Historia del feminismo
En agosto de 1789, un mes después de que se produjera la toma de la Bastilla, la Asamblea Nacional francesa proclama la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. Durante los días 5 y 6 de octubre de 1789, cerca de seis mil parisinas marcharon hacia Versalles y consiguieron que el rey Luis XVI y su esposa María Antonieta dejasen de ignorar los problemas de su pueblo y se trasladaran a París. Fue tal la actividad que desarrollaron estas mujeres que los comités revolucionarios les prohibieron salir de las casas bajo el pretexto de que era peligroso, pero ellas no se resignaron, querían formar parte de los acontecimientos y para protestar por esa prohibición se sentaron en las puertas de sus casas a hacer calceta y, de paso, no perderse nada de lo que ocurría.
Dos años después, Olimpia de Gouges publica la versión feminista de la Declaración: “Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana”. Lástima que tanto esfuerzo por parte de las mujeres acabase en una triste derrota. No solo no consiguieron los derechos que proclamaban, sino que se implantó el Código Napoleónico, que obligaba a las mujeres a quedar bajo la tutela de un varón. Se cerraron los lugares de encuentro y se prohibieron las reuniones, muchas mujeres acabaron en la guillotina y todas fueron confinadas en el hogar prohibiéndoseles cualquier participación en la política.
Llegó el siglo XIX y la lucha de las mujeres por sus derechos, que había comenzado durante la Revolución, se reanudó. Había nacido el feminismo. El Movimiento para los Derechos de las Mujeres surgió en Norteamérica, fue el siguiente paso de las mujeres tras haber participado activamente en el movimiento contra la esclavitud que comenzó en 1830. Las llamadas “sufragistas” tomaron la bandera de la igualdad y colaboraron activamente en la recogida de firmas y peticiones contra la esclavitud. Sin embargo, pese a sus esfuerzos y al trabajo invertido, se quedaban al margen en los momentos decisivos. Al percibir la situación social y personal de los esclavos negros, las mujeres advirtieron que la suya no era mucho mejor: vivían confinadas en la esfera doméstica y carecían de derechos. La constatación de la realidad fue el revulsivo necesario para que el movimiento se extendiera por todo el mundo solicitando el derecho al voto para las mujeres, querían participar en las decisiones políticas a través del voto, acceder al Parlamento y allí cambiar las leyes que las consideraban como propiedad legal de sus maridos y les impedían acceder a la educación o a cualquier profesión que permitiera su autonomía. El Movimiento de los Derechos de las Mujeres avanzó rápido y poco a poco casi todos los países reconocieron el sufragio universal.
La historia no terminó aquí. Tras la Segunda Guerra Mundial, Simone de Beauvoir publica su obra El segundo sexo, en ella afirma que “la mujer no nace, se hace”. Esta aseveración echa por tierra la creencia de que la naturaleza determina la forma de ser mujer y hombre y da relevancia al peso de la cultura en la formación de la identidad masculina y femenina. Las reflexiones de Simone de Beauvoir fueron un referente importantísimo para las nuevas generaciones. La mujer ha logrado el derecho al voto y a la educación, ahora reivindica el derecho a controlar su maternidad, la participación política y la condena de la violencia.
Gracias a las miles de mujeres que durante siglos se han rebelado ante una situación injusta, la igualdad entre mujeres y hombres entró a formar parte de la agenda política nacional e internacional. Así, en 1975, la ONU organiza en México la primera Conferencia Mundial sobre la Mujer y se declara ese año el Año Internacional de la Mujer. De esta primera Conferencia Mundial nace un “Plan de Acción”, cuyo resultado fue la proclamación por la Asamblea General de la ONU del “Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer” (1975-1985). Desde entonces ha habido cuatro Conferencias Mundiales. La última en Pekín, en 1995, donde se declara que los derechos de las mujeres son derechos humanos. La carta de compromisos aprobada en Pekín se volvió a ratificar en Nueva York en el año 2005.
El final de la historia por los derechos de las mujeres aún está por escribir. Aunque han pasado más de cien años desde los primeros logros de las sufragistas, aún hay algunos países que no reconocen a las mujeres el derecho a votar ni el de ser elegidas en las elecciones y la Organización Internacional del Trabajo afirma que, al ritmo actual, las mujeres tardarán cinco siglos en conseguir la igualdad. Por eso la lucha debe continuar. El objetivo vale la pena.
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