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Cierzo

Desde Silvaplana

Cuando uno se coloca como Nietzsche en la agreste Silvaplana, a “seis mil pies del hombre y del tiempo”, en la lejanía, casi sideral, los asuntos trascendentales de la vida no son más que el minúsculo e irrisorio ajetreo del hormiguero. Los contornos se  borran, las formas se confunden, todo se anula y pierde sentido. Así, los acontecimientos en apariencia revolucionarios muestran no ser más que una inútil y monótona repetición de la historia. Las apariencias engañan y la vida es, en realidad, una desolada parábola sobre lo absurdo e ilusorio de poderes y ambiciones. El distanciamiento empequeñece los grandes anhelos y nos muestra su radical insignificancia.

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