Domingos laborables
Los domingos laborables nos permiten gastar más y perder más tiempo en las tiendas.
Los dependientes que se ven forzados a trabajar mientras los demás pasean tienen un semblante resignado y triste, sus patronos fuerzan una sonrisa hipócrita. Las riadas de compradores no se ven por ningún sitio. Los damnificados colaterales: hijos, esposos, novios del personal tragan con lo que hay.
La tienda es la tienda, el mágico altar de la religión más profana. Quizás no ganan ni para amortizar los gastos de la calefacción, pero si el comercio de al lado abre, hay que abrir también. Aunque la clientela se reduzca a mirones de escaparates y a paseantes que no tienen mejor lugar al que acudir.
1 comentario
almena -
Aunque me temo que eso no es indicativo de que nos hemos vuelto invulnerables a la influencia de la sociedad de consumo... ¿será que cada vez el bolsillo está más vacío?
:)
Besos