Sueños marchitos
A veces tengo ganas de morir.
A veces no tengo ganas de vivir.
La esperanza de la muerte
hace que la vida sea más bella,
eterna bajo el peso de mármol de los días.
Hoy ya no queda nada de la luchadora que fui
cuando con el alma exhausta
vivía el fulgor de la libertad y de los sueños.
Llevar una existencia clandestina y sin arraigo,
transitar por territorios inhóspitos,
sobrevivir indemne y traicionada, incomunicada.
Escapar de la fatalidad
antes de caer fulminada
por esta realidad implacable y gris,
por sombras que yo misma tejí.
Vivo horas inmóviles,
un tiempo detenido
ante el inminente acto final.
Caerá el telón,
caeré con los ojos envenenados de fatiga.
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