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Manual de castigos infantiles

Manual de castigos infantiles

El pasado 30 de septiembre, comenzó en Estados Unidos el juicio contra un matrimonio de Washington acusado de maltratar a su hija adoptada hasta provocarle la muerte, habían empleado un manual de castigo muy popular entre los padres que educan a sus hijos sin llevarlos a la escuela, una práctica común entre los 80 millones de cristianos evangélicos del país que, por motivos religiosos, no quieren que a los niños se les enseñe la teoría de la evolución, por ejemplo. Para estos padres, el pastor evangélico de Tennessee, Michael Pearl, ha escrito el polémico libro Cómo educar a tu hijo, editado por primera vez en 1994. De la obra se han impreso 670.000 copias y que se han hecho traducciones a numerosos idiomas, entre ellos el español.

El primer capítulo del manual comienza así: “Pégale a tu hijo”, y las recomendaciones siguientes son de una inefable crueldad. “Una experiencia particularmente dolorosa para la madre lactante es el bebé que muerde. Mi esposa no perdió tiempo para encontrar un remedio. Cuando el bebé le mordía, ella le tiraba del cabello (hay que buscar una alternativa para los bebés sin pelo)”, escribe Michael Pearl, padre de cinco criaturas. La tesis central del libro es que la Biblia aconseja el uso de la fusta, a la que llama varita mágica: “Puede ser que experimentes sentimientos que te impidan pegarle a tu hijo, pero eso no es amor. Dios, que creó a los niños, y sabe lo que más les conviene, ordena a los padres que usen la fusta”.

Otra indicación para poner a prueba a los niños consiste en distribuir armas de fuego cargadas por toda la casa y pegarles con la vara cuando se acerquen a ellas. Los consejos son muy específicos: “Para el menor de un año, basta una vara de sauce, de 25-30 centímetros de largo y medio centímetro de diámetro, sin nudos que le puedan cortar la piel”. Aconseja enfáticamente pegarles a los niños con una tubería flexible de plástico, de 0,6 centímetros de diámetro, porque duele, pero no daña gravemente la piel.

Fue precisamente una tubería así la que acabó con la vida de la pequeña Hana, nacida en Etiopía y adoptada, junto a su hermano menor, por el matrimonio formado por Larry y Carri Williams, del estado de Washington. Hana, de 11 años, apareció muerta en el patio de la casa familiar en mayo, desnuda, desnutrida y congelada. Sus padres, fieles seguidores de la doctrina Pearl, la habían sometido a un castigo corporal implacable. En el juicio por homicidio abierto contra ellos, se declararon inocentes. El siniestro castigo con la tubería ya se ha cobrado otra víctima. En 2010, la pequeña Lydia Schatz, de siete años, moría en California a causa de las heridas y hemorragias que le provocó una brutal paliza, con recesos para rezar. Sus padres adoptivos, Kevin y Elizabeth Schatz, se declararon culpables y están ambos en prisión.

En Estados Unidos se preguntan hasta dónde pueden aplicar los padres el castigo corporal. La respuesta es sencilla y fácil de aplicar. Más cariño y comprensión y menos varitas mágicas, que nada solventan.

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