Elegir
Albert Camus se hacía la siguiente pregunta: "¿Me suicido o me tomo una taza de café?" Su intención era la de resaltar que en la vida siempre hay que elegir. Lo hacemos cada segundo del día y siempre existen alternativas. La vida humana se define dependiendo de las opciones que tomemos.
Cada mañana nos levantamos de la cama, vamos al baño, nos aseamos, nos lavamos los dientes. Cada parte de nuestro ritual matutino implica una elección. No es obligatorio ducharse, ni ponerse ropa interior, afeitarse o maquillarse. Antes de salir de casa ya hemos tomado un montón de decisiones sin que ni siquiera nos demos cuenta de que hemos elegido. Podríamos dejar de hacer todas esas cosas, pero no nos lo planteamos, son actividades tan arraigadas, tan habituales, tan automáticas, que no contemplamos las alternativas. Durante el fin de semana pueden variar algunas rutinas: quedarnos un rato más en la cama, ducharnos nada más levantarnos o dejarlo para más tarde, saltarnos el afeitado o el maquillaje. Sin embargo, entre semana, somos unos autómatas.
Sí, cuesta admitir que nos hemos robotizado y funcionamos con el piloto automático, no obstante, y aunque no lo parezca, esto supone una ventaja. Si cada acto de nuestra vida fuera intencionado y consciente, ninguno de nosotros soportaría esta carga. Nunca antes en su historia las personas se habían enfrentado al número de elecciones que tenemos que hacer ahora.
Probablemente a nadie le gustaría que nos quitasen la libertad de elección en cualquiera de las facetas de nuestra vida que consideramos importante, pero el cúmulo de opciones pequeñas y adicionales nos provoca un estrés y una insatisfacción considerables, pues elegir bien no es asunto fácil. A la hora de comprar un coche hemos de valorar la seguridad, la fiabilidad, el consumo de gasolina, el estilo, el tamaño, el precio, el color, los extras, la garantía que nos ofrece el fabricante... Y después de haberlo adquirido podemos descubrir que no es tan cómodo como pensábamos, que consume más de lo que nos indicó el vendedor o que el color no importaba tanto. Incluso con un número limitado de opciones, llevar a cabo el proceso de elección puede resultar una tarea ardua. Al aumentar el número de opciones, el esfuerzo necesario para tomar la elección correcta pasa con frecuencia de ser una bendición a ser una carga. Esto explica por qué no siempre conseguimos tomar las decisiones de manera eficaz.
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