Teoría de la tortilla
Yo no me considero feminista, de hecho, detesto todos los "ista", pero he elaborado mi propia teoría respecto a hombres y mujeres, la denomino: Teoría de la tortilla, y es la siguiente:
En algún momento de la historia, quizás en la Prehistoria, la mujer, ves a saber si por imperativo biológico o cultural, se hizo acomodaticia. Descubrió las ventajas de tener un macho a su servicio, que cada mañana saliera a partirse los "cuernos" para defenderla y proporcionarle el sustento, mientras ella se quedaba resguardada en su cueva, al calor de una confortable fogata. El coste era mínimo, bastaba con recibir al macho cada noche con los ojos húmedos de admiración y decirle: Cariño, eres mi héroe. Y el pobrecito se lo creía.
La mujer, debido a la portentosa intuición de su cerebro "menos evolucionado", posee una mente rápida que la coloca un paso por delante del varón, y se aprovechó del punto flaco de su compañero, entiéndase vanidad, ego desmedido, amor propio o como se lo quiera llamar, para manipular al macho. Durante un tiempo, él no lo advirtió, estaba demasiado ocupado midiéndose las fuerzas, el pene o lo que fuera con sus congéneres masculinos, pero un día su cabecita de primate sapiens cayó en la cuenta y, reconociendo que jamás convencería a la mujer con la fuerza de sus argumentos, la avasalló con la fuerza bruta.
Entonces la tortilla, si es que se había inventado, dio la vuelta, y el hombre se vengó con creces por la humillación sufrida. Ya se sabe que el ego masculino no está para muchos trotes y se quiebra con la facilidad de un murano. Desde allá hasta acá todos conocemos qué ha ocurrido. La mujer, tal vez por su culpa, se convirtió en objeto de uso y abuso. La Iglesia la clasificó en dos grandes grupos: las putas y las demás. Los hombres las violaron, las maltrataron, las relegaron... con absoluta impunidad, pues Dios y sus secuaces bendecían la barbarie de sus actos. Hasta que la tortilla, que ya estaba bastante socarrada de ese lado, volvió a girar, y la mujer se tornó combativa, dispuesta a luchar con (contra) el hombre en la palestra de la vida. Algunas se pasaron de rosca en el intento de equiparación al varón, jugaron al peligroso juego del quítate tú "pa" ponerme yo, y, como es lógico, los hombres no se lo permitieron, y cargaron tintas, armas y cuanto fue preciso para hacerlas pasar por castradoras, feministas e histéricas.
Hoy la tortilla está haciendo una pirueta en el aire, y hombres y mujeres aguardamos expectantes ver de qué lado cae. Esperemos que no sea del que ya estaba churruscado, y ambos sexos, con nuestras diferencias y nuestras similitudes, seamos capaces de coexistir en armonía y sin que uno tenga que estar necesariamente "encima" del otro, postura sólo excusable en la cama y otras superficies practicables.
En algún momento de la historia, quizás en la Prehistoria, la mujer, ves a saber si por imperativo biológico o cultural, se hizo acomodaticia. Descubrió las ventajas de tener un macho a su servicio, que cada mañana saliera a partirse los "cuernos" para defenderla y proporcionarle el sustento, mientras ella se quedaba resguardada en su cueva, al calor de una confortable fogata. El coste era mínimo, bastaba con recibir al macho cada noche con los ojos húmedos de admiración y decirle: Cariño, eres mi héroe. Y el pobrecito se lo creía.
La mujer, debido a la portentosa intuición de su cerebro "menos evolucionado", posee una mente rápida que la coloca un paso por delante del varón, y se aprovechó del punto flaco de su compañero, entiéndase vanidad, ego desmedido, amor propio o como se lo quiera llamar, para manipular al macho. Durante un tiempo, él no lo advirtió, estaba demasiado ocupado midiéndose las fuerzas, el pene o lo que fuera con sus congéneres masculinos, pero un día su cabecita de primate sapiens cayó en la cuenta y, reconociendo que jamás convencería a la mujer con la fuerza de sus argumentos, la avasalló con la fuerza bruta.
Entonces la tortilla, si es que se había inventado, dio la vuelta, y el hombre se vengó con creces por la humillación sufrida. Ya se sabe que el ego masculino no está para muchos trotes y se quiebra con la facilidad de un murano. Desde allá hasta acá todos conocemos qué ha ocurrido. La mujer, tal vez por su culpa, se convirtió en objeto de uso y abuso. La Iglesia la clasificó en dos grandes grupos: las putas y las demás. Los hombres las violaron, las maltrataron, las relegaron... con absoluta impunidad, pues Dios y sus secuaces bendecían la barbarie de sus actos. Hasta que la tortilla, que ya estaba bastante socarrada de ese lado, volvió a girar, y la mujer se tornó combativa, dispuesta a luchar con (contra) el hombre en la palestra de la vida. Algunas se pasaron de rosca en el intento de equiparación al varón, jugaron al peligroso juego del quítate tú "pa" ponerme yo, y, como es lógico, los hombres no se lo permitieron, y cargaron tintas, armas y cuanto fue preciso para hacerlas pasar por castradoras, feministas e histéricas.
Hoy la tortilla está haciendo una pirueta en el aire, y hombres y mujeres aguardamos expectantes ver de qué lado cae. Esperemos que no sea del que ya estaba churruscado, y ambos sexos, con nuestras diferencias y nuestras similitudes, seamos capaces de coexistir en armonía y sin que uno tenga que estar necesariamente "encima" del otro, postura sólo excusable en la cama y otras superficies practicables.
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