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En el mundo hay 442 instalaciones nucleares operativas y 22 en construcción, es lo que asegura la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA). El país con un mayor número de reactores operativos es Estados Unidos, con 104, después le siguen Francia (59) y Japón (54). Han sido muchas las tragedias nucleares sufridas durante el siglo XX. En agosto de 1945, la ciudad japonesa de Hiroshima recibió el primer bombardeo nuclear de la historia. Tres días más tarde, el ejército norteamericano lanzaba otra bomba nuclear sobre Nagasaki. En los dos ataques murieron más de medio millón de personas.

 

El primer accidente de importancia en una planta nuclear se produjo en marzo de 1979, como consecuencia de la fusión parcial de un reactor de la planta de Three Mile Island en Harriburg, Pensilvania (USA).

 

Pero el accidente con peores consecuencias fue, sin duda, el de la central de Chernobil, en 1986. Ucrania, entonces una república soviética, padeció el incidente nuclear más grave de la historia. Cuando el cuarto reactor superó 100 veces el límite permitido, se declaró un incendio y se expulsaron al exterior ocho toneladas de combustible radiactivo tras una doble explosión. Hubo más de cinco millones de personas afectadas.

 

En 1968 se acuerda el NPT, el Tratado de No Proliferación Nuclear, que restringía la posesión de armas nucleares únicamente a cinco países: Estados Unidos, Reino Unido, la Unión Soviética, hoy Rusia, y China. Aunque se sospecha que países como Israel, Pakistán, Corea del Norte, India y algunos más han llevado a cabo ciertos ensayos nucleares. El tratado ha servido, pues, para que proliferen. Y ahora, paradojas de la vida, es Irán, la pequeña hormiga atómica, el que está en el punto de mira de los países más atómicos.

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