Aprender
La educación formal es aquella reglada, secuenciada, sistemática, evaluada y localizada. Es la que se imparte en escuelas, institutos y universidades
La educación no formal presenta formatos flexibles y poco reglados. Son los cursos a distancia, los tutoriales que ofrece Youtube, las propuestas de asociaciones, museos, centros culturales…
Sin embargo, la mayor parte de nuestro aprendizaje está basado en nuestras experiencias. Es una educación informal y espontánea. Es todo lo que hemos aprendido antes de ingresar en el sistema escolar y todo lo que seguimos aprendiendo cuando lo abandonamos.
En Estados Unidos, país pionero en casi todo tipo de estudios, se ha realizado un muestreo que revela que entre los tres y los cuatro años de edad, un niño participa en unas 300 actividades de aprendizaje informal solo en el ámbito de la educación científica. Es lo que aprende en los cuentos y películas, en el parque, en la visita al zoo o a un museo… En estas actividades adquirimos evidencias sobre el funcionamiento del mundo físico y la naturaleza y desarrollamos herramientas intelectuales que nos permiten medir, estimar, hacer hipótesis, experimentar… Pero, sobre todo, cultivamos valores como la curiosidad, la racionalidad o el sentido crítico.
Por eso, más que invertir en sofisticados métodos y programas de educación formal, cuyo impacto será mínimo, en el mejor de los casos, sería más positivo ampliar la oferta de lugares donde pueda florecer el aprendizaje informal: una granja, una fábrica, un taller mecánico, la ribera de un río… Sería un aprendizaje divertido que se integraría inmediatamente en nuestro acervo cultural. Nada que ver con memorizar tediosas lista de nombres, fechas, símbolos…
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