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Cierzo

Insatisfacción

Insatisfacción "Yo no busco, yo encuentro", decía Picasso, adoleciendo de esa falta de humildad que caracteriza a los genios.

Ahí le duele al hombre. Eternamente insatisfecho. Buscador impenitente. Burro tras la zanahoria apetecible del amor, la felicidad, la riqueza, la gloria, el poder y tantas otras ridículas como inaccesibles metas. ¿Qué busca cuando nada de lo que halla le complace?

Todos hemos visto más de una vez a alguien que andaba buscando sus gafas y las tenía puestas. Es un chiste viejísimo, tal vez anterior a la invención de las gafas. Hasta el mismo Dios conoce este chiste, a juzgar por aquella memorable sentencia suya que nos transmitió Pascal: "No me buscarías si no me hubieras encontrado ya". ¿Qué diferencia hay entre buscar algo y encontrar algo? Lo mejor que pueden encontrar los que buscan es un aumento de la ilusión para seguir buscando más y más.

¿Pecamos de obstinados o de distraídos al buscar sin tregua? Como aquél que busca ansioso sus gafas. "Pero si las tienes en la nariz". Y contesta irritado, sin dejar de buscar: "Sí, pero ¿dónde he dejado la nariz?"

La ambición nos impide disfrutar de nuestros irrisorios logros y nos obliga a seguir buscando. ¿De qué sirve escalar un monte cuando se puede alcanzar la Luna?

Una de mis hipótesis es que el hombre no está satisfecho con nada porque está insatisfecho de él. Intenta escapar de sí mismo, lograr la libertad, zafarse de sus miserias, sinrazones, contradicciones, debilidades, miedos, dudas, limitaciones... Pero la conquista de la libertad se asemeja mucho al ejercicio de trepar por una cucaña. Todas las noches hay alguna mano alevosa que vuelve a dar jabón al poste. En el mejor de los casos, la libertad se reducirá a un proceso infinito de liberación. Es un verbo, no un sustantivo. A veces hay alguien, más obstinado que hábil, que llega por fin al extremo del palo. ¿Y qué encuentra allí, en la misteriosa bolsa del premio? No hay tal premio; dentro de la bolsa hay solamente un papel diciendo que el premio se halla en la cucaña de al lado, o cualquier otra frase igualmente humorística que nos devuelve a la casilla de salida.

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