¿Necesito un e-book?
¿Ya tienes un e-book?, me pregunta una compañera. No, le respondo. Ella me mira con cara de extrañeza, daba por hecho que siendo yo lectora empedernida y escribiendo, dispondría de uno de esos artefactos de lectura.
¿Cómo explicarle a un profano que al abrir un libro experimento sensaciones erógenas? Cojo un libro y siento que me impregno de él, de su esencia. A través del tacto percibo el gramaje y las características de su tibia piel, me llega la suavidad de las hojas, el perfume de la tinta mezclado con el del cloro del papel. Lo admiro, advierto brillos, colores, matices. Huelo. Veo. Toco. Escucho la voz de las palabras escritas. Disfruto.
Quizás quedemos pocos en la pequeña aldea de lectores irreductibles de libros, pero no estamos dispuestos a rendirnos. Nos atacan, pero resistiremos. No odiamos los nuevos cachivaches electrónicos, pero el e-book es otra historia. Nadie le niega las ventajas que ofrece para trabajar y documentarse: es ligero, fácil de transportar y puede contener un montón de obras. Pero una cosa es trabajar y otra cosa es leer.
Los lectores mantenemos una relación de intimidad con los libros que nos vuelve posesivos. Ese libro que adquirimos es nuestro y de nadie más, nos pertenece y jamás se lo prestaremos a nadie porque somos nosotros quienes hemos abierto sus tapas por primera vez en un estreno memorable, en un festival para los sentidos que solo nosotros disfrutamos. El libro conserva la caricia de nuestras manos, algo que jamás tendrá el e-book.
Es cierto que da igual leer una obra en un libro, en el ordenador o en el e-book, lo importante es el contenido y no tanto el continente. Pero en los dos últimos casos el vínculo sagrado se pierde. Ya no hay calidez ni contacto físico con las páginas de papel, ni aromas, ni sensaciones. No hay nada.
Los lectores de libros perderemos la batalla. Es una cuestión de tiempo. No podremos detener el avance arrollador de las nuevas tecnologías y tendremos que claudicar. Las bibliotecas sin libros. Las librerías sin libros. Los lectores sin libros. No se me ocurre un futuro más desolador.
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