Doctrina sobre el infierno
La creencia de un infierno futuro para los malvados de esta vida se generaliza en el siglo III. Pero el mundo infernal creado por la imaginación popular se muestra como un todo confuso, cuya única característica segura es el sufrimiento. El espíritu fecundo de los fieles inventó una multitud de suplicios sin preocuparse por dotarlo de una coherencia. Este infierno, mundo arbitrario, fuera de las leyes naturales, poblado por los más extravagantes fantasmas, viene a ser una especie de exutorio para las capas más bajas de la sociedad, siempre humilladas, que pueden desahogarse libremente contra los malvados. Es una pesadilla en la que lo horrible no encuentra límite alguno y ejerce la función capital e incluso necesaria de ser válvula de escape para los fieles sometidos a exigencias morales muy estrictas.
En los periodos de renovación moral, el infierno redobla su crueldad. En los primeros siglos de la Iglesia y en la época de la Contrarreforma del siglo XVII, por ejemplo, la pastoral del miedo explica en parte este endurecimiento: cuanto más rigurosa es la moral, más disuasorias han de ser las sanciones previstas. Paralelamente, cuanto más rigurosa es la moral, mayor es la frustración de los fieles. El infierno expresa en forma de suplicios simbólicos la agresividad y la sexualidad reprimidas de la comunidad de creyentes. Así se explican los infiernos que pintó Jerónimo Bosch en el siglo XV. Las necesidades del clero corren parejas con las de los fieles: el clero, para imponer sus exigencias morales recurre a esas imágenes terroríficas que satisfacen de forma simbólica los deseos reprimidos de los fieles. El gran éxito del infierno se debe en gran parte a esta doble necesidad; las atroces torturas hallan muy poca oposición porque, en definitiva, sirven para los intereses complementarios de unos y otros. La complicidad inconsciente entre el clero y los fieles en la perpetración de esas atrocidades es tanto más fácil cuanto que esos suplicios tienen lugar en la imaginación. Los verdugos son demonios, encarnación del mal, y el infierno es algo permitido por Dios, bien supremo.
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