Mujeres ensombrecidas
“No tiene sentido que me sacrifique en balde por el egoísmo de él. Llorar le quita a una todas las energías.” Zenobia Camprubí.
Zenobia Camprubí, Elena Garro, María Lejarreta… Quién ha oído hablar de ellas y de tantas otras mujeres que han sido silenciadas, que han ocultado su identidad bajo un nombre masculino, que han trabajado de “negro” para un hombre, que han llegado a renegar, incluso a destruir sus obras, para no perder el amor de su compañero.
La historia de las artes está incompleta. Durante siglos, en música, en pintura, en literatura, se ha omitido el nombre y las creaciones femeninas. Es el caso de Sofonisba Anguissola, fue una gran retratista, contratada por Felipe II en alguna ocasión, e influenciadora sobre la obra de Caravaggio. O de Hildegarda de Bingen, alemana, y la milanesa Maifreda Pirovano, condenada por herejía, ambas religiosas y destacadas compositoras en su época, el siglo XII.
Se encuentra documentada la sumisión de Zenobia Camprubí a su marido, Juan Ramón Jiménez. La alienación de María Lejarreta, que le escribía a su marido, Gregorio Martínez Sierra, las obras que él firmaba. Collete le regaló sus primeras novelas a su marido a cambio del divorcio. Elena Garro arrojó al fuego “Los recuerdos del porvenir”, obra cumbre de la narrativa sudamericana del siglo XX, para no perder a Octavio Paz. Teresa León quedó oscurecida por la sombra de Rafael Alberti…
Eran tiempos, no muy lejanos, en los que a la mujer le estaba prohibido usar su intelecto, bastaba con que fuera encantadora, risueña y no destacase mucho para ser valorada y aceptada socialmente. Incluso en las parejas en las que ambos eran intelectuales, artistas o triunfadores, ellos eran la figura preeminente, ellas, solo su compañera.
No sabemos qué cantidad de obras artísticas en todos los campos, tradicionalmente atribuidas a varones de prestigio, pudieran ser creaciones de alguna anónima mujer. Pero es una pena que no podamos atribuir el mérito de algunos trabajos a su legítima autora.
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