¿Existe Dios?
¿Existe Dios? No podemos saberlo. Dios sería la respuesta a la pregunta por el ser, por lo verdadero, por el bien, y estas tres preguntas, o estas tres personas, no sería sino una sola.
Pero el ser no responde. Es lo que llamamos mundo.
Pero lo verdadero no responde. Es lo que llamamos pensamiento.
¿Y el bien? Todavía no responde. Y es lo que llamamos esperanza.
¿Existe Dios? Existe por definición, sin que, no obstante, podamos tomar su definición por una demostración.
Esto es lo que hay de fascinante y de irritante a la vez en la famosa prueba ontológica, que atraviesa al menos desde san Anselmo a Hegel, el conjunto de la filosofía occidental. ¿Cómo se define a Dios? Como el ser supremo (san Anselmo: “El ser en relación con el cual es imposible concebir nada más grande”), el ser absolutamente infinito (Spinoza-Hegel). Ahora bien, si no existiera, no sería ni el más grande ni el más infinito: a su perfección, esto es lo menos que se puede decir, le faltaría algo. Por lo tanto, existe por definición: pensar a Dios (concebirlo como ser supremo, perfecto, infinito…), es pensarlo como existente. “De la esencia de Dios no puede separarse su existencia –dice Descartes-, del mismo modo que de la esencia de un triángulo rectángulo no puede separarse el que la suma de sus tres ángulos sea igual a dos rectos, o de la idea de una montaña la idea de un valle; de modo que no es menos contradictorio concebir un Dios (esto es, un ser soberanamente perfecto) al que le faltara la existencia (esto es, al que le faltara alguna perfección), que concebir una montaña sin valle alguno”. Se replicará que esto no demuestra que existan montañas y valles… ciertamente, responde Descartes, pero sí demuestra que montañas y valles son inseparables. Lo mismo sucede en el caso de Dios: su existencia es inseparable de su esencia, inseparable de él, pues, y por eso existe necesariamente. El concepto de Dios, dijo Hegel, “incluye en él el ser” Dios es el único ser que existe por esencia.
Que esta prueba ontológica no demuestra nada está bastante claro: de lo contrario, todos seríamos creyentes, lo que la experiencia basta para desmentir, o idiotas, lo que no puede probar. Por otra parte, ¿cómo podría una definición demostrar algo? Sería como pretender enriquecerse definiendo la riqueza… Cien francos reales no contienen nada más que cien francos posibles, señala Kant, pero soy más rico con cien francos reales “que con su simple concepto o posibilidad”. No basta con definir una suma para tenerla. No basta con definir a Dios para demostrar su existencia.
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