Orgullo y prebendas
Les prometí hace unos pocos post que hablaría del inefable Arturo Fernández y aquí me tienen, cumpliendo con mi palabra en cuanto me he recuperado de la estupefacción causada por las declaraciones del empresario en las que explicaba su situación: “¿Que le debo a la Seguridad Social tres millones? Pues vale. Si le digo la verdad no sé lo que le debo al Estado. ¿Que le debo a Hacienda? Pues sí, señora, a mucha honra, como muchos españoles”. Y lo dijo tan campante, como si nada, orgulloso encima.
Claro que tanto despropósito solo se explica y se entiende en esta cueva Caco que es España, el paraíso del chanchullo, el fraude y la economía sumergida hasta profundidades abisales. Manifestaciones como las de Fernández hacen que los que pagamos impuestos nos sintamos a la vez estafados e idiotas. Estafados porque se supone que en una sociedad justa todos sus miembros deben contribuir al bienestar general en cantidad proporcional a sus bienes. Idiotas porque los ricos se nos ríen en la cara: evaden, especulan, escamotean dinero al fisco y esta situación penaliza a las rentas salariales y favorece al capital, pues las transacciones de bienes y servicios están gravadas y las financieras no.
Ya que el señor Rajoy anda metido en reformas estructurales de calado, lo que procede es que de una vez por todas reequilibre la carga fiscal que sufrimos los españoles en vez de aumentar los impuestos.
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