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Cierzo

Por amor al arte

Los escritores viven del aire y trabajan por amor al arte. Los escritores no son de carne y hueso. Son los mensajeros de las musas, ángeles portadores de placer intelectual, y por su naturaleza seráfica no precisan comer. Dan a la humanidad el sustento cultural que necesita para su progreso, pero su misión no tiene cabida en el sistema productivo de la sociedad moderna. De acuerdo con estas premisas, la producción de libros sólo merece una ofrenda caritativa.

Los libros, fruto del trabajo, la fantasía y el estudio del escritor, son aceptados como vehículos fundamentales del conocimiento. Aunque esos libros constituyen la base de una poderosa y rentable industria, el escritor, salvo contadas excepciones, queda excluido en el reparto de los beneficios, a merced de prácticas de discutible legalidad.

Los gobiernos, la industria editorial, las instituciones y gran número de lectores piensan absurdamente que el escritor vive del aire y trabaja por amor al arte. Mi pregunta es: ¿Cuántos políticos, funcionarios, editores y lectores estarían dispuestos a trabajar, no ya gratuitamente, sino por la mitad de sus salarios y renunciando a la totalidad de sus derechos sociales?

El escritor vive, como cualquiera, gracias a sus ingresos; ha de alimentar a su familia, pagar facturas, hipoteca... y, porque es de justicia, debe gozar de los beneficios sociales de que disfruta cualquier ciudadano, como percepción de pensiones o jubilaciones.

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