Memoria traidora
Lo vivido y lo imaginado pesan lo mismo en la memoria y la historia personal se funde con los acontecimientos. Por eso es un alivio tener buenas razones para relativizar el valor de la memoria. ¿Hasta qué punto nos pertenece lo ocurrido y hasta qué punto somos capaces de hacernos cargo de la realidad?
Una parte de los recuerdos que alberga nuestra memoria es cierta, otra es una mezcla entre realidad y fantasía y, por último, hay una parte completamente ficticia. Es precisamente ésta la que origina dramas personales y conflictos psicológicos.
Nuestro cerebro no registra la información tal y como es, sino que almacena una interpretación, una reconstrucción de vivencias pasadas. Por su especial naturaleza, la memoria se modifica con el paso del tiempo y las experiencias acumuladas, llegando al punto de olvidar acontecimientos pretéritos o de reinterpretarlos, distorsionarlos, confundirlos e incluso imaginarlos.
Los científicos han averiguado que la memoria es traicionera, no sólo porque olvida con facilidad, a veces de forma deliberada y como una estrategia de supervivencia, sino porque puede confundir escenas imaginadas con la realidad, a las que se recurre en ocasiones con fines terapéuticos. En los años ochenta se pusieron de moda las técnicas regresivas en las que el psicoterapeuta, mediante hipnosis, llevaba al paciente a los abismos de su conciencia para sacar de ella el tesoro de vidas anteriores, viajes astrales, abducciones por extraterrestres, posesiones del diablo y traumáticos abusos infantiles. La ciencia tardó un tiempo en advertir que los recuerdos propiciados por la hipnosis no eran verdaderos, eran inducidos. Se han recopilado suficientes evidencias como para afirmar que la gente no sólo construye falsos recuerdos sino que además se los cree por completo. Incluso, los recuerdos más peregrinos y fantasiosos pueden ser implantados en la memoria mediante simple sugestión.
La psicóloga Elizabeth Loftus y sus colegas de la Universidad de California realizaron un estudio en el que se implantó un recuerdo completamente imposible: Un hombre disfrazado de Bugs Bunny saludaba y abrazaba a los niños en Disneylandia. El equipo de Loftus reclutó a un grupo de personas que había visitado este parque temático y el treinta y seis por ciento de los voluntarios reconoció haber saludado a Bugs Bunny en su visita. Por ser un personaje de la competencia, de la Warner Brothers, el Conejo de la Suerte no se encuentra en ningún recinto Disney.
El pasado es una ficción y la superficialidad de los escenarios de la memoria que revivimos de continuo es un obstáculo que ni siquiera nos sirve para entender correctamente el presente. Llegamos a saber quiénes somos porque nos acordamos de nuestras vivencias y acertamos a conectarlas, por eso perder la memoria equivale a perder la personalidad.
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