A piñón fijo
Hay un tipo de gente que me repugna, son personas vacías que se quedan en la superficie; el tipo de individuos que te juzgan por la ropa que llevas, por el coche que conduces o por el importe de tu nómina. No quieren conocerte más a fondo, no te dan la oportunidad de explicar qué piensas ni tienes ocasión de mostrarles quién eres. No les importas, pero se permiten aconsejarte para que llegues a ser como ellos.
Me revienta que gente que jamás se ha salido ni un milímetro del guión que otros han escrito, que siempre hace aquello que se espera que haga, que incluso ha condicionado su vida porque un padre o un jefe le ha marcado la pauta a seguir y se ha quedado sola y aislada en su triste monotonía, te critique por hacer de tu vida una aventura, por experimentar cosas nuevas, por luchar por tus sueños o por intentar volar en un mundo en el que la mayoría se arrastra por el suelo.
Con la edad te ablandas o te vuelves más contestatario. Tanto una cosa como la otra presentan aspectos negativos, pero a poco inteligente que seas, aprendes a creer en la gente que duda, que se equivoca, que fracasa y tiene narices y energía para seguir arriesgándose. Sólo quien se siente libre intenta mantenerse erguido contra todo y contra todos y conserva el valor para continuar buscándose a sí mismo y ser él. Todo un lujo entre tantos clones.
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