El infierno del Polo Norte
Cada verano la misma canción: ¡Sube el aire! ¡Baja el aire! El aire acondicionado genera discusiones en el trabajo. Mientras los hombres se quejan de estar achicharrados, las mujeres protestamos por pasar frío. El público llega sudando de la calle y agradece el fresco, pero como también vienen niños pequeños, que se resfrían con mayor facilidad, las madres tienden a requerir una temperatura media. Resultado: Nadie está contento.
En mi oficina hay un concienciado con el ahorro de energía que reivindica los 25º, sin considerar que a lo largo de la mañana han desfilado más de doscientas personas por la sala, ayudando a incrementar la temperatura.
La Asociación Española de Expertos en Patologías Emergentes ha realizado el Estudio Cometa sobre el comportamiento de la población española respecto al uso del aire acondicionado. El estudio dice que 1 de cada 5 personas que tienen aire acondicionado ha sufrido alguna vez molestias relacionadas con su uso. En general son molestias menores: resfriados, problemas de garganta, dolores de cabeza... Y sólo un 0,4% de los problemas han sido importantes y han requerido atención médica.
Nos pasamos el verano sometidos a bruscos cambios de temperatura: en la calle estás a 39º y al entrar en el super te has de aclimatar a 19º, cuando los expertos advierten que una diferencia de 10 o 12 grados entre dentro y fuera puede afectar a la salud. Y no todos los aparatos consiguen crear una atmósfera idónea en cuanto a temperatura, humedad, limpieza y distribución de aire. Algo que no preocupa al usuario, que en su mayoría ignora que una humedad superior al 60% puede ocasionar el desarrollo de hongos y otros microorganismos patógenos.
Durante la canícula estival, todos sufrimos las consecuencias del aire acondicionado. Juan José Millás describe los sinsabores del polémico aparatejo en un magnífico cuento que les recomiendo: Viaje al centro del aire acondicionado.
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