un final concluyente y no intuido. Pero cuando uno lee “Bola de sebo”, de Maupassant, “La muerte de Ivan Ilich”, de Tolstoi o cualquier cuento de Chéjov, se pregunta si siguieron el consejo de algún experto, si pusieron en práctica esa fórmula que suma elementos para dar como resultado magia pura o si la historia se gestó por sí misma en sus cabezas y solo se limitaron a transcribir una súbita iluminación, un fogonazo intuitivo, como diría Poe.

 

*Decálogo del perfecto cuentista, Horacio Quiroga Fuente:  Pro-scrito

1 Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.

2 Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

3 Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

4 Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

5 No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.

6 Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.

7 No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.

8 Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.

9 No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

10 No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.

Jaume Vicens Vives

Jaume Vicens Vives

El pasado día 6 de junio se cumplieron los cien años del nacimiento en Girona de Jaume Vicens Vives, historiador y filósofo, considerado el padre de la historiografía catalana moderna. Y el día 28 de ese mismo mes, pasaron cincuenta desde su muerte en Lyon. Por ese motivo se ha declarado este año 2010 como el Año Vicens Vives.

Jaume Vicens Vives estudió Filosofía y Letras en Barcelona, fue profesor en el Instituto-Escuela de Figueres (Girona), ayudante en la Universitat Autònoma de Barcelona, en 1942 estuvo destinado en el instituto de Baeza y en 1947 ganó la cátedra de Historia Moderna de la Universidad de Zaragoza. Tras la Guerra Civil vivió un periodo difícil y tuvo que ganarse la vida escribiendo artículos de política internacional, que firmaba con el seudónimo de Lorenzo Guillén, en el semanario Destino. También publicó manuales pedagógicos a través de la editorial Teide, que fundó en 1942 junto con su cuñado Frederic Rahola, y obras de divulgación.

Mediante sus artículos, Vicens Vives se revela como un trabajador metódico, riguroso y exigente, que acostumbra a profundizar en los documentos que maneja y desea ir siempre a las fuentes originales para elaborar su obra. El mundo académico, afín a las ideas políticas dominantes, siempre observó con recelo su exigencia de actualización histórica y arguyó razones ideológicas para desprestigiar sus investigaciones.

Ferran II i la ciutat de Barcelona, su tesis doctoral, Historia de los remensas en el siglo XV, Aproximación a la historia de España, Juan II de Aragón, El gran sindicato remensa, El segle XV, Els Trastàmares, la obra colectiva Estudios de Historia Moderna, Índice Histórico Español, la Historia social y económica de España y América, la serie Biografies Catalanes, Industrials i polítics del segle XIX o Notícia de Catalunya son algunos de sus trabajos más destacados, pues sumados los artículos, su obra se compone de más de trescientos cincuenta títulos.

Aprendí

Aprendí

Aprendí a olvidar el roce de tus labios,

a no escribir poemas que llevaran tu huella,

a apagar la luz que tú encendiste,

a borrar el eco de tu nombre

de las cosas vividas, de las cosas queridas.

 

Con el tiempo llegó el olvido,

se fue el dolor de la pérdida,

el son de la música que no bailamos,

el aroma de esa flor ahora marchita

y las noches eternas de vacío.

 

Quise desandar el camino andado,

pero el reloj nunca se detuvo

y seguí adelante, siempre adelante.

 

Escapé de la nostalgia por los días que se fueron,

enjugué las lágrimas que nunca viste,

y escapé, escapé de ti y de tu recuerdo.

 

Ahora existe un paraíso lejos del tuyo,

otra vida cuyo eje no es tu vida,

una ilusión sin tu mirada,

otros ojos, otras manos y otra boca.

Y es que aprendí a borrar tu rastro

de los rincones llenos de ausencia.

 

Lecturas escolares

Lecturas escolares

Con el título de lecturas escolares me refiero en especial a las lecturas de nuestros autores clásicos, una suerte de clásicos específicos para escolares y distintos de los que serían considerados de esta manera por los lectores comunes, son más bien los autores y los títulos de entre los que conforman la historia literaria española que se leen en las aulas.

El Estado se preocupa de elaborar listas de lecturas recomendadas, que incluyen lo más obvio y canónico, aquello que se considera imprescindible para hacerse una idea de cómo ha sido la historia de la literatura. ¿Y por qué se deben leer clásicos en la escuela si su lectura aburre mortalmente a los alumnos? Muchos estudiantes quedan vacunados de por vida y no vuelven a abrir un libro. Estos datos deberían bastar para entender las posturas de quienes razonan que la lectura, como todos los placeres, nunca debe ser obligatoria. Entonces, ¿por qué seguir leyendo clásicos en la escuela? Tal vez la única respuesta posible sea que los alumnos tienen derecho a disfrutar de los mejores frutos artísticos que se han producido en su propia lengua. Sólo algunos lo aprovecharán, pero ¿sucede algo distinto con cualquier otro conocimiento que se quiera transmitir? ¿Quién y por qué decide cuáles son las mejores obras? Esta pregunta parece insinuar que existen responsables, cuando lo cierto es que la tradición se crea a sí misma y los que hoy consideramos los mejores libros se han leído como tales por generaciones muy distintas de lectores.

Hay luz en casa de Publio Fama

Hay luz en casa de Publio Fama

Cneo Publio Fama es el subostrano municipal de Barcino. Comenta las actas que llegan de Roma, redacta noticias, vende informaciones en el foro y consigue unas monedas a cambio de sus anécdotas y exordios, declamando en las villas de las familias acomodadas. En un pueblo analfabeto, en el que solo unos pocos privilegiados han recibido instrucción, Publio Fama intenta ser un informador honrado, y ahora Barcino se halla en plena campaña electoral para elegir duunviro. Pío Marcelo Faventino, miembro de una de las familias más influyentes de la colonia, está destinado a ganar en la pugna por la magistratura quinquenal y es el momento de poner a prueba la lealtad de Fama. ¿Morderá la mano que le da de comer?

Patricios y plebeyos, ahijados o desheredados de la caprichosa diosa Fortuna, comparten protagonismo en una representación coral de la vida en la Barcelona romana. Juan Miñana ha documentado perfectamente su novela y consigue arrancarnos del siglo XXI para trasladarnos a los primeros años de la era cristiana y hacernos visualizar con detalle lugares y situaciones, percibir los olores que llegan desde el Mare Nostrum o escuchar el bullicio de las calles durante la celebración de las fiestas Saturnales. La trama avanza lenta, entre cantidad de detalles históricos que le restan agilidad al relato, aunque los personajes están perfectamente retratados, de manera que no cuesta componer una imagen del ex legionario Curcio Vera, emergiendo del mar como un pez tostado tras haber comprobado que las ostras y los mejillones que cultiva prosperan o de Silvia Faventina, inteligente, delicada y fuerte, jugando a los ladrones, y a algo mas, con Vera. El escrupuloso rigor histórico y la ficción se entremezclan en “Hay luz en casa de Publio Fama” para ofrecer al lector una trama llena de intrigas y que culmina en un desenlace poco probable, aunque, para la venganza, el fin siempre justifica los medios.

Título: Hay luz en casa de Publio Fama

Autor: Juan Miñana

Editorial: RBA Libros

Páginas: 366

Feminismo en el mundo global

Feminismo en el mundo global

Para que quede claro: “El feminismo no es lo contrario del machismo, pero es absolutamente contrario al machismo”. Amelia Valcárcel es doctora en Filosofía y autora de varias obras dedicadas a analizar la situación de la mujer en diferentes ámbitos: política, pensamiento, historia... Ahora acaba de reeditarse su ensayo “Feminismo en el mundo global”, un análisis apasionante, equilibrado y riguroso sobre el feminismo y su evolución a través del tiempo. Abarca las tres grandes etapas del feminismo: feminismo ilustrado, feminismo liberal-sufragista y feminismo contemporáneo.

 

Con la Ilustración aparecieron los primeros brotes de rebeldía de la mujer. Se habían reconocido los Derechos del Hombre y del Ciudadano y resultaba demasiado obvia la privación de bienes y derechos de las mujeres. Se pidió entonces instrucción, derecho de voto, reforma de la familia, pero éstas y otras quejas se desatendieron.

 

La sociedad industrial trajo el manifiesto comunista, también otro al que se ha prestado menos atención: la declaración de Seneca Falls (1848), que exigía la ciudadanía civil para las mujeres y la modificación de las costumbres y la moral, así como la abolición de cualquier ley que impidiera la igualdad, la libertad y la persecución de la propia felicidad por parte de la mujer. Ochenta años de lucha costó alcanzar los derechos al voto y a la educación, un paso gigantesco en el camino hacia la ansiada igualdad, porque sin instrucción no hay avance. Autorizada a saber, la mujer entró en la escuela, en la universidad, para seguir avanzando en el mundo laboral, en la política, en el arte, en la ciencia y en todos los territorios que le habían sido vetados por el mero hecho de pertenecer al sexo considerado débil.

 

La tercera ola de feminismo está en marcha. La lucha continúa, queda mucho por hacer pues todavía no se ha logrado el objetivo deseado: la igualdad total entre hombres y mujeres.

 

 

Título: Feminismo en el mundo global

Autora: Amelia Valcárcel

Editorial: Ediciones Cátedra

Páginas: 340

Divina inspiración

Divina inspiración

Hubo un tiempo en que el mundo estaba poblado por dioses. Unos dioses  que acompañaban y asistían al hombre en los tránsitos más oscuros de su recorrido por el mundo. Unos dioses nacidos de la necesidad de ocupar ese espacio vacío que ninguna razón podía colmar ni satisfacer, porque la presencia de los dioses es anterior al discurrir lógico, a la respuesta razonada sobre el misterio del hombre y del mundo. Los dioses son una forma, la más antigua, de desvelar la realidad. Una manera de calmar la incertidumbre, el temor más elemental y primitivo.

 

En un principio fue la acción, el hecho de denominar aquella presencia vacía que envuelve al hombre. Presencia vacía y llena a un tiempo, ¿de qué?, el hombre no lo sabe, pero la siente como superior, ilimitada, y temiendo que le someta, necesita identificarla, reconocerle unas cualidades. Necesita dar, a este espacio lleno de silencio y de nada, una imagen: y la primera imagen que el hombre es capaz de formarse es la imagen de los dioses. En todas partes y en todas las culturas, encontramos bajo la figura de los dioses la presencia de un misterio. Y este misterio no es una abstracción. Este misterio, el hombre lo ha reconocido íntimamente ligado a su propia existencia: él mismo es un misterio. Y aunque los dioses fueran inventados, el principio, el fundamento del que surgen, es la realidad primordial de la que no se puede decir nada, pero que es la fuente de todo lo que se dice y de todo lo que se crea.

 

La aparición de los dioses pone fin a un periodo de tinieblas. El dios es la clara presencia que nace de la noche del alma e ilumina el recóndito espacio del misterio. Esta presencia divina, figura que personifica los grandes misterios del hombre, fue suscitada, revelada, por la palabra poética. La primera en enfrentarse a este mundo oculto de lo sagrado y que se atreve a nombrar la esencia del misterio. La presencia de los dioses queda íntimamente unida a la presencia de la poesía; es más, la poesía es un medio por el que el dios se manifiesta en su esencia formidable, insondable, ilimitada.

 

En aquel tiempo, cuando el mundo estaba poblado por dioses, la poesía era la prueba irreducible de su presencia. Porque el poeta era el hombre elegido por el dios para manifestarse y revelarse. El poeta, el hombre que seguía el trazo de la escritura que un dios le dictaba, era un inspirado, un poseído por la divinidad. En los momentos de inspiración el poeta olvidaba su singularidad específica, dejaba a un lado su conciencia y su voluntad para transformarse en conciencia y voluntad universal.

 

El término inspiración en griego, la lengua de un país poblado por dioses y poetas, es pneumatikós, literalmente aire, hálito; la inspiración divina es simplemente estar pleno del aliento de los dioses. Dice Platón del poeta: “El poeta es una persona ligera, alada, sagrada, que no está en situación de crear hasta que un dios le ha inspirado, después que ha dejado de ser el dueño de su razón; mientras conserve la capacidad o facultad de la razón, será incapaz de crear una obra poética, por tanto, como los poetas no realizan su obra en virtud de un arte, sino en virtud de un privilegio divino, ninguno de ellos es capaz de componer con éxito ningún género poético que no haya sido inspirado por la Musa. Y si la divinidad les priva de razón y los toma como sirvientes, igual que hace con los profetas y los augures inspirados, es para enseñarnos, a nosotros los oyentes, que no son ellos quienes dicen cosas de tanto valor –ellos no son dueños de su razón-, sino que es la divinidad misma quien nos habla y se hace oír por mediación de ellos. Para mí que estos bellos poemas no tienen un carácter humano ni son obra de los hombres, sino que son divinos, y que los poetas no son otra cosa que los intérpretes de los dioses y están poseídos por la divinidad”.

 

En este diálogo, el , Platón describe su concepción de la poesía y del poeta. La poesía no es un arte. La poesía no es el dominio de un conjunto de normas establecidas. Los poetas obran por la gracia de un don que han recibido del dios; un don misterioso del cual no son dueños ni conscientes. Un don que incluso supone la pérdida momentánea de las facultades de la razón y la consciencia. Transportados por el entusiasmo, son poseídos por una voluntad ajena que formula un canto, momentáneamente sin sentido ni orden, pero que se avendrá de manera progresiva con una voluntad esquiva, a la voluntad del poeta.

 

Los dioses, según Demócrito, emiten un soplo sagrado que recibe el alma, exquisitamente sensible, del poeta y que lo mantiene en un estado de entusiasmo, con el hálito sagrado en su interior. Mediante el mecanismo de la respiración, el poeta aspira átomos del soplo sagrado. Así el alma se inflama y, movida a un estado de agitación parecido a la locura, aumenta al máximo su capacidad creadora. A diferencia de Platón, Demócrito no niega la paternidad de sus obras más bellas, aunque su creación reclama la presencia de unas facultades en máxima actividad. Pero estas facultades están condicionadas por el estímulo poderoso de un agente externo sobrenatural que sume al poeta en un frenesí, en un trance parecido al furor divinantium, en que percibe los efluvios de seres y cosas que, en su estado de normalidad psíquica, sería incapaz de percibir.

 

El efecto de la inspiración del dios es de una energía tal que el entusiasmo del poseído se comunica a todos los que le escuchan, de esta manera, dice Platón, se va creando una cadena de inspirados que, como corrientes magnéticas, transmiten el entusiasmo, los nuevos aspirantes reciben a su vez la facultad de transmitirlo a otros. A esta cualidad del hombre inspirado de transmitir a otros el entusiasmo del dios, Nietzsche lo denomina excitación dionisíaca: la multitud que escucha el canto del poeta se transforma en un solo ser que, embrujado por la palabra del dios, pierde completamente el recuerdo de su pasado y se convierte en su servidor y vive fuera de toda época y de toda espera social. Esta excitación dionisíaca es considerada por Platón como una forma de posesión y de locura; dice en Fedro: “Al ocupar las Musas una alma tierna y pura, la lanzan hacia transportes báquicos que se expresan en odas y en todas las formas de la poesía. Pero todo aquel, que sin la locura de las Musas, acceda a las puertas de la Poesía confiando que su habilidad bastará para hacerlo poeta, éste hará de sí un desgraciado”.

 

Pero lo dioses ya hace tiempo que huyeron del mundo de los hombres. ¿Han estado, de verdad, alguna vez entre nosotros? Ya hace tiempo que la presencia de los dioses nos resulta casi imperceptible, y el vacío que han dejado en su huida no puede ser ocupado por ninguna otra cosa. La manifestación de los dioses, paradójica y contradictoria, ha sido sustituida por la razón vigilante, analista, pragmática, amiga de la síntesis. Los vestigios de los dioses, aquellas manifestaciones oscuras que parecen no tener ninguna relación entre ellas, por dispersas y lejanas, pero que en un instante privilegiado se muestran como un todo unitario, como un misterio tremendo; los vestigios divinos que el hombre reconocía en las manifestaciones del universo fueron sustituidos por la lógica argumentación, por la deducción analítica, y perdieron toda relación con el mundo sobrenatural y suprasensible.

 

Esto ya lo dijo el filósofo: Dios ha muerto. Y cuando Nietzsche utiliza el nombre de Dios es para designar el mundo sobrenatural y suprasensible. Dios ha muerto significa que el mundo suprasensible carece de fuerza operativa; el mundo sensible ha dejado de ser una mera apariencia de la realidad sobrenatural, ahora es la única realidad. Las antiguas relaciones establecidas entre la vedad del mundo suprasensible y la esencia del hombre han dejado de tener el valor trascendental que antes tuvieron. Dios ha desaparecido de nuestras perspectivas vitales y las nociones de esencia, sustancia y causa han entrado en crisis.

 

En el lugar de la autoridad divina desaparecida surge la autoridad de la consciencia. Es ella quien asevera la existencia del mundo exterior, independientemente del dios y de las instancias sobrenaturales. La consciencia  es un dominio humano donde lo divino no interviene. Todas las instancias divinas se han secularizado y la autonomía de la consciencia ha sustituido aquella antigua dependencia del hombre respecto a Dios. Si hubo un tiempo en el que los designios de los dioses se confundían con el destino de los hombres, ahora éste se encuentra solo en un mundo infinito y vacío, sólo susceptible de llenarse a instancias de la subjetividad del hombre moderno y de su consciencia histórica. El culto de la religión, aquel sentimiento de relación y unidad entre las criaturas y su creador, ha sido sustituido por el entusiasmo respecto a la creación de una cultura humana. El hombre se reconoce como autónomo e independiente de cualquier instancia superior y se sabe el único responsable de sus decisiones y de sus actos. El creador, en otro tiempo propio y exclusivo de los dioses, se convierte en un distintivo del quehacer humano, en la peculiaridad de sus actos. Crear, voz que sólo los dioses podían conjugar, se convierte en un vocablo y una actividad común a todos los mortales.

 

El espacio que queda vacío por la ausencia y la huida de los dioses fue ocupado por la consciencia y la razón y todos los ámbitos de la vida del hombre registraron esta alteración fundamental de manera trágica. El poeta muda su fundamento de manera trágica. El poeta no es ya el mortal elegido por los dioses para transmitirle su voz y su palabra, sino que es el vigilante, amo de su razón y de su arte. Negado el dios, uno niega también su manifestación. La inspiración divina, esencia y origen de la poesía y de las artes, será también negada o reducida a una simple figura retórica. El orden y la concepción del mundo de lo santiguos ya no son los nuestros y porque la inspiración divina es un hecho incompatible con nuestra idea del mundo, uno negará su existencia. Ningún poder sobrenatural y externo no habla por boca del poeta, sino que es su propia consciencia quien lo hace. La poesía es técnica y disciplina. El mismo Baudelaire decía que la inspiración eran doce horas de trabajo diario, él, un poeta tan frecuentemente visitado por las musas y por la esterilidad más aterradora.

 

No nos asiste ningún dios cuando buscamos la palabra justa, el color adecuado, el sonido indicado, pero ¿cómo denominar ese instante en que de manera inesperada, después de mil instantes inútiles y descorazonadores, aparece la palabra justa, el color adecuado, el sonido indicado? ¿Cómo denominar este ánimo, ciertamente extraño entre nosotros, que felizmente nos atrapa y, sin esfuerzo, nos ofrece su colaboración?

 

“Si uno desterrase al hombre, el ser pensante y contemplador, de la superficie de la tierra, este espectáculo patético y sublime de la naturaleza se convertiría en triste y mudo. El universo callaría, el silencio y la noche sin sentido serían el único espectáculo. Todo se transformaría en una vasta soledad donde los fenómenos no observados pasarían oscura y sordamente. Es la presencia del hombre lo que hace interesante la existencia. ¿Por qué no tendríamos que introducir al hombre en nuestra obra, tal como aquél está colocado en el universo?” Estas palabras de Diderot nos sitúan en la nueva concepción de las relaciones del hombre con el universo: El hombre ocupa el lugar del Creador y el poeta verdadero es aquel que descubre las proporciones y la armonía de la realidad, o su caos; aquel que se da cuenta de la verdad de la naturaleza y del juego de las pasiones.

 

El acto creativo, el momento de inspiración, sucede irreflexivamente, y no es eminentemente lógico, sino la proyección de la subjetividad. El instante privilegiado de la inspiración es aquel que el que el yo siente su fusión con el todo y siente el todo fundirse en la subjetividad. No se trata de intuir pasivamente esta totalidad, esta síntesis oposicional, como una cosa objetivamente existente y fija, sino de la creación y transformación constante del creado, siempre igual e idéntico a él mismo, replegado en el misterio de su ser, origen de los dioses y de la poesía.

 

El fracaso del éxito

El fracaso del éxito

Hace unos años ocurrió aquello que yo tanto anhelaba: llegó mi momento de “éxito”. Mi obra literaria obtuvo el reconocimiento público. Recibí dos premios de poesía; quedé finalista en un certamen de novela corta; se editó una de mis novelas, hice su presentación y firmé ejemplares; llegué a colaborar en más de ochenta revistas de todo el mundo; una universidad escogió mi ensayo sobre Bécquer como tema de estudio para sus alumnos; recibí el cariño de mis lectores, que me colmaban de elogios y se mostraban ansiosos por conocer mis obras… Me hundí.

 

Creo que fue Fred Mercury quien dijo que el éxito se digiere peor que el fracaso. En mi caso fue cierto. Cualquiera que se reconozca humano es capaz de asumir sus limitaciones y está preparado para admitir que ha fracasado, que ha metido las cuatro patas y está de barro hasta el cuello. Pero cuando llega el triunfo, cualquiera que sea, la presión que ejerce puede llegar a ser tremenda. Uno siente la obligación de comportarse como los demás esperan que lo haga y nace entonces la tensión de satisfacer expectativas ajenas, que lleva al punto de estar más pendiente de los críticos, de la respuesta del público y del éxito que de uno mismo.

 

Me sentaba a escribir pensando qué esperarían de mí los lectores, sus alabanzas habían colocado mi cota de perfección en la estratosfera y no quería defraudarles. Mi iniciativa se desplazó buscando contentar a los demás y robándome la libertad. Me convertí en esclava de un público desconocido que esperaba de mi intelecto obras brillantes. Me equivocaba. El éxito tiene una cara perversa, es un tirano que nos obliga a ser fieles al papel que nos hemos arrogado y a representarlo del modo que más aplausos nos gane.

 

Enseguida comprendí que no debía renunciar a la libertad. ¡Libertad! Libertad para actuar según mi criterio, resistiendo la tentación de sucumbir al halago y sin renunciar jamás a la literatura. Nunca me faltaron la constancia, el afán de superación, las ganas de esforzarme y la chispa de ilusión necesarios. Así que seguí el camino de mis prístinas aspiraciones: escribir bien. Adopté como lema la frase de Wilde: Un verdadero artista no tiene nunca en cuenta al público. El público, para él, carece de existencia, y volví a escribir con espontaneidad, fiel a mi instinto e intentando crear algo que valiera la pena.

 

Envuelto en éxito puedes parecer alguien sin ser nadie. Las prisas del editor y la opinión de los lectores matan la creatividad y por eso hay que dejarlos al margen si de verdad se pretende hacer literatura. Pocos entienden que la obra es sólo del artista hasta que éste la presenta al mundo, entonces, si se ha logrado dotarla de vida, emprenderá su propia existencia y los lectores la harán suya, reinterpretándola y añadiéndole nuevos matices.

 

Ahora trabajo con todo el entusiasmo y abnegación de que soy capaz. No espero que se me retribuya ni se me agradezca por lo que hago, estoy poseída por la idea de llegar a ser escritora.

 

* Imagen: Francine Van Hove

 

Desiertos de tedio

Desiertos de tedio

 

Desiertos de tedio,

oasis de horror.

Malas flores

para el bien literario.

Caer en el abismo infernal

o en el celeste abismo.

¿Qué importa?

Solo queda el fin infinito

cuando termina la batalla

tras la monótona y pequeña existencia

Ese espejo que nos mide

cada vez que nos mira.

Wilde en España

Wilde en España

El 16 de octubre de 1854, nace en Dublín Oscar Fingal O’Flahertie Wills Wilde. El genial escritor Oscar Wilde, el vituperado "Oscar", el fingido Sebastian Melmoth. ¿Qué se puede decir de él o de su obra que resulte novedoso? Cientos de autores y cientos de obras abordan la vida y milagros del dandi, del esteta, del homosexual, del preso, del exiliado o del poeta, pero hasta la fecha no se había realizado un estudio tan profundo y pormenorizado sobre la influencia de Wilde en la literatura española como el que se recoge en el ensayo de Sergio Constán: Wilde en España. Una obra escrita desde la admiración, porque a Wilde solo se le puede admirar o denostar, reacciones tan encontradas que únicamente provocan las raras avis que de tanto en tanto transitan por este valle de lágrimas en el que a Wilde le tocó llorar como al que más.

 

Disculpen ustedes que me vaya del asunto: el ensayo Wilde en España, la admiración me escora a mí también hacia el hombre-personaje que triunfó en los círculos más selectos de la hipócrita sociedad victoriana, ésa misma que luego haría escarnio de él, porque Wilde habría pasado a la historia de la Literatura por su indiscutible talento, pero el escándalo internacional que supuso el caso Queensberry le entronizó en los altares del esteticismo extravagante y en España que, a caballo entre los siglos XIX y XX, se vivía una ola de moralismo, la denominada literatura maldita de Wilde fue recibida por sus incondicionales con los más fervorosos aplausos, mientras sus detractores le dedicaban críticas feroces.

 

José Martí y Alejandro Sawa, que conocieron personalmente a Wilde, uno en Estados Unidos, el otro en París, son los primeros en dar a conocer su obra en España y en 1902 aparece traducida la obra teatral Salomé. Álvaro Alcalá Galiano, Manuel Machado, Rubén Darío, Pardo Bazán, Julio Gómez de la Serna, Pío Baroja o Jardiel Poncela son unos pocos de los numerosos autores que quedaron seducidos por Wilde. Hasta 1925 Wilde era el autor de moda en España, los editores se lo rifaban, los escritores traducían su obra y el público buscaba deleitarse con el poeta irlandés, todo un fenómeno cultural. Sus poemas se incluyen en diversas antologías y en una encuesta realizada por el diario El Sol sobre los gustos literarios femeninos, Wilde es el cuarto escritor extranjero más votado y su novela El retrato de Dorian Gray es destacada como una de las imprescindibles en cualquier biblioteca que se precie. Luego se inició un declive, muy celebrado por ese sector intelectual que fue siempre reacio a la aceptación de la obra wildeana.

 

De estos asuntos nos pone al tanto Sergio Constán, que ha recopilado datos sobre la presencia de Oscar Wilde en la literatura española durante el periodo comprendido entre los años 1882 y 1936, añadiendo una faceta más a ese poliedro que compone la figura de Wilde. Y es que en Wilde confluyen y se confunden virtudes y defectos, persona y personaje, por eso tuvo que morir el hombre para que su obra, empañada ahora solo por la sombra de su abrumadora personalidad, pudiera respirar por sí misma y hacerse inmortal.

 

Título: Wilde en España

Autor: Sergio Constán

Editorial: Akrón

Páginas: 370

 

*Reseña publicada el día 19 de noviembre de 2009 en el suplemento “Artes y Letras” del diario Heraldo de Aragón.

Desvaríos 6

Desvaríos 6

Una gota de semen en el polvo seco. Una gota de sangre en el mar. Una gota de sudor en el viento. Una gota de dolor en el alma. Las cuatro esencias de su ser alumbraron un centauro, mitad hombre, mitad monstruo.

Mi deseo

Mi deseo

Siempre que me puse a escribir lo hice con voluntad de estilo, con el empeño de construir con una depuradísima técnica narrativa y un exquisito cuidado del lenguaje, con la esperanza de conseguir textos sublimes. Pero tengo la sensación de que mis ambiciones se tuercen y varían su rumbo hasta llegar a la isla de la mediocridad, algo que me hace sufrir mucho. Me siento frustrada, impotente ante ese juez que sentencia y condena, y luego asumo con naturalidad el fracaso. Acéptalo, me digo, no tienes casta de narrador, ni de poeta ni siquiera de infame escribidor. ¿Cómo podría transformar mis escritos en auténtica literatura? Cada aventura fascinante que emprendo me obliga a enfrentarme a mis miedos más profundos, porque ese tirano que llevo dentro me grita con claridad meridiana que uso las palabras de forma torticera, que le debo sumisión al lenguaje y que en mis obras ha de palpitar la emoción. ¿Será que mi amor por la literatura, como todas las historias de amor verdaderas, están abocadas al fracaso?

Sobre el precipicio

Sentada sobre el precipicio

Contemplando cómo las olas ponen a prueba la paciencia de las rocas raídas

La desnudez de la playa la convierte en un espacio blanco conmovedor

El sol mira desdeñoso desde lo alto del horizonte

Y yo aquí

En la soledad de esta altura cerca de las nubes

Tentada de lanzarme sobre esta colcha de espuma que se hace y se deshace

Esperando un alojamiento sobrecogedor y definitivo.