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Cierzo

Hay que encontrar una salida

El nacionalismo sacude las pasiones más primitivas con la cerrazón y el provincianismo. La visión no puede ser otra, vivimos en un lugar determinado y debemos serle fieles. Frente a este posicionamiento no hay nada que hacer. Es más fácil obedecer y que alguien piense por nosotros. El ser humano tiende a buscar la comodidad y el consuelo que brindan los sistemas autoritarios, esos en los que se promete todo a cambio de lealtad y obediencia. Nos presentan el mejor mundo posible, un mundo con las ventanas atrancadas a las nuevas formas de pensamiento y en el que se cimenta el prejuicio. Tópicos e instintos básicos es cuanto se requiere para hacerse con una parroquia incondicional.

En España, la democracia no ha conseguido eliminar los rencores del pasado y aún hay muertos que viven a hombros de los vivos, que claman venganza e impiden la única reconciliación posible, la que arraiga en el corazón cuando se comprende el sufrimiento ajeno. Euskadi es un ejemplo de la particular idiosincrasia de un pueblo, hecha, como diría Unamuno, con no poca soberbia, ignorancia y culto a la mentira. Es el único lugar de Europa occidental donde la convivencia en paz no está garantizada. Es la única región sin libertad de expresión porque existe una banda armada que asesina a quienes discrepan. El terrorismo ha conseguido que 200.000 vascos se exilen contra su voluntad y que hayan huido de Euskadi periodistas amenazados de muerte y empresarios hartos de chantajes e impuestos revolucionarios. El Estado ha violado más de una vez los derechos humanos con el fin de proteger a la mayoría de la sociedad que sufre los estragos del coche bomba y el tiro en la nuca. ETA secuestra, extorsiona y mata, mientras que el Estado, por su parte, no sólo se defiende con las armas de la justicia sino que ilegaliza partidos y cierra periódicos. La herida social abierta no deja de sangrar.

Para el nacionalismo es más sencillo radicalizar las posturas patrióticas y étnicas que buscar puntos de encuentro, pero la única respuesta lógica a la tiranía de las armas es la razón, el entendimiento, el diálogo, el pragmatismo. La paz es una responsabilidad de todos y no se consigue plegándose a la voluntad del que más chilla o acatando los dictados que imponen las pistolas. Habrá que buscar una salida negociada para crear una sociedad que no se escore hacia los extremos y ofrezca lugares comunes por los que transitar.

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