El valor de una vida
Qué poco valor le concedemos a una vida humana cuando la arrojamos a un cubo de basura, junto con otros desperdicios de los que queremos deshacernos.
El contenedor de basura se ha convertido en los últimos años en el final de unos bebés anónimos abandonados por sus madres al poco de nacer. Qué clase de mundo es éste en el que junto a los envases vacíos o los papeles viejos, mezclado con los restos de comida se puede encontrar a un niño.
Antes, las criaturas no deseadas se dejaban a la puerta de una iglesia, en el torno de un convento o ante la casa de una familia acomodada, ahora se les mete en una bolsa de plástico y se espera que la incineradora haga el resto, convirtiendo en cenizas una existencia que no ha llegado a ser, que incomoda.
Cada vez que un hecho semejante ocurre, se busca a la madre, a esa mujer desnaturalizada sin instinto maternal, a la parturienta, pero la culpa del infanticidio no es solo femenina. Ella es la mano ejecutora del crimen, pero nadie buscará al padre, ni se investigarán las causas que llevaron a esa madre a tirar a su hijo a la basura tras el primer llanto. Nadie nos acusará a nosotros, que hemos creado una sociedad donde una vida humana vale lo mismo que una monda de patata.
El contenedor de basura se ha convertido en los últimos años en el final de unos bebés anónimos abandonados por sus madres al poco de nacer. Qué clase de mundo es éste en el que junto a los envases vacíos o los papeles viejos, mezclado con los restos de comida se puede encontrar a un niño.
Antes, las criaturas no deseadas se dejaban a la puerta de una iglesia, en el torno de un convento o ante la casa de una familia acomodada, ahora se les mete en una bolsa de plástico y se espera que la incineradora haga el resto, convirtiendo en cenizas una existencia que no ha llegado a ser, que incomoda.
Cada vez que un hecho semejante ocurre, se busca a la madre, a esa mujer desnaturalizada sin instinto maternal, a la parturienta, pero la culpa del infanticidio no es solo femenina. Ella es la mano ejecutora del crimen, pero nadie buscará al padre, ni se investigarán las causas que llevaron a esa madre a tirar a su hijo a la basura tras el primer llanto. Nadie nos acusará a nosotros, que hemos creado una sociedad donde una vida humana vale lo mismo que una monda de patata.
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