Religión en la LOE
Se implantó la LOE con una visión partidista de la educación, en vez de hacerlo desde la coherencia y el buen juicio, y como todo lo que empieza mal termina peor, esta ley de educación es un fracaso que los resultados corroboran. Cada intento realizado por mejorar el estropicio, ha sido a cual más incongruente e ineficaz y ha desintegrado aún más la enseñanza en España.
La indiferencia, la falta de afán de superación, el desinterés por cualquier tipo de conocimiento, la indisciplina, el fracaso escolar, la dejación del principio de autoridad o el desencanto de los profesores son algunos de los logros de un plan de estudios nefasto. Los debates abiertos para intentar remediar lo irremediable son el choque entre dos fuerzas opuestas en ideología. Las partes hablan, discuten, se enfrentan, pero no quieren ver los fallos de sus planteamientos ni comprometerse. Y quienes contemplamos esta pugna estamos ya hastiados y, sobre todo, apesadumbrados por el futuro que les aguarda a nuestros jóvenes.
Los pactos son imposibles entre quienes respaldan posturas contrarias e inamovibles. No hay acuerdo posible entre quienes defienden, por ejemplo, que el estudio de la religión es innecesario para la formación de los chavales y aquellos que consideran esta asignatura como obligatoria y puntuable en las evaluaciones. Hubo un tiempo en que se solventó el desencuentro con un socorrido estudio de Ética. La Ética suponía una alternativa digna a la asignatura de religión y era más deseable que una hora extra de juego, pero ahora ya no se la considera una opción válida y el discurso se centra en afirmar que el estudio de la religión no aporta conocimientos al alumno, no sirve para nada, como se ha dicho impunemente. Tal aseveración no puede hacerla un agnóstico o un ateo, sólo un ignorante puede manifestar tamaño desatino y quedarse tan tranquilo, es lo que tiene la ceguera mental, que no permite ver ni la evidencia.
No hay peligro alguno en conocer los textos bíblicos, pues no intoxican las neuronas, la moral cristina no es perniciosa ni corruptora, así que no debería existir el temor al estudio de la religión pensando quizá que el sendero del evangelio adoctrinaría a los alumnos con dogmas contrarios a las consignas del más feroz capitalismo. Quien no sea cristiano y profese cualquier otra fe o ninguna de ellas, se beneficiaría del conocimiento de la historia de las religiones, que también es la historia de la humanidad y una forma de entender la otra historia, la de los hechos terrenales.
El estudio objetivo e imparcial de las religiones, ya sea el catolicismo, el islamismo, el budismo, el hinduismo, etc. es una manera más de enriquecer al alumno, de ampliar sus puntos de mira, y sería una iniciativa acertada para los que opten por una enseñanza laica. Una puntuación justa, tanto a los que estudien el catecismo como a los que elijan su alternativa, vendría a poner un poco de paz entre los bandos en litigio y, al menos, se habría solucionado uno de los muchos problemas que afectan a la educación de los estudiantes. Aún quedaría por solventar otro error garrafal en los planteamientos académicos: el de desestimar la memoria considerándola una potencia con pocas posibilidades. Memorizar sirve para recordar y el recuerdo impide el olvido. La memoria conduce a la inteligencia y una buena formación intelectual favorece la capacidad de interpretación. Pero parece que a nuestros políticos les importa poco el ejercicio neuronal de los ciudadanos, nos prefieren alienados, animalizados, así somos fácilmente controlables y se nos manipula mejor. En eso están, y eso conseguirán si nosotros les dejamos.
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