El nuevo icono
No disparen al mensajero
No tiene tanta importancia saber quién es Julian Assange, lo relevante es saber qué significa. Más aún si tenemos en cuenta las palabras de Sarah Palin referidas al periodista australiano: “Hay que cazarlo como a Osama bin Laden”, y si consideramos la cacería legal que articula el congresista republicano Peter King al solicitar que WikiLeaks sea declarada una organización terrorista, lo que, según Estados Unidos, la equipara a Al-Qaeda y permitiría que sus miembros sean secuestrados y torturados, así como todos los que contribuyan económicamente a sustentarla y quienes lean sus documentos filtrados.
Julian Assange es ya en un personaje histórico. De ser un perfecto desconocido ha pasado a convertirse en un icono mundial. Doscientos cincuenta y un mil cables estadounidenses sobre las guerras de Afganistán y de Irak, considerados secretos de estado, han quedado expuestos a la opinión pública mundial y hacen de Assange un proscrito. Se le aplica la euro-orden que entró en vigor al día siguiente del 11-S, uno de esos tejemanejes seudolegales que pone en marcha el gobierno USA cuando le sale de la gorra. Curiosamente, ningún país puede actuar contra espías o militares norteamericanos, pero Estados Unidos se propone llevar a los tribunales, con la aquiescencia del gobierno sueco, a un periodista que ha divulgado documentos oficiales y juzgarle con una Ley de Espionaje de hace un siglo. Parece que nada ha cambiado en la era Obama.
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