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Cierzo

SIDA

El sida no es sólo una cuestión de salud pública, sino una cuestión humanitaria de primera magnitud. Hasta hace poco, la Organización Mundial de la Salud, el gobierno de los Estados Unidos y algunos donantes no consideraban oportuno que se tratase a todos los enfermos de sida. Los muy pobres ya estaban condenados a muerte, ¿qué más daba si los mataba el hambre o el VIH? Salía demasiado caro tratar a estos enfermos y, sencillamente, se los ignoraba. Se ignoraba nada más y nada menos que a 35 millones de personas.

Por suerte, desde el 2002 la situación ha cambiado gracias a la movilización de activistas. Pero se presenta un problema, las empresas farmacéuticas no se ponen de acuerdo en el remedio a aplicar: una medicación combinada de tres drogas suministrada en una sola píldora o en varias. Más fácil y efectivo es que el enfermo tome y recuerde la dosis si es única, y los fabricantes de genéricos han conseguido elaborar esta píldora, pero cada una de las drogas la fabrica un laboratorio farmacéutico distinto y ponen pegas para que se haga esta combinación, aunque ahora están sopesando su decisión pues comprenden que el mercado es tan enorme que no disminuirán sus ganancias y es posible que lleguen a un entendimiento.

Estados Unidos promueve la abstinencia sexual para combatir el sida y también invierte mucho dinero en antirretrovirales, pero con la condición de que las empresas sean norteamericanas. Las empresas financiadas por el gobierno estadounidense están obligas a no usar combinaciones ni genéricos. Mientras la vida de un ser humano dependa de la resolución de un gobierno o de las cuentas de beneficios de las farmacéuticas y tenga un valor adjudicado en función de los gastos que acarrea su salud, no avanzaremos. Hay que hacer énfasis en las campañas preventivas, desde luego, aunque sin olvidar que cada individuo tiene derecho a la salud, con independencia de que sea rico o pobre.

El 1 de diciembre el mundo conmemora el Día Mundial del Sida

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