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Cierzo

Kandinsky

Kandinsky

Después de una prolongada etapa materialista, nuestro espíritu aún está despertando, y, desprovisto de fe, sin horizonte preciso y sin sentido, anida en sí semillas de desesperación. Aún no ha terminado completamente el mal sueño de las tendencias materialistas que convirtieron e un juego doloroso y absurdo la vida en el mundo. El espíritu que está despertando se halla todavía bajo la impresión de esa pesadilla. Una luz tenue surge, como un punto pequeñísimo en una inmensa esfera negra. Es un presentimiento que el espíritu teme mirar, ya que no sabe si esa luz es sólo un sueño y la esfera negra la realidad. De lo espiritual en el arte, Vassily Kandinsky.

Algo tienen los cuadros de Kandinsky que conmueven mi espíritu y me introducen en la composición para descubrir en ella su movimiento, el efecto del color y el lenguaje interno de las formas y los colores. Es más, estoy convencida de que la producción plástica del pintor nace de la necesidad interior ir más allá de la realidad, hasta tocar el alma del espectador.

En su obra Mirada retrospectiva (1913), Kandinsky escribe: "Y de pronto, por primera vez, veía un cuadro. Me enteré de que representaba un almiar por el catálogo. No conseguí de ningún modo reconocerlo. Y no reconocerlo me resultó penoso; pensé que un pintor no tenía derecho a pintar de una manera tan imprecisa. Sentí confusamente que en el cuadro faltaba el objeto. No obstante, advertí con asombro y turbación que el cuadro no sólo se adueñaba de mí, sino que además imprimía en mi conciencia una marca indeleble, flotando inesperadamente ante mis ojos con sus detalles más íntimos. Para mí todo aquello era muy confuso, y no fui capaz de sacar las conclusiones elementales de tal experiencia. Pero lo que percibí con perfecta claridad fue el vigor insospechado de la paleta, vigor que hasta entonces se me había ocultado y que sobrepasaba todos mis sueños. La pintura adquiría aquí una fuerza y un esplendor mágicos, aunque también de manera inconsciente, el objeto quedaba relegado como elemento indispensable del cuadro. Tuve la impresión general de que una pequeña parte de mi Moscú encantado existía ya sobre el lienzo".

"Regresaba a mi casa con el cajón de pintura después de realizar un estudio, y me encontraba abstraído y ensimismado con el trabajo que acababa de terminar, cuando de repente vi un cuadro de una belleza indescriptible, impregnado de un brillo interior. Al principio quedé paralizado, pero enseguida me dirigí hacia aquella misteriosa pintura, en la cual sólo distinguía formas y colores, y cuyo tema era incomprensible. Pronto descubrí la clave del enigma: era una de mis telas, puesta de lado y apoyada en la pared. Al día siguiente traté de revivir a la luz matinal la impresión que experimentaba la víspera frente al cuadro. Pero sólo lo logré a medias; aun estando de costado, reconocía todo el tiempo los objetos, y faltaba el bello fulgor del crepúsculo. Entonces me di cuenta que los objetos perjudicaban mi pintura". Así explica Kandinsky cómo nació la primera acuarela abstracta en 1910 y dejó atrás un pasado de pintor figurativo. Había que eliminar las formas para permitir al espíritu alcanzar la manifestación de la vida en un flujo de libertad que alimentara continuamente a la imaginación con sonido y colores.

Manchas de colores primarios, obras en las que cada color representa una fuerza que se limita o se impulsa interactuando con el resto. Signos lineales filiformes como indicadores que sugieren la dirección y el ritmo de las manchas y ponen en movimiento a todo el cuadro; ellos son los que dan a las manchas de color la cualidad de fuerzas y no de formas, y dan el ritmo al movimiento. Una vez desaparecen los objetos, queda la luz, el pigmento, la combinación de colores, la sugerencia, la libre asociación que provoca en el espectador el conjunto de trazos y que luego interioriza. Porque Kandinsky deja que quien observa uno de sus cuadros establezca un principio de asociación, lo que es coherente con su teoría del arte, y por ello los cuadros no reciben título. El color se vuelve el único protagonista del cuadro y el pintor consigue su propósito de que nos paseemos dentro de sus cuadros. Él quería integrarnos en ellos.

 

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