Damien Hirst
Pocas exposiciones en la Tate Gallery de Londres han levantado tanta controversia como la retrospectiva que se ha inaugurado el 3 de abril sobre Damien Hirst, el artista británico, famoso por su calavera recubierta de diamantes y sus tiburones y vacas conservados en formol, es el más rico del mundo, su fortuna se estima en unos 240 millones de euros. La polémica le acompaña allí donde va y algunos expertos consideran que Hirst no debería estar en este templo del arte contemporáneo. "Hirst no debería estar en la Tate. Simplemente, no es un artista", explicaba un crítico de arte en el diario The Independent. "Su arte no vale nada. No es que sea bueno, malo o regular. Es que simplemente no es arte", añadía.
Pese a los comentarios negativos, la exposición se ha convertido en la mayor atracción cultural de Londres. La retrospectiva ofrece 70 obras de Hirst realizadas en los últimos 25 años y permite ver la evolución de su carrera. Si algo se mantiene a lo largo de todos estos años es la intención de provocar al espectador. Una de sus obras tempranas es un juego de ocho sartenes de colores colgadas en una pared blanca. Otra de las obras, ésta de los años 90, es una enorme caja de cristal llena de moscas vivas que se alimentan de una cabeza de vaca en descomposición. ¿Son arte? "Hirst es un fenómeno, una de las mayores expresiones del arte británico. De esto no hay duda", asegura el director de la Tate, Chris Dercon.
Hirst empezó su carrera siendo miembro del movimiento Jóvenes Artistas Británicos que se hicieron famosos por sus técnicas impactantes, el uso de materiales reciclables y su visión empresarial del mundo del arte. Ganó el Premio Turner en 1995, uno de los más prestigiosos del mundo, y su vida y obra han sido llevados incluso a las escuelas de negocios. La London Business School enseña a sus alumnos de MBA cómo desarrollar negocios de éxito a partir de la experiencia de Hirst.
El olfato de Damien Hirst para los negocios quedó patente en 2008, cuando decidió subastar sus obras en Sotheby’s sin contar con sus intermediarios habituales, las galerías Jopling y Gagosian. Así consiguió recaudar 133 millones de euros, diez veces más de lo previsto, y dejó en entredicho el papel de las galerías como canal de venta casi exclusivo en el mundo del arte. Otro de sus logros artístico-mercantiles es el negocio de la calavera, una de las obras más conocidas de Hirst. Se trata de la pieza denominada Por el amor de Dios, un cráneo cubierto con 8.601 pequeños diamantes y un gran diamante rosa que se sitúa en la frente.
El arte es un negocio y, para demostrarlo, la Tate Gallery explota el tirón de la famosa calavera con el merchandising. Camisetas, llaveros, cuadernos y tazas de café pueden comprarse como recuerdo de la exposición.
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