Un borsalino, una gabardina y un cigarrillo
Bogart había muerto muchas veces en la pantalla, sobre todo en el inicio de su carrera cinematográfica como secundario "malvado", cuando era ejecutado por sus delitos o acribillado por sus enemigos. Luego, convertido ya en rutilante y poco convencional estrella de Hollywood, dejó de ser el "malo" para encarnar personajes más complejos y ambiguos, en los que, a veces, también moría. Pero fue el 14 de enero de 1957 cuando el cáncer mató a Humphrey De Forest Bogart en la vida real.
El inolvidable Rick Blane de Casablanca era un hombre sobrio e íntegro en un mundo tendente al artificio, la vanidad y las ambiciones. Él destacaba en el reino de la hipocresía con su sinceridad, por eso Bogart tenía el respeto de sus colegas más independientes, gente como Katharine Hepburn o John Huston.
Durante su funeral le acompañó una miniatura del Santana, el barco de Bogart, un apasionado del mar, tanto, que quiso que sus cenizas se esparcieran sobre el Pacífico. Las autoridades no lo permitieron aduciendo que era un acto ilegal, así que sus restos reposan finalmente en una urna depositada en el Memorial Garden, en el cementerio del Bosque de Los Ángeles. Junto a la urna hay un silbato de oro, el que se regalaron en su boda Bogart y Lauren Bacall, un recuerdo a esa memorable frase de Tener o no tener, película en cuyo rodaje se conocieron, y en la que Humphrey le decía a la Bacall: "Si me necesitas, sílbame".
Bogart fue un mito en vida y lo continuó siendo después de su muerte. El icono: un borsalino, una gabardina y un cigarrillo perenne en los labios, además, una actitud individualista que ha generado mucha literatura. Más una presencia que un gran actor, Bogart creó una imagen ligada al arquetipo de duro que lo podía ser sin contemplaciones, pero que también podía mostrarse como un sentimental vulnerable o un hombre con sentido moral. Aunque Bogart no fuera lo que se dice un hombre guapo, durante años se ha mantenido en el imaginario colectivo como un seductor.
Su fantasma aún nos acompaña, Woody Allen le consultaba en Sueños de seductor y Albert Camus, que vestía una gabardina vieja, estaba convencido de que seducía a las mujeres por su parecido con Bogart más que por los libros que había escrito. ¿Quién no recuerda el gesto bogartiano del chico Martini de hace unos años pasándose el pulgar por los labios? Su viuda ha dicho que "nunca nos desharemos de él" y es cierto. Cincuenta años después de su muerte, aún le recordamos.
Humphrey Bogart (inglés)
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paula -