Encontrarle sentido a la vida
Los seres humanos tendemos a la excentricidad intelectual, a la parcialidad, a la compartimentación de la vida y de sus problemas. Eso si no caemos en el egoísmo más recalcitrante. Es posible que este desenfoque corresponda a un intento de la mente por mantenerse sana entre tantos inputs y estímulos como recibe. Lo que resulta lamentable es que a caballo entre –ismos e –istas parciales se pierda el norte. Las agendas se llenan de actos que organizan oenegistas, animalistas, asambleístas, catequistas… El hombre completo, global, integrador, se halla en vías de extinción. La pregunta de por qué no se indigna hoy la gente es retórica: la indignación está, como casi todo, parcelada y dividida. Se le ha aplicado a los ciudadanos el principio bélico de divide y vencerás
Tiempo atrás, casi todos los habitantes del mundo conocían el sentido de su existencia: la vida humana es un lapso de prueba para el alma, quien se acerca a Dios y a su doctrina consigue la auténtica vida, la vida eterna al lado del Padre y de sus seres queridos. Así pues, el objetivo de vivir era hacerlo conforme a las propuestas del programa de salvación, una especie de filantropía oriental con toques místicos. Si vivir es un penar en el valle de lágrimas, morir es el paso necesario para alcanzar la vida eterna. Todavía quedan personas que piensan de esta manera, en cristiano. Y a su manera son felices, y lo más importante, son objetivamente coherentes y consecuentes. También son felices, coherentes y consecuentes las personas sin creencias religiosas, que saben que al final de sus días hay un non plus ultra y se aplican el carpe diem de los clásicos. También los agnósticos y los ateos conocen el sentido de la vida. Y los que dudan y se pasean por el filo de la navaja de la creencia y la descreencia. La mayoría de personas, en cambio, ignoran qué sentido tiene la vida y, por descontado, si tiene sentido la muerte, la propia y la de los demás. Si uno no sabe ni eso, ni por qué ha de morir, y le da igual planteárselo, difícilmente dará sentido a su vida.
Aunque solo fuera por principio de supervivencia: tengo que saber dónde está el peligro para caminar en dirección contraria; aunque fuera por aplicar el principio escolta: procuraré dejar el mundo mejor de cómo lo he encontrado, cada hijo de vecino debería saber qué hace en esta vida, plantearse el sentido de sus días. ¿Hay algo más triste que no saber qué finalidad tiene tu vida?
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