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Filosofando

Chuang Tse

Chuang Tse

Chuang Tse es, junto con Lao Tse, el máximo representante del taoísmo. Su autor Chuang Chou (369-286 a. C.) es un narrador nato que transmite un mensaje de libertad e inconformismo. Su lenguaje se halla salpicado de anáforas, hipérboles, paralelismos, antítesis, paradojas, humor e incluso un discurso retórico de la incongruencia.

Chuang Tse se inspiraba en un basto tesoro de mitos, leyendas e historia sin registrar de la antigua China para tejer en forma de parábolas y debates la visión de un escéptico y místico, en un mundo de constantes y peligrosas elecciones morales.

Cualquier traducción siempre implica una elección: literalidad o libertad. En el caso Chuang Tse hay que tener en cuenta que está escrito, no sólo por un filósofo, sino también por un poeta, de manera que el trasvase a cualquier lengua del original supone un difícil reto, es por esto que nos encontramos con versiones muy distintas de la misma obra: traducciones fieles, "flexibles" e incluso disparatadas, por tener escaso significado para un lector occidental.

Pese a todas las dificultades lingüísticas que han debido salvarse y al paso de los siglos, Chuang Tse sigue transmitiéndonos la infinita sabiduría, gracia y sutileza de un pensador que siempre resulta estimulante.

"La inmovilidad cura la enfermedad. Las friegas hacen que los ancianos se sientan mejor. Serenar el corazón y la mente puede poner fin a la agitación. Pero aunque así sea, sólo las personas enfermas y cansadas necesitan estos remedios. Cualquier persona que se encuentre a gusto consigo misma no querrá ni siquiera oír hablar de ellos. Un espíritu no necesita preguntar qué medios utiliza el sabio para hacer que la gente vaya por buen camino. Un sabio no necesita preguntar a ninguna ilustre autoridad cómo hace temblar d emiedo a los demás. Una ilustre autoridad no necesita preguntar a ningún miembro de la aristocracia cómo hace para imponer sus órdenes sobre los demás. Un ‘caballero' no se preocupa de preguntar a los demás cómo le va la vida".

"Hui Tzu dijo a Chuang Tse:

_Tus palabras no tienen ninguna utilidad.

Chuang Tse replicó:

_Sólo cuando aprecias aquello que no tiene utilidad puedes empezar a hablar acerca de aquello que sí la tiene. La tierra es amplia y vasta, pero todo el espacio que una persona necesita es un lugar en el que apoyar los dos pies. Pero si extrajeras toda la tierra que hay a su alrededor, excepto la que hay bajo sus pies, hasta llegar a los Manantiales Amarillos, la parte útil que has dejado ya no serviría de nada, ¿no es cierto?

_Sí, así es _asintió Hui Tzu.

_Esto demuestra _concluyó Chuang Tse_ que acabo de aclarar la necesidad de lo que no tiene utilidad".

Los poderes del conocimiento

Los poderes del conocimiento están hoy más extendidos que el mismo conocimiento. Así, podemos tratar sobre la vida, aunque no esté todavía más que en estado de promesa, pero no sabemos qué es la vida, si un malicioso misterio o un gracioso don de las estrellas que antiguamente, según la última teoría de moda, habrían sembrado la tierra; podemos disputarle un ser a la muerte, pero no sabemos qué es la muerte, algo que únicamente somos capaces de comprobar y por procedimientos que, por otra parte, han cambiado mucho en el transcurso de los tiempos: se dice que antaño se mordía el dedo gordo del pie del presunto fallecido para asegurarse de su definitiva indiferencia ante los dolores de este mundo, práctica que, parece, ha valido a los empleados de pompas fúnebres, a los enterradores, el apelativo de "muerde-muertos"; más tarde la gente se atenía al testimonio de un espejo encargado de recoger el vaho de un eventual soplo de vida; luego se confió en la parada del corazón, prueba aleatoria sin los modernos instrumentos de control, y, por último, de un tiempo a esta parte, el sistema válido para certificar el deceso es el del encefalograma plano, aunque no se sabría precisar en qué momento exacto se ha roto el principio de unidad que operaba la cohesión de la persona; sabemos convertir la materia en energía, con riesgo de transformar, si llega el caso, doscientos mil seres humanos en luz y calor, pero no sabemos qué es la materia; nuestros descubrimientos no van acompañados de un "modo de empleo", y la distancia entre lo que nuestro saber nos permite hacer y lo que nos permite comprender aumenta todos los días: el hombre, para nosotros, sigue siendo un misterio, desde su principio, que parece depender de la magia, hasta su fin, que tiene siempre un cierto aire de anomalía.

En estas condiciones, la ética nueva, que apenas tiene base sobre la que asentar un juicio, no puede enunciar principios, sino sólo emitir recomendaciones. A fin de cuentas, todo depende para ella, de las conciencias individuales y de la idea que cada una de ellas se haga de la condición humana.

Ver

Ver

"Si se mira una cosa 999 veces, se está completamente a salvo; si se mira por milésima vez, se corre el espantoso peligro de verla por primera vez", asegura Chesterton. Ver, por tanto, sólo puede ser un acto liminar, prístino. Sólo cuando se ve por vez primera, la realidad aparece en su verdadera disformidad. Tan solo logramos ver la primera vez que miramos. Las demás veces nos contentamos con percibir la realidad automáticamente. Por tanto, para ver de nuevo es necesario restablecer las cosas a su dimensión primera, a su dimensión sagrada.

El espejo escarba en el reverso atroz de lo real, en lo que constituye nuestra propia condición de hombres deshabitados, huecos, desposeídos del paraíso, huérfanos de nuestra propia memoria. Nos muestra la realidad percibida en ese instante perplejo de despertar en el que, por un momento, sin el amparo de nuestras convicciones, nos vemos como en realidad somos.

Despojada de sus certezas, de sus asideros lógicos, la conciencia, desorientada y aterrada, tantea en las tinieblas en busca de ese interruptor que le devolverá, con la magia de un simple gesto, a nuestro propio ser cotidiano. Ese momento de absoluta perplejidad se ha prolongado hasta perpetuarse en ese espejo, que es la suma de nuestros desorientados despertares, para demostrarnos en el desolador reflejo el monstruo que somos.

Miguel Servet

Miguel Servet

Miguel Servet es el nombre con que se conoce al humanista, médico y teólogo aragonés Miguel Serveto Conesa, nacido en Villanueva de Sijena (Huesca) en 1511. Su familia era de ascendencia noble, según él mismo declaró durante el proceso de Ginebra, y aunque se sabe poco de su infancia podemos deducir, por su preparación intelectual, que recibió instrucción en teología, filosofía, medicina y astrología y que dominaba el latín, el griego y el hebreo.

La mayoría de biógrafos afirman que a los trece años Miguel se trasladó a Zaragoza para ampliar conocimientos y que también cursó estudios en la universidad de Barcelona, aquí conoció a Joan Quintana, un franciscano de origen mallorquín, doctor por la universidad de París y cuya imagen de humanista sedujo a Servet. En 1528, su padre le envía a Tolosa de Llenguadoc, célebre en su tiempo por una reputada facultad de Derecho y por la piedad de sus habitantes, convencido de que su hijo conseguiría el doctorado en leyes.

Como secretario de Quintana, que había ascendido al influyente cargo de confesor de Carlos V, Miguel Servet viaja a Italia, donde se impregna del clima humanístico que se respira allí y mantiene fructíferas relaciones intelectuales con eruditos y personalidades del Renacimiento durante su estancia, que coincide con el tiempo que duró el trámite de coronación de Carlos V en Bolonia, primero como rey de Lombardía y al día siguiente como emperador. Sobre los ostentosos fastos de la coronación, Servet escribió. "He visto, con mis propios ojos, llevar al Papa sobre las espaldas de los príncipes, con toda la pompa, haciéndose adorar a lo largo de las calles por el pueblo arrodillado. Todos los que habían conseguido besar sus pies o sus sandalias se consideraban más afortunados que los otros y proclamaban que habían obtenido numerosas indulgencias, gracias a las cuales se les reducirían años de sufrimientos infernales. ¡Oh, la más vil de las bestias!"

Concluidos los actos de coronación en Italia, Carlos V pasa por Suiza camino de Alemania y Servet le acompaña formando parte de la comitiva. En esta época su cultura, su inteligencia y su personalidad, junto con sus abundantes conocimientos teológicos, hacen surgir en su mente una reforma sui generis, que discrepa tanto de católicos como de protestantes: la base doctrinal tendría que fundamentarse en una interpretación directa de la Biblia, arraigada en sus textos primitivos. El 25 de octubre de 1530, Miguel Servet se hospeda en casa de Johannes Oecolampadius, reformador alemán activo en Basilea, con él inicia una serie de polémicas discusiones sobre las bases que constituyen su doctrina. Enseguida, los teólogos suizos manifestaron sus temores ante la presencia de Servet y la expansión de sus ideas por la ciudad. "Negáis que haya una sola persona en dos naturalezas. Si negáis que el Hijo es eterno, negáis también que el Padre sea necesariamente eterno", había manifestado el aragonés. Estas teorías sobre la Trinidad fueron calificadas como terribles blasfemias por el reformador de Zurich, Huldrych Zwingli, que amenazó con denunciarlo.

Ya en Estrasburgo, Servet madura la idea de publicar su primera obra: De Trinitatis erroribus Libri septem, per Michaelem Servato alias Reves ab Aragonia Hispanum, Anno MDXXXI. En aquel momento su seguridad personal todavía no se halla en peligro, pero es consciente de los riesgos que corre propagando su criterio sobre un asunto tan controvertido como el misterio de la Santísima Trinidad, que había provocado grandes debates en la Iglesia durante tres siglos. El libro sobre la Trinidad se difundió por toda Europa, incluso llegó a manos del arzobispo de Zaragoza y del mismo Erasmo, que no lo juzgó con benevolencia precisamente. A partir de aquí, el ambiente se fue enrareciendo. Un comité de teólogos condenó el libro y ordenó que fuera quemado en España junto con la efigie del autor. La obra se prohibió y Servet empezó a temer por su vida. Perseguido en Suiza y Alemania, Miguel Servet huye a París, donde conoce a Calvino, la relación entre ambos se inició con tirantez debido a las discrepancias en sus puntos de vista doctrinales.

También la Inquisición francesa requirió a Servet por haberse apartado de la ortodoxia y en un decreto, datado el 17 de junio de 1532, en el que se solicita la captura de cuarenta fugitivos, el nombre de Miguel Servet encabeza la lista, dato que hace sospechar que se le atribuye un lugar prominente en las actividades de los perseguidos y mayor responsabilidad que a los demás. De París va a Lyon, importantísimo centro cultural de la época, donde conoce a destacados humanistas, y unos años más tarde regresa de nuevo a París. El derecho había cedido el paso a la teología, su vocación, y la medicina era su profesión. Se matriculó en la facultad de París el 25 de marzo de 1537 y escribió Razón universal de los jarabes, un extenso texto de medicina, también se dedicó al estudio de cadáveres mediante la práctica de la disección e impartió clases de matemáticas, astrología, astronomía y geografía, llegando a pronosticar la aparición de guerras y pestes y determinando un eclipse de Marte por la Luna, que ocurrió realmente en día 13 de febrero de 1538. Como la astrología judiciaria estaba castigada con pena de muerte en la hoguera, las autoridades académicas intervinieron para impedir que continuara con sus clases, a lo que Servet replicó escribiendo un folleto titulado Apología en defensa de la astrología. Luego se trasladó secretamente a Charlieu y abrió allí una consulta para ejercer de médico pasando inadvertido, algo que consiguió durante tres años. Volvió a Lyon en 1540 y publicó Declaraciones de Jesucristo, hijo de Dios con el seudónimo de Villanovanus, asimismo publica De Santis Pagnini, ex postremis doctorum y Cum glossis, una traducción al castellano de la Summa theologica de santo Tomás y algunos tratados de gramática, traducidos del latín al castellano.

En 1541 Miguel Servet se traslada a Viena del Delfinato y vive dedicado al cuidado de sus pacientes, perfeccionando sus conocimientos clínicos y estudiando sus temas religiosos preferidos. En esta etapa redacta Materia médica de Discórides, Syroporum y Christianismi restitutio. Esta última obra llegó a manos de Calvino y provocó su denuncia en De scandalis. La denuncia incluía el nuevo nombre: Villanovanus, la nacionalidad y la profesión de Servet. La Inquisición no tardó en interrogarle y registrar su domicilio, pero no halló ningún libro herético y Servet fue puesto en libertad. El inquisidor Mathieu Ory, encargado del caso, no se dio por vencido y siguió buscando pruebas que condenasen a Servet, encontró cartas confidenciales, un ejemplar de Restitutio y unas cuantas notas, suficiente para decretar prisión incomunicada. Pese a la fuerte vigilancia, Servet logra fugarse de su encierro y Ory acumula cargos: herejía escandalosa y dogmatización, elaboración de nuevas doctrinas y libros que las tratan, sedición, cisma, perturbación de la unión y tranquilidad pública, rebelión, desobediencia y evasión con fractura de las prisiones reales, multa de 1.000 libras de Turena y confiscación de sus bienes. En cuanto sea capturado, se le condena a ser quemado vivo en la plaza de la Charneve hasta que su cuerpo se convierta en cenizas. Entre tanto, la sentencia se ejecuta en efigie, juntamente con la quema de sus libros.

La condena definitiva tiene lugar en Ginebra, ciudad a la que escapó Servet tras su fuga. Permanecía oculto en una abadía cisterciense hasta que su identidad fue descubierta por unos frailes que avisaron a Calvino. Servet fue capturado el día 13 de de agosto de 1553 y se inició su proceso. El juicio fue largo, pues se presentaron treinta cargos, varios de índole teológica, que finalmente Servet no consiguió impugnar. El 26 de octubre el Consejo que le juzga acuerda que Servet sea quemado con sus libros al día siguiente.

De la figura de Servet cabe destacar su clasicismo y su fidelidad a las Sagradas Escrituras, prescindiendo de las novedades, especialmente las referidas al dogma de la Trinidad, derivadas del concilio de Nicea. Cree que Cristo era hijo de Dios eterno, pero no que sea el hijo eterno de Dios. Su trascendencia no debe ceñirse únicamente a su doctrina teológica, Servet describió la circulación menor de la sangre e incluyó su descubrimiento en un libro de teología, no de medicina, por considerar que el alma residía en la sangre.

Imaginación

Imaginación

La imaginación es más frágil que los sentidos, pero más fuerte que la razón: es la preciosa llave que libera al sujeto empírico de la cárcel de sus percepciones. Los sentidos nunca nos han llevado más lejos de nuestra propia persona, sólo la imaginación nos permite hacernos una idea de lo que es una realidad distinta.


*Imagen: M. C. Escher

Dificultades del conocimiento

"Menón. _Me puedes decir, Sócrates: ¿es enseñable la virtud?, ¿o no es enseñable, sino que sólo se alcanza con la práctica?, ¿o ni se alcanza con la práctica ni puede aprenderse, sino que se da en los hombres naturalmente o de algún otro modo?" Menón, Platón

La posición de Sócrates ante estos dilemas consiste fundamentalmente en descartar la posibilidad tanto de enseñar como de desarrollar la virtud mediante un voluntarioso proceso de ensayos y adiestramiento progresivo. En claro paralelismo con el argumento de la hermeticidad, argumenta Sócrates que los hombres virtuosos no están "en condiciones de hacer a los demás como ellos, pues no [son] tal como [son] por obra del conocimiento", expresión con la que da a entender la incapacidad de los cultivadores de la virtud para expresar clara y sistemáticamente el saber en que se funda la dignidad que les concedemos. Así, Sócrates sentencia que: "aquello de lo que no hay discípulos ni maestros no es enseñable".

Por estas razones, Sócrates plantea la idea de que el conocimiento de la virtud debe estar basado en lo más íntimo del ser humano, algo que le es consustancial y no accidentalmente dado. Los pormenores de su creencia aparecen perfectamente sintetizados en el siguiente fragmento:

"El alma, pues, siendo inmortal y habiendo nacido muchas veces, y visto efectivamente todas las cosas, tanto las de aquí como las del Hades, no hay nada que no haya aprendido; de modo que no hay de qué asombrarse si es posible que recuerde, no sólo la virtud, sino el resto de las cosas que, por cierto, antes también conocía. Estando, pues, la naturaleza toda emparen­tada consigo misma, y habiendo el alma aprendido todo, nada impide que quien recuerde una sola cosa -eso que los hombres llaman aprender-, encuentre él mismo todas las demás, si es valeroso e infatigable en la búsqueda. Pues, en efecto, el buscar y el aprender no son otra cosa, en suma, que una reminiscencia".

Todo lo cual encuentra una precisa y sintética conclusión en la sentencia siguiente:

"Estoy afirmando que no hay enseñanza, sino reminiscencia".

A vuelapluma

buscarme y no encontrarme

inocente y humana

perversa y humana

¿Quién soy?

he abrevado en una lata de filosofía

la poesía me ha secado el espíritu

llegué a un callejón sin salida

con la lucidez de un tarado

en este mundo de degradación

el rey consumo lo es todo

y a falta de un dios

no hay más paraíso que el de la química.

Una Iglesia anclada en el pasado

El Papa Benedicto XVI, que durante los años de pontificado de su antecesor fue responsable de la Congregación de la Doctrina de la Fe -antigua Inquisición-, ha mantenido hasta ahora una actitud muy cerrada, absolutamente conservadora y de espaladas a las propuestas renovadoras del Concilio Vaticano II.

Pienso que para un cristiano lo más importante es el mensaje de Jesús. La Iglesia católica, según manifiestan sus jerarcas, es la única que se mantiene fiel a este mensaje de Dios y lo transmite, por eso no entiendo que vaya contra las leyes que rigen la sociedad civil, ésas que eliminan las diferencias entre heterosexuales y homosexuales. Si la Iglesia permaneciera fiel al espíritu cristiano, llevaría a la práctica el primer mandamiento de Dios: apreciaría a todas las personas por igual y alentaría a los estados a eliminar las diferencias que separan a los ciudadanos. ¿Por qué censura los matrimonios homosexuales si hacen felices a los interesados y no perjudican a los demás?

En su reciente viaje a Brasil, el Papa ha condenado el uso del preservativo para prevenir el SIDA. El cristianismo no acepta el suicidio y ¿no es un suicidio arriesgarse a contraer una infección mortal? El ideal de amor cristiano es el que surge entre un hombre y una mujer y santifica la Iglesia mediante el matrimonio indisoluble, esto incluye una fidelidad de por vida. Todos sabemos que la realidad se aparta del ideal, que hay relaciones que no pueden mantenerse y se rompen, que la sexualidad no siempre va encaminada hacia la procreación... ¿Es realista la expectativa de una continencia absoluta y el mantenimiento de la virginidad hasta el matrimonio? A mí me parece que no. Si Dios nos creó como seres sexuados dotados de deseo, ¿por qué la Iglesia impone límites a nuestra naturaleza? Tampoco tuvo mucho tacto su Santidad al declarar que "el anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas ni fue una imposición de una cultura extraña". ¿Qué fue entonces la evangelización?

La Iglesia católica pierde adeptos, se aleja del mensaje de Cristo y de la sociedad. Benedicto XVI pide "la entrega total a Dios" alegando que "la Iglesia permanecerá intacta hasta el fin de los tiempos". ¿No se da cuenta de que el mundo actual y el de hace 2.000 años no tienen nada que ver? Seguramente no: la evolución es "irracional".

Creer lo que creo

Creer es una opción, una apuesta, un consuelo o lo que usted quiera, lo único que no puede ser es una creencia. Y la fe, lo que mueve mi creencia, es siempre un acto de fe, un movimiento de la voluntad, antes de que la creamos. Lo que creo, como adulto, es algo que decido y acepto antes de que me pase. Así decía Unamuno: "Creer es querer creer".

Además de no poder creer, yo no quiero creer en el Dios bueno, ubicuo y omnipotente en el que fui educada. Aquí mis motivos son personales y racionales. El cristianismo no me parece lógico, la Biblia está plagada de contradicciones. Expondré sólo una como muestra: Antes de nacer, yo no tuve ocasión de pecar y, sin embargo, nada más llegar a este mundo mi alma se manchó con el pecado original, el que cometieron Adán y Eva hace millones de años. El bautismo elimina el pecado original, no obstante, sigo padeciendo sus consecuencias: he de trabajar, padezco enfermedades, moriré... Si Dios es justo ¿cómo puede castigarme por algo que no he hecho? Si Dios es omnipotente, ¿por qué no me salva de las angustias de la vida estando bautizada? ¿Es propio de un Dios misericordioso permitir que un virus mute cada vez que descubrimos un antibiótico para combatirlo? ¿Un Dios bueno permite dos Guerras Mundiales o las catástrofes naturales?

El cristianismo es una religión pensada para explicar el mal y justificar el dolor humano: sufrimos por causa del error de nuestros primeros padres y sufrimos para ser redimidos en la vida eterna. Dios se halla permanentemente ocupado en que se mantenga su ecuación constante por los siglos de los siglos. Nosotros logramos que la vida se alargue y Él nos regala el Alzheimer, la demencia senil y la incontinencia urinaria.

Si alguien conoce alguna explicación plausible, una hipótesis verosímil de las maquinaciones divinas, que, por favor, me la cuente.

Sidereus Nuncius

Sidereus Nuncius (1610), de Galileo Galilei, es una obra relevante que anuncia una serie de descubrimientos más extraños y significativos que cualquier otra cosa que se hubiera hecho con anterioridad. Al leerla hoy, podemos experimentar, como es lógico, el impacto que causó en su tiempo tan extraordinario mensaje, así como la pasión que arde bajo el estilo sobrio y frío de Galileo:

"Grandes en verdad son las cosas que en este breve tratado propongo a la vista y contemplación de los estudiosos de la naturaleza. Grandes, digo, sea por su excelencia intrínseca, sea por su novedad, jamás oída en todos los tiempos, sea, en fin, por el instrumento mediante el cual esas mismas cosas se han hecho accesibles a nuestros sentidos.

Sin duda es importante aumentar el gran número de las estrellas fijas que la humanidad ha podido contemplar hasta ahora mediante su visión natural, poniendo ante los ojos otras innumerables que nunca antes se habían visto y que sobrepasan a las viejas [estrellas] ya conocidas en un número más de diez veces superior.

Es de lo más hermoso y agradable a la vista contemplar el cuerpo de la Luna, que se halla a una distancia de nosotros de casi sesenta semidiámetros terrestres, tan cerca como si se hallase a una distancia de sólo dos y media de tales medidas.

Cualquiera puede averiguar, con la certeza que suministra la experiencia de los sentidos, que la Luna no está dotada en absoluto de una superficie lisa y pulida, sino que la suya es irregular y rugosa y, como ocurre con la propia faz de la Tierra, está por doquier recubierta por enormes prominencias, profundas hendiduras y sinuosidades.

Por otra parte, no es en absoluto algo de poca monta haber zanjado las disputas a cerca de la Galaxia o Vía Láctea, poniendo su esencia de manifiesto ante los sentidos, así como ante el entendimiento. Además de todo esto, será muy interesante y hermoso mostrar directamente la sustancia de aquellas estrellas que todos los astrónomos han denominado hasta ahora nebulosas, demostrando que es muy diversa de lo que hasta ahora se ha creído.

Mas lo que supera con mucho todo lo que se haya podido imaginar, y que es lo que me ha movido principalmente a presentarlo a todos los astrónomos y filósofos, es nuestro descubrimiento de cuatro astros errantes que nadie antes de nosotros conoció u observó, los cuales, a semejanza de Venus y Mercurio en torno al Sol, poseen sus propios períodos en torno a cierto astro principal que forma parte de los conocidos, ora precediéndole, ora siguiéndole sin alejarse nunca de él más allá de determinados límites. Tales cosas hallé y observé no hace mucho mediante los ‘perspicilli' inventados por mí, iluminado previamente por la gracia divina".

Montañas en la Luna, nuevos planetas en el cielo, novedosas estrellas fijas en número incalculable, cosas que ningún ojo humano había visto antes y que ninguna mente humana había concebido. Y no sólo eso, además de estos hechos nuevos, sorprendentes y totalmente inesperados e imprevistos, estaba también la descripción de un invento asombroso: el primer instrumento científico, el "perspicillum", que hizo posibles todos esos descubrimientos y le permitió a Galileo trascender las limitaciones impuestas por la Naturaleza, o por Dios, a los sentidos y al conocimiento humano.

No es extraño, pues, que en un principio, el "Mensaje de los Astros" se recibiera con recelo e incredulidad y que desempeñase una parte fundamental en todo el desarrollo siguiente de la ciencia astronómica, la cual, a partir de entonces, quedó tan íntimamente ligada a la de los instrumentos que cada uno de los progresos en una de ellas implicó e indujo un progreso en la otra. Se podría decir que no sólo la astronomía, sino también la ciencia como tal, inició con el invento de Galileo una nueva fase de su desarrollo.

Sentencia contra Giordano Bruno

"El verdadero error de los jueces fue no haber visto que, muerto Bruno, su filosofía estaría más viva que nunca". Vinzenzo Spampanato.

 

Por lo que visto y considerado el proceso formado contra ti y las confesiones de tus errores y herejías con pertinacia y obstinación, aunque tú niegues que lo sean, y todo lo que se tenía que ver y considerar: propuesta primero tu causa en nuestra congregación general, celebrada ante la Santidad de Nuestro Señor el día XX de enero pasado, y votada y resuelta, hemos llegado a la siguiente sentencia.

Invocado pues el nombre de nuestro Señor Jesucristo y de su gloriosa Madre siempre virgen María, en la causa y causas anteriores al presente que vierten en este Santo Oficio entre el reverendo Giulio Monterenzi, doctor en leyes, procurador fiscal de dicho Santo Oficio, por una parte, y, por otra parte, tú Girdano Bruno mencionado, encontrado reo inquirido, procesado, culpable, impenitente, obstinado y pertinaz; por esta definitiva sentencia nuestra, de consejo y parecer de los reverendos padres maestros en sacra teología y doctores en una y en otra ley, nuestros consultores, proferimos en estos escritos, decimos y pronunciamos, sentenciamos y declaramos, a ti fray Giordano Bruno, que eres hereje impenitente pertinaz y obstinado, y que por eso has incurrido en todas las censuras eclesiásticas y penas de los Cánones sagrados, leyes y constituciones tanto particulares como generales, que a tales herejes confesos, impenitentes, pertinaces y obstinados se imponen; y como tal te degradamos verbalmente y declaramos que debes ser degradado, así como ordenamos y mandamos que seas degradado de todos los órdenes eclesiásticos mayores y menores en los cuales te habías constituido, según la orden de los Cánones sagrados; y debes ser arrojado, como te arrojamos, de nuestro foro eclesiástico y de nuestra santa e inmaculada Iglesia, de cuya misericordia has sido indigno; y ser entregado a la Corte secular, así como te entregamos a la corte de vos monseñor Gobernador de Roma aquí presente, para punirte con las debidas penas, rogándole por ello que eficazmente quiera mitigar el rigor de las leyes sobre la pena de tu persona, que sea sin peligro de muerte o mutilación de miembro.

Además condenamos, reprobamos y prohibimos todos los libros mencionados anteriormente y los otros libros escritos, como heréticos, erróneos porque contienen muchas herejías y errores, ordenando que todos los que han llegado a manos del Santo Oficio, o podrán llegar en el futuro, que sean destruidos públicamente y quemados en la plaza de san Pedro, ante las escaleras, y como tales sean considerados en el Índice de los libros prohibidos, como ordenamos que así se haga.

Así decimos, pronunciamos, sentenciamos, declaramos, ordenamos y mandamos, arrojamos y entregamos y rogamos con este y con otro mejor modo y forma que de razón podemos y debemos.

Así lo declaramos los Cardenales generales Inquisidores suscritos:

Card. Ludovico Madruzzo

Card. Giulio Antonio di Santa Severina

Card. Pietro Deza

Card. Domenico Pinelli

Card. Fra Giordano (Bernerio) d'Ascoli

Card. Ludovico Sasso

Card. Camilo Borghese

Card. Pompeo Arrigoni

Card. Roberto Bellarmino

 

Roma, 8 de enero de 1600

 

Justicia de un hereje quemado vivo.

 

Jueves, día 16 del corriente (febrero de 1600)

A las 2 de la noche fue comunicado a la Compañía que por la mañana se debía hacer justicia a un impenitente; y por eso a las 6 horas de la mañana, reunidos los frailes confortantes y el capellán de Santa Úrsula, y dirigiéndose a la cárcel de Torre de Nona, entraron en nuestra capilla y después de rezar, nos entregaron al suscrito condenado a muerte, es decir:

Giordano del quondam Giovanno Bruni, fraile apóstata de Nola di Regno, hereje impenitente. El cual fue exhortado con toda caridad por nuestros hermanos, y mandados llamar dos padres de Santo Domingo, dos jesuitas, uno de la Chiesa Nuova y uno de san Jerónimo, quienes con mucho afecto y doctrina le mostraron su error, estuvo hasta el fin en su maldita obstinación, dando vueltas con su intelecto y su cerebro con mil errores y vanidades. Y tanto perseveró en su obstinación, que fue conducido por los ministros de justicia a Campo di Fiori, y allí se le desnudó y fue atado a un palo y quemado vivo, acompañado siempre por nuestra compañía que cantaba letanías, y los confortantes lo atendían hasta el último momento para que abandonara su obstinación, con la que al final acabó su miserable e infeliz vida.

 

* Fragmento de la copia de la sentencia emitida contra fray Giordano de Nola, entregada al Ilustrísimo Gobernador de Roma.

Todo está escrito en los genes

La revolución que supuso el darwinismo, con sus innovadoras teorías sobre la selección natural, la supervivencia del más fuerte, la evolución de las especies, etcétera, fue sustituida por el marxismo y el freudismo. Mientras los darwinistas defendían a capa y espada que los genes determinan el destino de las personas, Marx aseguraba que era la clase social la que determinaba el destino del ser humano y Freud achacaba al drama edípico vivido en la familia el destino del individuo.

La controversia entre los fundamentalistas que atribuían a los genes o a elementos externos el destino del individuo, hicieron temblar los fundamentos sobre los que se sustentaban todas las creencias acerca de la naturaleza humana. ¿El mono evoluciona por sus propios medios hasta ser un hombre o el control social nos condiciona como si fuéramos piezas de una precisa obra de ingeniería? En los años cincuenta se impusieron las teorías de la dominación de clases y de la pulsión sexual, treinta años después tales teorías eran ya reliquias del pasado, supercherías, había nacido la neurociencia.

Ahora el destino del hombre está regido por la genética: la tendencia al alcoholismo, a la obesidad, a la ludopatía, a la poligamia, al asesinato, a determinados tipos de cáncer, a la felicidad o al pesimismo... Todo se halla escrito en los genes, hasta que alguien demuestre lo contrario.

La interpretación de los sueños

La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, se publicó en 1899, pero el editor, con cierta astucia, le puso la fecha de 1900 para remarcar que la obra representaba un auténtico cambio de época. Y no era una simple pretensión. Pasados los años, el efecto de la obra de Freud fue comparado con el de la de Copérnico o Darwin. Si el primero estableció que la Tierra no es el centro del universo y el segundo que el homo sapiens no es el rey de la creación, Freud demostró que nadie es dueño absoluto de sí mismo.

En La interpretación de los sueños, el autor dice que los sueños son una especie de ventana abierta al inconsciente del individuo, ya que representan los deseos insatisfechos, los impulsos reprimidos, la libido mal canalizada en la vida conciente. Pero se trata de una expresión indirecta, metafórica, que hay que descifrar.

Las llaves de este código, las buscó Freud entre sus pacientes de histeria y en él mismo. Encontró que muchas histéricas fantaseaban con experiencias sexuales de su infancia, con frecuencia incestuosas, con personas adultas. Esto lo relacionó con sus propios sentimientos de tristeza, rencor y hostilidad cuando murió su padre. A partir de aquí, y evocando la tragedia de Sófocles, formuló el complejo de Edipo. Según esta teoría, el niño se siente atraído sexualmente por la madre y ve en su padre a un gran rival, por eso se siente culpable y tiene miedo de ser castigado. En el caso de las niñas, la envidia del pene masculino las lleva a querer al padre y a rechazar a la madre.

El escándalo estaba servido. Para buena parte de la sociedad europea y americana del cambio de siglo, estas ideas eran aberrantes, máxime porque, según el psiquiatra austriaco, el complejo de Edipo o la envidia del pene eran normales, no enfermizos.

Cosmovisiones

Cuando en la modernidad, la religión entró definitivamente en coma, aparecieron en su lugar toda una serie de cosmovisiones. Eran modelos explicativos del mundo en su totalidad que, en un principio, estuvieron fabricados fundamentalmente en los talleres de filosofía; pero con el tiempo las distintas ciencias particulares también produjeron grandes esquemas teóricos con pretensiones explicativas totalizadoras. Estas cosmovisiones fueron designadas con términos acabados en "ismo", como liberalismo, marxismo, darwinismo, vitalismo, etcétera. Detrás de ellos estaban las denominadas escuelas, que eran algo así como comunidades intelectuales, clubes de opinión, círculos con determinados idearios, conventículos de correligionarios y células ideológicas. El concepto "teoría" se impuso como el mínimo denominador común de esta mezcolanza de filosofía, ideología y ciencia. Hoy, el panorama teórico es un mercado de opiniones de rumbo variable. En él reina la misma diosa que en otros mercados: la moda. La moda de la continua innovación que se aparta de lo que hay: por lo tanto, el que sale antes tiene ventaja, está al día, va con su tiempo, pasa a todos los demás y le divierte ver cómo tratan de alcanzarlo.

Así pues, hay teorías in y teorías out. Existe un vértigo de etiquetas e imitación de artículos de marca, competencia desleal y ofertas económicas, nostalgias, oleadas de reciclaje, liquidaciones y saldos, hay booms y depresiones, épocas de quiebra y de bonanza. Para orientarse, es necesario tener visión de conjunto: hay que conocer las empresas y su seriedad en el sector teórico, la cotización de las acciones, los precios, los márgenes de beneficio, los proveedores y el gusto del público. Y sobre todo hay que tener buen olfato para las nuevas tendencias teóricas.

Leonardo Da Vinci

Leonardo Da Vinci

Empezando en Florencia, en la casa de Braccio Martelli, el 22 de marzo de 1508, todo esto forma una recopilación sin orden de muchas hojas sueltas, a la espera de clasificarlas según la materia que tratan. Creo que, antes de llegar a fin, repetiré muchas veces las mismas cosas. Si ello ocurre, no me critiques, lector. Las cosas son en gran número y la memoria no puede retenerlas todas. Yo no quisiera escribir lo que ya he dicho; pero para no incurrir en ese error, releyéndose todo lo pasado, lo que ocuparía mucho tiempo, pues escribo a largos intervalos y fragmento por fragmento.

Que no me lea quien no sea matemático, porque yo lo soy siempre en mis principios.

Leonardo da Vinci

 

Así se expresa el que fuera gran exegeta de la naturaleza, científico en la vida y en el arte. De su inquieto cerebro brotaron máximas, descripciones, fábulas y profecías que resquebrajaron los esquemas de las mentes bienpensantes de su época. No era fácil encajar lo que luego corroboraría Darwin: que el hombre y el mono pertenecen a la misma especie o imaginar que un día las cartas volarían por el mundo del uno al otro confín en cuestión de segundos. Leonardo se fijó en cada nimio detalle que la vida y la naturaleza le ofrecían y su curiosidad se alió con su intelecto para desentrañar esos enigmas que siempre solventan los científicos minuciosos. Antes de él, pocos se habían atrevido a pensar por su cuenta.

- En la descripción del hombre deben comprenderse los animales de la especie, tales como el mono, el babuino y muchos otros similares.

- Yo he encontrado en la constitución del cuerpo humano, como en la de los otros animales, la más obtusa y grosera inventiva. Compuesto sin ingenio, de instrumentos en parte inapropiados para recibir el vigor de los sentidos.

- El hombre posee gran razonamiento, pero en su mayor parte vano y falso; los animales lo tienen menor, pero útil y verídico, y más vale una pequeña certeza que un gran engaño.

- La sabiduría es hija de la experiencia.

- La adquisición de cualquier conocimiento es siempre útil al intelecto, que sabrá descartar lo malo y conservar lo bueno.

- La práctica debe siempre ser edificada sobre la buena teoría.

- Entre la pintura y la escultura no encuentro más que esta diferencia: que el escultor ejecuta sus obras con mayor fatiga de cuerpo que el pintor y el pintor ejecuta las suyas con mayor fatiga de mente.

- ¡Pobre discípulo el que no deja atrás a su maestro!

- Escucha, pues, con paciencia la opinión de otros jueces y examina y piensa con empeño si tu censor tiene o no tiene razón para censurarte. Si encuentras que la tiene, corrígete. En caso contrario, haz como si no lo hubieras oído, o demuéstrale con argumentos -si es hombre digno de tu estima- el porqué de su engaño.

- Dice el poeta que su ciencia es invención y medida, que forman simplemente el cuerpo de la poesía: invención de materia y medida en los versos, que él adorna después con todas las galas de otras ciencias.

- Si describes, ¡oh, poeta!, una sangrienta batalla en medio de una oscura y tenebrosa atmósfera, que ensombrecen el mundo de terribles y mortíferas máquinas y la espesa polvareda que levantan en su fuga, enloquecida por el temor y la muerte, los míseros combatientes; el pintor te supera también en este caso, porque tu pluma habrá consumido todo su poder antes de que termines la descripción de lo que el pintor, con su ciencia, habrá logrado representar inmediatamente.

- Contra los ríos salidos de madre no existe defensa humana posible.

- Los mariscos son animales cuyo esqueleto es exterior.

- La Tierra es una estrella. Gracias a la esfera acuosa que la envuelve en gran parte, resplandece en el Universo como un simulacro de Sol y a la manera de todas las demás estrellas de cuyo conjunto forma parte.

- Ninguna investigación humana puede llamarse verdadera ciencia si no pasa por la demostración matemática.

- El Hombre es víctima de una soberana demencia que lo hace sufrir siempre, en la esperanza de no sufrir más; y la vida se le escapa mientras espera gozar de los bienes que ha adquirido al precio de grandes esfuerzos.

Sobre Freud

Sobre Freud

La manada

Nadie sobrevive en soledad; sólo se sobrevive en manada, en rebaño o en grupo.

La especie humana avanza siempre en formación; forma una cruz, una estrella o una esvástica, según las necesidades del momento y de los gustos de la corriente dominante. Vivimos los unos de los otros y sobrevivimos únicamente en simbiosis. Nos odiamos mutuamente, conspiramos los unos contra los otros, derramamos sangre ajena, enseñamos los dientes, mordemos, gruñimos, ladramos, cacareamos o silbamos, pero permanecemos unidos, pues es la única manera de sobrevivir.

La supervivencia es lo más importante. En nombre de la supervivencia rebajamos los estándares morales, mentimos, mutamos, nos disfrazamos. Somos por naturaleza delatores y siervos. Nos gusta pronunciar grandes palabras y nos preocupan grandes cuestiones, la cultura, el arte y la literatura. Nuestra actividad intelectual se reduce a juzgar; éste es basura, a ése lo destruimos, a aquél lo eliminamos. Los débiles se multiplican y son aceptados en nuestras filas para aparentar que somos más fuertes. Somos codiciosos; jamás estamos satisfechos.

A veces sacamos nuestro armamento pesado para luchar unos contra otros; vamos a la guerra para salvar nuestras insignificantes diferencias y cavamos trincheras y fosas comunes. Cada cual destruye según sus capacidades, pero en nombre de la manada.

Cuando un visitante viene a contemplarnos al zoológico, nos mira y se queda clavado en el suelo. Luego se emociona al ver la manada de seres vivos, de ratones perdidos, y abandona la sala con una sonrisa amarga en los labios.

Prohibida la inteligencia

Dios prohíbe a la primera pareja probar el fruto del árbol del conocimiento. Es evidente que nos hallamos en el campo de la metáfora. Hacen falta los padres de la Iglesia para sexualizar la historia, ya que el texto es bien claro: comer de este fruto hace abrir los ojos y permite distinguir el bien del mal; por tanto, permite ser semejante a Dios. Un versículo habla de un árbol “deseable para adquirir la inteligencia” (III, 6). Hacer caso omiso del dictado de Dios es preferir el saber a la obediencia, querer conocer en lugar de someterse. Dicho de otra manera, optar por la filosofía contra la religión.

 

¿Qué significa esta prohibición de la inteligencia? En este jardín magnífico se puede hacer cualquier cosa menos volverse inteligente (árbol del conocimiento) ni inmortal (árbol de la vida). Así pues, qué destino reserva Dios a los hombres: ¿la imbecilidad y la mortalidad? Hay que imaginar un Dios perverso para hacer un regalo semejante a sus criaturas. Entonces, damos las gracias a Eva por haber optado por la inteligencia pagando el precio de la muerte cuando Adán aún no había entendido lo que estaba en juego para continuar en aquel mundo paradisíaco: la eterna felicidad de imbécil feliz.

 

¿Qué descubren estos dos desgraciados una vez Eva ha mordido el fruto sublime? La realidad. La realidad y más: la desnudez, su parte natural, pero también, a partir de la reciente adquisición del saber, su parte cultural, como mínimo sus potencialidades por medio de la confección de un taparrabos hecho con hojas de higuera (y no de parra). Y todavía más: la dureza de la vida diaria, el trágico destino que nos aguarda a todos, la brutalidad de la diferencia sexual, el abismo que separa al hombre de la mujer, la imposibilidad de evitar el trabajo penoso, la maternidad dolorosa y el imperio de la muerte. Una vez emancipados, y para evitar el añadido de la trasgresión que permite acceder a la vida eterna (porque el árbol de la vida se encuentra junto al del conocimiento), el Dios uno, verdaderamente bueno, dulce, amoroso, generoso, expulsa a Adán y Eva del paraíso. Y así hasta ahora.

 

Lección numero uno: si se rechaza la ilusión de la fe, el consuelo de Dios y las fábulas de la religión, si se prefiere saber y optar por el conocimiento y la inteligencia, entonces la realidad se nos aparece tal como es: trágica. Pero vale más una verdad que desespera enseguida y permite no perder por completo la vida colocándola bajo el signo de la muerte que no una historia que, de momento, consuela, es cierto, pero que ignora el único bien verdadero que tenemos: la vida aquí y ahora.

Mediocridad

Todo es mediocre en los seres humanos. Sus fuerzas son muy limitadas y sus sentidos sólo captan una parcela mínima de la realidad. Son incapaces de percibir tanto la presencia de los espíritus como el continuo deterioro de su propio organismo. Son seres bastante imperfectos, pero a su vez protegidos por su misma imperfección. Gracias a su vista deficiente, gracias a su incapacidad para detectar muchas impurezas que contienen sus alimentos y muchos móviles egoístas que esconden sus afectos, pueden realmente comer y amar, dotados de mejor vista, morirían muy pronto de inanición o de soledad. Todo en ellos tiene un sello de medianía. Su vida no se caracteriza por el gozo ni tampoco por el dolor, sino más bien por la atonía. La atonía es el excipiente masivo donde se diluyen algunos placeres y algunos sufrimientos, propios de fechas muy señaladas. Viven siempre esperando lo mejor y temiendo lo peor, pero sólo les ocurren cosas moderadamente buenas o malas. Por cada carta de amor o cada aviso de Hacienda encuentran en el buzón treinta folletos de las ofertas de El Corte Inglés.

 

De su vida moral hay que decir otro tanto, que se mueve dentro de una banda muy estrecha, muy lejos del sumo bien y del mal absoluto. Desde luego, ni son enteramente culpables ni son inocentes por completo, sino todo lo contrario. Es lógico sentir hacia ellos más admiración que desprecio y más piedad que admiración.

 

En resumen: los hombres me parecen, más que inocentes, inexpertos, y más que culpables, insolventes. Por otra parte, todos desean ser perdonados, pero no a costa de que les digan que sus pecados son insignificantes.

En el nombre de Dios

El gran rabino de Jerusalén fustiga al terrorista palestino cargado de explosivos en una calle de Jaffa, pero no dice nada sobre el asesinato de los habitantes de un barrio de Cisjordania destruidos por unos misiles de Tsahal; el papa carga contra la píldora anticonceptiva, a la que hace responsable del genocidio más grande de todos los tiempos, pero defiende activamente la masacre de centenares de miles de tutsis por parte de hutus católicos de Ruanda; las más altas instancias del Islam mundial denuncian los crímenes del colonialismo, de la humillación y de la explotación que el mundo occidental les hace padecer, pero festejan una Jihad planetaria llevada a cabo bajo los auspicios de Al Qaeda. Fascinaciones por la muerte de los extranjeros, los descreídos y los infieles, por otro lado, las tres religiones monoteístas consideran al ateo como el enemigo común.

 

Las indignaciones monoteístas son selectivas: el espíritu corporativo funciona a pleno rendimiento. Los judíos disponen de su Alianza, los cristianos de su Iglesia y los musulmanes de su Umma. Estas tres escapan a la ley y disfrutan de una extraterritorialidad ontológica y metafísica. Entre miembros de una misma comunidad, todo se defiende y se justifica. Un judío, Ariel Sharon, puede hacer exterminar a un palestino, el poco defendible Cheick Hiacine, y no ofende a Yahvé, porque el asesinato se efectúa en su nombre. Un cristiano, Pío XII, tiene derecho a justificar a un genocida que masacra judíos, (Eichmann puede huir de Europa gracias al Vaticano), y no hace enfadar a su Señor, porque el genocidio venga el deicidio atribuido al pueblo judío. Un musulmán, el mulah Omar, puede hacer arrestar a unas mujeres acusadas de adulterio, esto complace a Alá porque el patíbulo se construye en su nombre. Detrás de todas estas abominaciones, unos versículos de la Torá, unos pasajes de los Evangelios, unas suras del Corán que legitiman, justifican y bendicen.

 

Desde el momento en que la religión tiene efectos públicos y políticos, aumenta considerablemente su poder de causar daños. Cuando alguien se fundamenta en un pasaje concreto elegido en alguno de los tres libros para explicar la legitimidad y la justificación del crimen perpetrado, el delito se convierte en inatacable. ¿Alguien puede ir contra la palabra revelada, las sentencias de Dios, la llamada divina? Porque Dios no habla (sólo al pueblo judío y a algunos iluminados a los que a veces envía un mensajero, por ejemplo una virgen), sino que los clérigos le hacen hablar. Cuándo un hombre de Iglesia se expresa, cuando cita los pasajes de su libro, oponerse equivale a decirle no a Dios en persona. ¿Quién dispone de la suficiente fuerza moral y de convicción para rechazar la palabra de Dios? Toda teocracia hace imposible la democracia. Mejor dicho, una brizna de teocracia impide la existencia misma de la democracia.