Fogonazos intuitivos
“Cree en un maestro: Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov, como en Dios mismo”, dejó dicho Horacio Quiroga en su Decálogo del cuentista.
“No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas”, es el quinto mandamiento.
“No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo”, reza el séptimo precepto.
“No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal como fue, has llegado en arte a la mitad del camino”, es el noveno consejo.
El cuentista uruguayo nos regala sus consejos, pero existen otros muchos “decálogos” sobre la preceptiva que debe observar un cuento. Casi todos se resumen en premisas como brevedad, intensidad, condensación, concisión, depuración o capacidad de sugerir.
Antes, los cuentos se iniciaban con una sugestiva y prometedora introducción: Érase una vez… A partir de aquí se esperaba la magia, la sorpresa, el desenlace de un argumento.
Ahora todo son tesis, fórmulas sobre el arte de narrar, de suscitar en el lector el ansia por la sorpresa de un final concluyente y no intuido. Pero cuando uno lee “Bola de sebo”, de Maupassant, “La muerte de Ivan Ilich”, de Tolstoi o cualquier cuento de Chéjov, se pregunta si siguieron el consejo de algún experto, si pusieron en práctica esa fórmula que suma elementos para dar como resultado magia pura o si la historia se gestó por sí misma en sus cabezas y solo se limitaron a transcribir una súbita iluminación, un fogonazo intuitivo, como diría Poe.
*Decálogo del perfecto cuentista, Horacio Quiroga Fuente: Pro-scrito
1 Cree en un maestro -Poe, Maupassant, Kipling, Chejov- como en Dios mismo.
2 Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en domarla. Cuando puedas hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.
3 Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte. Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.
4 Ten fe ciega no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas. Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.
5 No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra adónde vas. En un cuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tres últimas.
6 Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: "Desde el río soplaba el viento frío", no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla. Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes de observar si son entre sí consonantes o asonantes.
7 No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sustantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Pero hay que hallarlo.
8 Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.
9 No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si eres capaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.
10 No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuenta como si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus personajes, de los que pudiste haber sido uno. No de otro modo se obtiene la vida del cuento.
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