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Cierzo

Babel

Babel

En vez de considerar que la humanidad está llamada a formar un cuerpo místico que la esperanza kantiana buscaba a través de la razón, la conciencia moderna acepta sólo una especie de Babel donde todos hablan y nadie escucha. Casi todo es común (exteriormente, técnicamente) sin que nadie tenga, de hecho, nada en común (interiormente, humanamente). Unos admiran hasta el éxtasis aquello que otros consideran la peor barbaridad. Se ha constituido un tribalismo cultural donde coexisten diferentes cabilas, como las diferentes especies de un zoo.

Pero este relativismo generalizado tiene una consecuencia inmediata. Porque, si bien nada nos parece más acogedor que esta diversidad, nada produce una segregación más implacable. Aunque no sea una auténtica comunidad, esta Babel es la que nos hace de sociedad. Es preciso, pues, distribuir los papeles, los cargos, las dignidades, los privilegios. Cada uno en su papel, el nuevo tribalismo se lanza con una inflexible lógica de pertenencia o de exclusión. Y la famosa tolerancia, tan proclamada y celebrada, se convierte enseguida en la intolerancia más cínica, más tenaz y más fanática. ¿Qué esperábamos? Cuando se ha repudiado toda razón, recusado toda regla, excluido todo criterio, toda norma, todo principio, ¿cómo podría imponerse el valor o el mérito? Ni la justicia ni el derecho pueden ser razones allí donde la razón ha sido anulada. Y como no podemos determinarnos hacia ningún juicio, sólo nos es posible movernos por pulsiones, inclinaciones, presiones o afinidades. De forma natural, el amiguismo sustituye al derecho y la concurrencia de clanes, la concurrencia de méritos.

Podemos comprender entonces que la república no sea más que un nombre. Donde no nos convoca ni la voluntad general, ni las requisiciones universales de la razón, ni la necesidad de verdad que nos impone la evidencia, ni las exigencias de ninguna esperanza común, la sociedad queda reducida a la contigüidad de tribus y sectas. Nadie tiene más poder ni más derechos que los que le proporciona la fuerza de su grupo. Luego es preciso que nos sometamos a él para que nos resulte útil. Cada uno mira sólo por su propio interés, pero como reconocemos que la utilidad y la eficacia son las justificaciones indiscutibles de cualquier acción, se llega a un modus vivendi, a una coexistencia llena de suspicacias, a una solidaridad desconfiada, a una complicidad antagónica, a esta insociable sociabilidad mediante la cual esperamos sacar partido de los demás y no ceder un ápice si no es a cambio de algo.

Imaginar que la vida de cada persona no pueda justificarse más que por su transfusión en la universal, que el servicio del estado ha de ser entendido como un sacerdocio y el sacerdocio como un sacrificio, este sueño de la razón parece hoy tan quimérico y obsoleto como la metafísica que lo inspiró.

1 comentario

39escalones -

Lo cual me hace pensar en que, más allá de la religiosidad de cada cual, o de su ateísmo, como quien escribe, "La Biblia" y análogos son fenomenales obras narrativas, alegóricas y filosóficas. El mito de Babel es toda una lección que el tiempo y la Historia han confirmado.