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Cierzo

Perdona, me llaman

Reconozco que es muy práctico en ocasiones puntuales, pero el teléfono móvil sigue sin apasionarme. Mi número lo tienen personas contadas. Llamo cuando es imprescindible, prefiero hablar cara a cara. Y al quedar con alguien, el aparato permanece desconectado. Si quieren comunicarme algo urgente, ya insistirán y si no lo hacen es porque mi papel en la resolución de la urgencia no resulta esencial.

Me molesta la mala educación de los demás, estar en plena tertulia y que suene el timbre de un móvil rompiendo el hilo de la conversación. Perdona, me llaman. Acto seguido, te dejan de lado, te conviertes en alguien invisible con cara de idiota, soportas una conversación trivial y unas risas que te importan un bledo. Si yo no lo hago por respeto a mi interlocutor, ¿por qué tengo que soportar que me releguen?

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