Sioux
Por razones que no ha menester explicar, los sioux, nativos americanos, denominaban a los blancos: wasicu (perros ladrones). Los colonos europeos les arrebataron a los indios sus tierras, se apropiaron del oro que había en ellas y casi lograron exterminarlos, sometiéndolos al poder y a las leyes del hombre blanco, que violó casi todos los tratados que él mismo había redactado. Para más inri, la montaña sagrada Paha Sapa, Black Hills, el centro del mundo para los sioux y el lugar donde los guerreros tenían visiones y hablaban con el Gran Espíritu, fue profanado al construirse en sus moles de granito un monumento en memoria de cuatro presidentes norteamericanos: George Washington, Thomas Jefferson, Abraham Lincoln y Theodore Roosvelt.
En la actualidad los indios viven confinados en reservas, en las tierras yermas que los blancos no quisieron para ellos. Los sioux, pueblo cazador que alcanzó la gloria luchando, jamás habían sido agricultores, no sabían cultivar la tierra y se esperaba que obtuviesen el sustento labrando los áridos pedregales que tenían asignados. Sin búfalos, sin poder fabricarse su ropa y sus armas, sin alimentos, los indios dependían por completo de las raciones que les suministraba el Gobierno estadounidense y fueron muchos los que murieron debido al hambre y a las enfermedades.
Para ponerle un contrapunto a una historia plagada de infamias, hace sesenta años, el artista de origen polaco Korczak Ziolkowski empezó a tallar en Las Colinas Negras, Dakota del Sur, una gigantesca estatua ecuestre de Tashunka Witko, más conocido como Caballo Loco, un guerrero imbatible que nunca aceptó pactar con el hombre blanco ni vivir en sus reservas y que murió el 7 de septiembre de 1877 de un bayonetazo en la espalda. Cuando se concluya, la escultura tendrá 170 metros de alto por 194 de largo y será un justo desagravio después de años de injusticias y atropellos contra el pueblo indígena americano.
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alexander -