El hombre que enseña
El mundo no sería el mismo sin el pensamiento de Michel de Montaigne, creador del ensayo como corpus definido de la literatura y transmisor de la inteligencia y la moral grecolatinas.
Montaigne nació en Perigort (Francia), en 1533, y uno de los aspectos más sorprendentes de este intelectual es la absoluta vigencia de sus ideas, esto nos incita a relativizar nuestra modernidad y nos revela que los problemas de los seres humanos son siempre los mismos y perduran a través de los siglos. Reflexiona sobre la maravillosa simplicidad de la vida: "Qué milagro es que esta gota de semilla de la que procedemos lleve en ella impresos no solamente la forma corporal, sino también los pensamientos y las inclinaciones de nuestros padres". Declara su beligerancia contra los médicos. Su padre, dice, vivió setenta y cuatro años sin haber probado nunca una medicina, algo que él imitó. Siguiendo a Epicuro, el ensayista declara: "deben evitarse los placeres si comportan dolores más agudos y se han de buscar los dolores que comporten placeres más grandes". Reivindica el concepto de salud y vida. Sin salud no hay una vida justa y deseable, dice, y explica que hasta Hipócrates, que tampoco es juzgado con benevolencia, no existía rastro de medicina. Ilustra su aversión a los médicos con un diálogo: un médico hace un comentario a favor de su trabajo y un caballero le contesta que cómo no va a ser un gran trabajo, si le permite matar a quien quiera sin ningún problema ni queja.
Las mujeres, la vanidad, la sabiduría, la conciencia, los poderosos, todo lo humano y lo divino es tocado por Montaigne.
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