El arte de la Literatura
Por Literatura se entiende toda actividad estética escrita. La Literatura es arte, pero ¿qué es el arte?
Millones de personas leen libros, escuchan música, visitan museos, van al teatro. ¿Por qué? Si respondemos que van en busca de distracción o entretenimiento, la respuesta no basta. ¿Por qué entretiene o distrae penetrar en la vida y en los problemas de otro? ¿Por qué nos identificamos con un fragmento musical, con una pintura, con los personajes de una novela? ¿Por qué esa realidad intensifica nuestra realidad? Podemos contestar que queremos huir de nuestra existencia insatisfactoria para conocer otra más rica. Sin embargo, surge una nueva pregunta, ¿por qué no tenemos bastante con nuestra propia vida? ¿por qué nos incentiva algo que no es más que ilusión, juego, representación? Es evidente que el hombre aspira a ser algo más que él mismo, se rebela contra los límites de su propio yo. Sabe que sólo alcanzará la plenitud si toma posesión de las experiencias de los demás que pueden ser potencialmente suyas.
La Literatura tiene como misión modificar, transformar la realidad y proporcionarnos una emoción estética y placentera, lo mismo ocurre con cualquier otro tipo de arte. Por la vía de la racionalidad llega hacia la inteligencia reflexiva, y por el camino de la sensibilidad nos lleva hasta la experiencia sentimental.
El arte no puede ser físico, no puede construirse físicamente. Si tomamos como ejemplo la poesía, y renunciando a su deleite, nos ponemos a contar las palabras que la componen y a dividirlas en números y letras, al analizarla nos damos cuenta de que la rima, la métrica, el ritmo... no son factores determinantes del encanto o del deleite estético que nos puede producir. Por eso el arte no es físico, ni científico, ya que, si fuera así, podría producirse arte cuando se quisiera. Si hacemos un cuadro estudiado física y matemáticamente, buscando el cálculo científico de la armonía de colores y líneas, nunca será artístico, ya que la belleza pura no resulta aceptable para nuestra psique, como el agua pura no lo es para nuestra fise. Para que una obra sea artística no puede ser completamente perfecta o pura, ha de ser algo impura, al igual que para que el agua sea apreciada por nuestro cuerpo ha de contener alguna impureza.
El arte no es utilitario. Otra negación va implícita en la definición de arte como intuición, porque si el arte es intuición y la intuición vale como teoría en el sentido originario de contemplación, el arte no puede ser un acto utilitario. Un acto utilitario trata siempre de producir un placer y alejar un dolor; el arte, considerado en su naturaleza propia, no tiene nada que ver con la utilidad, o con el placer y el dolor como tales. Concederemos sin demasiada resistencia que un placer como placer, que un placer cualquiera, no es por sí mismo artístico. No es artístico el placer de beber un vaso de agua que nos clama la sed, pongamos por ejemplo. Hasta en las relaciones entre nosotros y las obras de arte, salta a los ojos la diferencia entre placer y arte, una obra puede ser muy querida para nosotros y ser horrible, o viceversa, una obra puede ser bella y resultar odiosa para nuestro corazón. Pero ¡ojo! no hay que olvidar que una cosa es que el arte, para serlo, no sea utilitario, y otra muy diferente es que lo utilitario no pueda ser artístico, al margen de su utilidad. Por ejemplo: un aguamanil árabe es utilitario y puede ser, y suele ser, una auténtica obra de arte.
Otra de las negaciones que hacemos al definir el arte como intuición es que sea un hecho moral. Y en verdad, el arte no nace por obra de la voluntad; la buena voluntad que caracteriza al hombre honrado nada tiene que ver con el artista. Una imagen artística podrá ser un acto moralmente laudeable o censurable; pero la imagen artística, como tal imagen, no es ni laudeable ni censurable moralmente. No existe código penal que pueda imponer una pena o una sanción a ninguna imagen: juzgar inmoral a la Francesca de Dante o moral a la Cordelia de Shakespeare, que tienen una mera finalidad artística, es como juzgar moral un cuadro o inmoral una escultura. Lo artístico siempre está al margen de lo moral, es otra cosa.
La mayoría de nuestros conceptos equivocados sobre arte surgen de la falta de rigor en los términos arte y belleza. Siempre sacamos la conclusión de que todo lo hermoso es artístico, o que todo arte es hermoso, y como contrapartida, todo lo que no es hermoso no es arte, para llegar a establecer, por último, que la fealdad es la negación del arte. Enseguida llegaremos a la demostración del absurdo, pues un cuadro que representa una mujer hermosa o bella puede ser horrible y, por el contrario, un cuadro que representa una mujer fea puede ser una obra de arte. Esta identificación entre arte y belleza aparece como fondo en todas las dificultades que experimentamos para apreciar el arte, incluso entre personas de aguda sensibilidad para valorar las impresiones estéticas en general. En consecuencia, esta conclusión actúa como un censor inconsciente en aquellos casos en que el arte no es obligatoriamente belleza. No siempre puede hacerse corresponder arte y belleza, sin embargo, nosotros pensamos que para que una obra pueda ser calificada de arte, tiene que reunir un mínimo, un límite de belleza.
Llega el momento de la verdad, el de las conclusiones, y definir un concepto abstracto como la verdad, el amor, la belleza o la inmortalidad es un problema peliagudo, de manera que la definición más ajustada de lo que es Literatura sería: Literatura es aquello que todo el mundo sabe lo que es, y que nadie sabe lo que es.
Millones de personas leen libros, escuchan música, visitan museos, van al teatro. ¿Por qué? Si respondemos que van en busca de distracción o entretenimiento, la respuesta no basta. ¿Por qué entretiene o distrae penetrar en la vida y en los problemas de otro? ¿Por qué nos identificamos con un fragmento musical, con una pintura, con los personajes de una novela? ¿Por qué esa realidad intensifica nuestra realidad? Podemos contestar que queremos huir de nuestra existencia insatisfactoria para conocer otra más rica. Sin embargo, surge una nueva pregunta, ¿por qué no tenemos bastante con nuestra propia vida? ¿por qué nos incentiva algo que no es más que ilusión, juego, representación? Es evidente que el hombre aspira a ser algo más que él mismo, se rebela contra los límites de su propio yo. Sabe que sólo alcanzará la plenitud si toma posesión de las experiencias de los demás que pueden ser potencialmente suyas.
La Literatura tiene como misión modificar, transformar la realidad y proporcionarnos una emoción estética y placentera, lo mismo ocurre con cualquier otro tipo de arte. Por la vía de la racionalidad llega hacia la inteligencia reflexiva, y por el camino de la sensibilidad nos lleva hasta la experiencia sentimental.
El arte no puede ser físico, no puede construirse físicamente. Si tomamos como ejemplo la poesía, y renunciando a su deleite, nos ponemos a contar las palabras que la componen y a dividirlas en números y letras, al analizarla nos damos cuenta de que la rima, la métrica, el ritmo... no son factores determinantes del encanto o del deleite estético que nos puede producir. Por eso el arte no es físico, ni científico, ya que, si fuera así, podría producirse arte cuando se quisiera. Si hacemos un cuadro estudiado física y matemáticamente, buscando el cálculo científico de la armonía de colores y líneas, nunca será artístico, ya que la belleza pura no resulta aceptable para nuestra psique, como el agua pura no lo es para nuestra fise. Para que una obra sea artística no puede ser completamente perfecta o pura, ha de ser algo impura, al igual que para que el agua sea apreciada por nuestro cuerpo ha de contener alguna impureza.
El arte no es utilitario. Otra negación va implícita en la definición de arte como intuición, porque si el arte es intuición y la intuición vale como teoría en el sentido originario de contemplación, el arte no puede ser un acto utilitario. Un acto utilitario trata siempre de producir un placer y alejar un dolor; el arte, considerado en su naturaleza propia, no tiene nada que ver con la utilidad, o con el placer y el dolor como tales. Concederemos sin demasiada resistencia que un placer como placer, que un placer cualquiera, no es por sí mismo artístico. No es artístico el placer de beber un vaso de agua que nos clama la sed, pongamos por ejemplo. Hasta en las relaciones entre nosotros y las obras de arte, salta a los ojos la diferencia entre placer y arte, una obra puede ser muy querida para nosotros y ser horrible, o viceversa, una obra puede ser bella y resultar odiosa para nuestro corazón. Pero ¡ojo! no hay que olvidar que una cosa es que el arte, para serlo, no sea utilitario, y otra muy diferente es que lo utilitario no pueda ser artístico, al margen de su utilidad. Por ejemplo: un aguamanil árabe es utilitario y puede ser, y suele ser, una auténtica obra de arte.
Otra de las negaciones que hacemos al definir el arte como intuición es que sea un hecho moral. Y en verdad, el arte no nace por obra de la voluntad; la buena voluntad que caracteriza al hombre honrado nada tiene que ver con el artista. Una imagen artística podrá ser un acto moralmente laudeable o censurable; pero la imagen artística, como tal imagen, no es ni laudeable ni censurable moralmente. No existe código penal que pueda imponer una pena o una sanción a ninguna imagen: juzgar inmoral a la Francesca de Dante o moral a la Cordelia de Shakespeare, que tienen una mera finalidad artística, es como juzgar moral un cuadro o inmoral una escultura. Lo artístico siempre está al margen de lo moral, es otra cosa.
La mayoría de nuestros conceptos equivocados sobre arte surgen de la falta de rigor en los términos arte y belleza. Siempre sacamos la conclusión de que todo lo hermoso es artístico, o que todo arte es hermoso, y como contrapartida, todo lo que no es hermoso no es arte, para llegar a establecer, por último, que la fealdad es la negación del arte. Enseguida llegaremos a la demostración del absurdo, pues un cuadro que representa una mujer hermosa o bella puede ser horrible y, por el contrario, un cuadro que representa una mujer fea puede ser una obra de arte. Esta identificación entre arte y belleza aparece como fondo en todas las dificultades que experimentamos para apreciar el arte, incluso entre personas de aguda sensibilidad para valorar las impresiones estéticas en general. En consecuencia, esta conclusión actúa como un censor inconsciente en aquellos casos en que el arte no es obligatoriamente belleza. No siempre puede hacerse corresponder arte y belleza, sin embargo, nosotros pensamos que para que una obra pueda ser calificada de arte, tiene que reunir un mínimo, un límite de belleza.
Llega el momento de la verdad, el de las conclusiones, y definir un concepto abstracto como la verdad, el amor, la belleza o la inmortalidad es un problema peliagudo, de manera que la definición más ajustada de lo que es Literatura sería: Literatura es aquello que todo el mundo sabe lo que es, y que nadie sabe lo que es.
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