La literatura te elige
La literatura te elige.
Las historias te llaman,
te susurran o te gritan que quieren ser contadas,
se cuelan en tu cerebro y se te enganchan al alma.
"Tienes que hablar por mí", te exige el personaje.
Sólo puedes ceder a sus conminaciones,
es la única manera de liberarse de ese secuestro,
y pagas el rescate escribiendo.
Cada historia tiene un latido propio,
requiere un lenguaje distintivo,
un ritmo adecuado.
Lo difícil es sumergirse en esa vida ajena sin que se haga propia,
mirar sin prejuicios y sin dejar de ser uno mismo.
Este equilibro no se llama objetividad, la objetividad es un estupidez, un imposible.
Hay que vivir la otra vida intentando no perder la tuya,
si te conviertes en el personaje, nadie desde fuera logrará comprender,
si no lo haces, será imposible contar su historia.
Sí, es un oficio de locos este de escribir.
Por eso la literatura es un arte, el arte de mantenerse cuerdo, el de sobrevivir a las putadas que conlleva la profesión, el de saber vomitar la tinta que te ha envenenado las entrañas, el de mantener la nariz fuera del miasma para seguir respirando.
Luego toca pedir perdón al lector por los pecados cometidos, por la inexactitud de las palabras, por las limitaciones de nuestra condición humana. Ésta es la prueba de fuego, la que distingue al escritor del que escribe.
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