Chuches, dulces con personalidad
Figuras de goma de todas las formas y colores, con sabor ácido o dulce, las chucherías se consumen a toneladas. La empresa Haribo produce este tipo de golosinas que encantan a los niños, y a los no tan niños, y exporta sus productos a medio mundo, adaptándose a los peculiares gustos de cada país.
En Estados Unidos agradan los sabores extremos, las cosas muy ácidas, muy picantes o tan dulces que nosotros no podríamos tomarlas. También allí los colores de las figuritas de goma son más chillones. Los ositos son de rojo vivo, verde venenoso o amarillo limón. Sin embargo, en Alemania los colorantes empleados han de ser naturales y, por tanto, el color es más pálido.
A los alemanes les gustan las gomas de sabor áspero, con aroma a vino. En el sur de Francia, en cambio, las chucherías multicolores no sólo tienen que ser dulces, sino que han de tener aroma a naranja.
Por Alemania y Francia pasa un ecuador del regaliz. En el sur de Europa, incluidas Baviera y Austria, casi no se consume regaliz. Cuanto más cerca se está del mar del Norte, más fuerte sabe el paloduz negro. En el norte no sólo cambia el sabor, también las formas son diferentes. Los daneses consumen gominolas con las figuras de sagas nórdicas como los troll.
En Reino Unido, las chucherías no pueden tener nunca un aspecto tierno, deben ser raras y feas. Entre las preferidas se encuentran los ojos de diablo de color fosforescente, los pies o las orejas de goma de tamaño natural y con sabor a fruta y los vampiros de regaliz.
La fábrica Haribo produce cada día 70 millones de ositos de goma. Sólo en Alemania se consumen tantos ositos anualmente que si se colocaran en fila uno tras otro darían tres veces la vuelta a la Tierra. Pero no en todo el mundo se aprecian estos dulces animalitos. En Corea no se venden porque allí el oso es un animal sagrado. En otros países el problema no es el oso, sino el cerdo que contiene. Y es que los ositos se fabrican con gelatina de cerdo, por eso en la producción que se destina a los países árabes se emplea gelatina bovina.
En Alemania, las golosinas son también una cuestión religiosa. Cuando una Navidad se comercializó una cuna con Niño Jesús comestible, la Iglesia católica protestó, y Haribo tuvo que retirarla del mercado. En cambio, a nadie le ofenden los diablillos.
En Dinamarca, Reino Unido y Austria tienen mucho éxito los productos especialmente repugnantes: erizos atropellados, pañales sucios, pedos de perro o mocos de colores gozan de una enorme aceptación. Y es que no hay nada que no se pueda moldear con goma de sabor a fruta o con regaliz.
En Estados Unidos agradan los sabores extremos, las cosas muy ácidas, muy picantes o tan dulces que nosotros no podríamos tomarlas. También allí los colores de las figuritas de goma son más chillones. Los ositos son de rojo vivo, verde venenoso o amarillo limón. Sin embargo, en Alemania los colorantes empleados han de ser naturales y, por tanto, el color es más pálido.
A los alemanes les gustan las gomas de sabor áspero, con aroma a vino. En el sur de Francia, en cambio, las chucherías multicolores no sólo tienen que ser dulces, sino que han de tener aroma a naranja.
Por Alemania y Francia pasa un ecuador del regaliz. En el sur de Europa, incluidas Baviera y Austria, casi no se consume regaliz. Cuanto más cerca se está del mar del Norte, más fuerte sabe el paloduz negro. En el norte no sólo cambia el sabor, también las formas son diferentes. Los daneses consumen gominolas con las figuras de sagas nórdicas como los troll.
En Reino Unido, las chucherías no pueden tener nunca un aspecto tierno, deben ser raras y feas. Entre las preferidas se encuentran los ojos de diablo de color fosforescente, los pies o las orejas de goma de tamaño natural y con sabor a fruta y los vampiros de regaliz.
La fábrica Haribo produce cada día 70 millones de ositos de goma. Sólo en Alemania se consumen tantos ositos anualmente que si se colocaran en fila uno tras otro darían tres veces la vuelta a la Tierra. Pero no en todo el mundo se aprecian estos dulces animalitos. En Corea no se venden porque allí el oso es un animal sagrado. En otros países el problema no es el oso, sino el cerdo que contiene. Y es que los ositos se fabrican con gelatina de cerdo, por eso en la producción que se destina a los países árabes se emplea gelatina bovina.
En Alemania, las golosinas son también una cuestión religiosa. Cuando una Navidad se comercializó una cuna con Niño Jesús comestible, la Iglesia católica protestó, y Haribo tuvo que retirarla del mercado. En cambio, a nadie le ofenden los diablillos.
En Dinamarca, Reino Unido y Austria tienen mucho éxito los productos especialmente repugnantes: erizos atropellados, pañales sucios, pedos de perro o mocos de colores gozan de una enorme aceptación. Y es que no hay nada que no se pueda moldear con goma de sabor a fruta o con regaliz.
1 comentario
ancizar moreno -
me interesan los productos hechos en goma de diferentes figuras.Escribo desde Cali-colombia