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Cierzo

No me equivocaba

Tengo un amigo que lo está pasando mal, su padre ha muerto a consecuencia de un cáncer. Durante el año largo que ha durado la agonía, he coincidido con Rafa a diario, camino del trabajo. Me he interesado por el estado de su padre hasta que veía en su rostro el sufrimiento que le causaba revivir la noche anterior y explicarme el agujero en la tráquea, los espasmos, la asfixia, el dolor que la morfina ya no mitigaba. Así que un día dejé de preguntar.

A veces coincidíamos con otras amistades y Rafa les relataba cómo se iba agravando la situación, llevándose las esperanzas y la salud de quienes cuidaban al enfermo. En estos casos yo me sentía fatal porque me reconcomía la duda: ¿Pensará que no me importa su padre?

Cuando ocurrió el desenlace y volvimos a encontrarnos pasados seis días, tampoco me atreví a darle el pésame. Me hubiera sentido ridícula al decirle: Te acompaño en el sentimiento, pues mi pena jamás se aproximaría, ni remotamente, a la suya.

Han pasado un par de meses, es el tiempo que he necesitado para ir a buscarle a la puerta de la empresa en la que trabaja e invitarle a tomar una copa. Nos hemos ido a un pub y hemos hablado de mil cosas, incluso he conseguido hacerle reír con mis bromas. Al despedirnos se me ha constreñido el corazón. ¿Cómo le digo que lamento tanto la muerte de su padre que no sé traducir mi dolor en palabras? Entonces Rafa me ha mirado con los ojos brillantes, me ha dado un beso y me ha dicho: "gracias" con una sonrisa que ha borrado mis temores. Ahora sé que conoce mi dilema y lo comprende.

He vuelto a casa extrañamente confusa. Me he martirizado durante semanas llegando a sentirme miserable por permanecer callada para no cercenar en su herida, a la vez que una voz interior me decía que estaba haciendo lo correcto. Y era cierto.

1 comentario

Javier -

Lo correcto, muy cierto.

Entre el año pasado, y el anterior, perdí a mis padres con una diferencia de nueve meses, y puedo saber de qué hablas.

Era tan fácil como saber interpretar las miradas, mucho más fácil que las palabras.

Supe entonces que tenía a mi lado muchos amigos, mucha gente correcta.