R.I.P. Giordano Bruno
Es invierno y hace frío, estás desnudo, el público congregado en la plaza romana de Campo dei Fiori mira cómo tu lengua es prensada a un palo de madera para que no puedas hablar. Piensan que han conseguido acallarte, que la hoguera en la que ardes acabará contigo. No saben, pobres ignorantes, que tú pasarás a la historia por tu inteligencia y tu sabiduría. ¿Quién hablará de ellos?
Filippo, el estudiante de la filosofía aristotélica y la teología tomista, el influenciado por el neoplatonismo y por Averroes, que antes que Marx ya llegó a la conclusión de que de que la religión es usada por los poderosos como un instrumento para controlar a los pueblos. Cometiste el error de interesarte por la "magia natural" y por ciertos libros prohibidos o poco recomendables para un sacerdote dominico. Tus ideas heterodoxas sembraron recelos entre los tuyos y tuviste que huir para evitar un juicio que tal vez habría adelantado en unos años el final en la pira. Te uniste a Calvino, pero tampoco su doctrina cuadraba en tu mente, y es que la fe choca siempre con la razón, de hecho, fe y razón son incompatibles.
Criticar los errores de Calvino te obligó de nuevo a huir y Enrique III te aceptó como profesor universitario en París, qué afortunados tus alumnos. Cometiste bastantes imprudencias, dado el oscurantismo imperante en el tiempo que te tocó vivir, pero a fin de cuantas defendías tus razones, la razón. En tu estancia en Inglaterra pronunciaste una conferencia en Oxford en la que apoyabas las teorías de Copérnico sobre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol y atacaste la física aristotélica tradicional. Los eruditos ingleses se pusieron en tu contra y tuviste que regresar a Francia, donde escribiste La cena de las cenizas, a favor de las teorías copernicanas, Del universo infinito y los mundos, libro en el que afirmabas que el universo es infinito y que contiene un número igualmente infinito de mundos poblados por seres inteligentes, el diálogo Sobre la causa, el principio y el uno, y Los furores heroicos.
Retar a los aristotélicos a un debate público en el Colegio de Cambrai tampoco fue un acierto, allí te ridiculizaron y te agredieron, carecían de mejores argumentos para rebatir tus ideas, pero tenían influencias y consiguieron que te expulsasen de París. De París a Wittenberg, Alemania, de aquí a Marburgo, Praga, Helmstedt y Frankfurt, en cada ciudad vivías gracias a tus benefactores, con los que siempre terminabas enemistado a causa de vuestras opiniones contrarias.
Al final fuiste a parar a Venecia, Zuane Mocenigo deseaba que le enseñaras el arte de la memoria, te creía un hechicero. Cuando quisiste abandonarle, él te denunció acusándote de haberle enseñado doctrinas heréticas y la Inquisición se ensañó contigo. Te juzgaron, te obligaron a retractarte de tus escritos, te trasladaron a Roma para un nuevo juicio y estuviste preso durante ocho años, largo cautiverio para un cuerpo que encerraba un alma libre. Las torturas no lograron que te desdijeras, no traicionaste tus convicciones y por no renunciar a tus ideas estás ahora consumiéndote en el fuego.
Descanse en paz Filippo Bruno, nacido en Nola, Nápoles, en 1548, hijo del soldado Giordano Bruno y de Fraulissa Savolino, que adoptó el nombre de Giordano al ingresar en la orden de los Dominicos. Ejecutado por orden de la Santa Inquisición bajo cargos de herejía el 17 de febrero de 1600. El tiempo y la inteligencia te dan la razón.
Filippo, el estudiante de la filosofía aristotélica y la teología tomista, el influenciado por el neoplatonismo y por Averroes, que antes que Marx ya llegó a la conclusión de que de que la religión es usada por los poderosos como un instrumento para controlar a los pueblos. Cometiste el error de interesarte por la "magia natural" y por ciertos libros prohibidos o poco recomendables para un sacerdote dominico. Tus ideas heterodoxas sembraron recelos entre los tuyos y tuviste que huir para evitar un juicio que tal vez habría adelantado en unos años el final en la pira. Te uniste a Calvino, pero tampoco su doctrina cuadraba en tu mente, y es que la fe choca siempre con la razón, de hecho, fe y razón son incompatibles.
Criticar los errores de Calvino te obligó de nuevo a huir y Enrique III te aceptó como profesor universitario en París, qué afortunados tus alumnos. Cometiste bastantes imprudencias, dado el oscurantismo imperante en el tiempo que te tocó vivir, pero a fin de cuantas defendías tus razones, la razón. En tu estancia en Inglaterra pronunciaste una conferencia en Oxford en la que apoyabas las teorías de Copérnico sobre el movimiento de la Tierra alrededor del Sol y atacaste la física aristotélica tradicional. Los eruditos ingleses se pusieron en tu contra y tuviste que regresar a Francia, donde escribiste La cena de las cenizas, a favor de las teorías copernicanas, Del universo infinito y los mundos, libro en el que afirmabas que el universo es infinito y que contiene un número igualmente infinito de mundos poblados por seres inteligentes, el diálogo Sobre la causa, el principio y el uno, y Los furores heroicos.
Retar a los aristotélicos a un debate público en el Colegio de Cambrai tampoco fue un acierto, allí te ridiculizaron y te agredieron, carecían de mejores argumentos para rebatir tus ideas, pero tenían influencias y consiguieron que te expulsasen de París. De París a Wittenberg, Alemania, de aquí a Marburgo, Praga, Helmstedt y Frankfurt, en cada ciudad vivías gracias a tus benefactores, con los que siempre terminabas enemistado a causa de vuestras opiniones contrarias.
Al final fuiste a parar a Venecia, Zuane Mocenigo deseaba que le enseñaras el arte de la memoria, te creía un hechicero. Cuando quisiste abandonarle, él te denunció acusándote de haberle enseñado doctrinas heréticas y la Inquisición se ensañó contigo. Te juzgaron, te obligaron a retractarte de tus escritos, te trasladaron a Roma para un nuevo juicio y estuviste preso durante ocho años, largo cautiverio para un cuerpo que encerraba un alma libre. Las torturas no lograron que te desdijeras, no traicionaste tus convicciones y por no renunciar a tus ideas estás ahora consumiéndote en el fuego.
Descanse en paz Filippo Bruno, nacido en Nola, Nápoles, en 1548, hijo del soldado Giordano Bruno y de Fraulissa Savolino, que adoptó el nombre de Giordano al ingresar en la orden de los Dominicos. Ejecutado por orden de la Santa Inquisición bajo cargos de herejía el 17 de febrero de 1600. El tiempo y la inteligencia te dan la razón.
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