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Cierzo

Miedo a equivocarse

Miedo a equivocarse

El triunfo de la razón fría y árida, sin ninguna contaminación emocional y/o sentimental, ni influencia de las creencias religiosas asentadas en la fe, se produjo en Francia, en el siglo XVII. Un filósofo, a la vez que matemático y físico, de nombre René Descartes, padre de la filosofía moderna, fue el primero, con permiso de Aristóteles, que planteó la necesidad de resolver problemas de toda índole haciendo uso exclusivo de la razón, como también la forma de levantar desde la razón una perfecta construcción científica a imitación del modelo de la matemática, que desde los egipcios no había sufrido ninguna fuerte sacudida epistemológica, y esta es la causa de que se hubiera mantenido incólume al paso del tiempo. Así pues, la nueva filosofía debería basarse en la metodología deductiva de la matemática, que ofrece la máxima seguridad porque nace directamente no de la experiencia sensible incierta, sino de la misma razón.

En el fondo, la gran preocupación de Descartes era huir del error o el miedo a errar de nuevo. La filosofía se había equivocado demasiado a lo largo de la historia, por esta razón era urgente hacer una Filosofía sólida y coherente, que fuese duradera e impermeable no solo al error, sino a la misma duda. No se puede dudar de que se duda, dijo orgulloso Descartes cuando se atascó con la propia duda, quedándose encerrado en un callejón sin salida. Para él, dudar significaba pensar y esta es pues la piedra angular donde apuntaló su gran edificio racionalista. Un edificio que no mucho después sería en parte desmontado por los empiristas ingleses, que apostaron por la necesidad de conectarse con la realidad extra mental amparándose en los sentidos y acelerando el despliegue de las ciencias naturales fundamentadas en la observación sensible y en la experimentación.

Carecía de lógica no usar los sentidos externos e internos, -puesto que los tenemos, para algo han de servir-, y dejar que solo trabaje la razón, como bien observó Kant, ensamblando eclécticamente el mejor racionalismo dogmático continental europeo y lo mejor del empirismo inglés, rozando siempre el escepticismo. Kant despertó del sueño dogmático racionalista agitado por la filosofía de Hume. Querer apartarse del error es un acierto; creer que no se puede errar es un error y pensar que poseemos la verdad en exclusiva es vanidad, el peor de los errores.

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