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Max Ernst, mago de los delirios apenas perceptibles

Max Ernst, mago de los delirios apenas perceptibles “¿Qué es el surrealismo? Quienes esperen una definición que dé respuesta a esta pregunta se verán decepcionados tanto tiempo como dure el movimiento surrealista”.

La obra de Marx Ernst es probablemente la respuesta visual más rica y compleja a la pregunta de si existió una pintura surrealista, o un equivalente en imágenes de la escritura automática; su camino es una continua búsqueda de formas de pintura automática con las que superar la idea tradicional de mimesis, pero también, como dice él mismo, la noción romántica del artista-genio: “Uno de los primeros actos revolucionarios del surrealismo ha sido el de atacar este mito (la leyenda del poder creador del artista) valiéndose de medios objetivos, en la forma más corrosiva y, sin la menor duda, haberlo destruido para siempre”.

El pintor surrealista asume un papel pasivo, en tanto que asiste al nacimiento de su obra a partir de una primera inspiración visual, y no acepta ningún tipo de control activo que provenga de idea preconcebida moral o estética alguna; por eso inventó Ernst diversas técnicas que sirvieran justamente para producir ese primer estímulo. Los collages fueron la primera propuesta y en realidad pueden considerarse la raíz de la que arranca toda su pintura. Ernst también inventó o descubrió técnicas como el frottage y el grattage, consistentes en colocar bajo el papel o la tela objetos (maderas, hojas...) y frotar o rascar con un lápiz, de forma que el elemento quede impreso en la superficie.

El lugar que hoy ocupa Max Ernst en la historia del arte del siglo XX posee un valor inmenso, y la insólita mezcla de juego y visión que en él se da no conoce punto de comparación en esta época. Ernst renuncia de antemano a todo cuanto pudiera conducir a una armonía decorativa, a una actitud de comodidad visual. Su obra, contemplada como un conjunto, antes logra irritar y confundir que atraer. Desde el comienzo, esa obra va más allá de lo que comúnmente se define como trabajo artístico, como pintura u obra gráfica. Ernst fascina al observador, lo capta y, en seguida, crea en él una inquietud. El artista buscaba deliberadamente este efecto, que arraigaba en la propia naturaleza de su ser: “La pintura se desarrolla en dos planos diferentes y, sin embargo, complementarios. Proporciona agresividad y elevación”. En una ocasión dijo: “Un pintor puede saber qué es lo que no quiere, pero ¡ay de él si pretende saber lo que quiere! Un pintor cuando se encuentra está perdido”. El haber conseguido no encontrarse, eso lo consideraba Max Ernst su único “mérito”.

Ya en 1921 dio con su célebre expresión programática “más allá de la pintura”, que tenía resonancias de Nietzsche. Encontraba así la fórmula mágica de lo que, con fuerza cada vez mayor, tira de nosotros hacia esa obra de inagotable riqueza y alejada de toda doctrina. Porque dicha expresión se refiere simultáneamente a dos terrenos distintos: a los contenidos de la representación y a la técnica. Ambos requieren una eliminación de las fronteras y este rechazo de la frontera, de la limitación, es un mentís a todo ejercicio convencional de la pintura y el dibujo.

“Mis reflexiones, mis impaciencias, mis dudas, mis creencias, mis alucinaciones, mis amores, mis iras, mis rebeliones, mis contradicciones, mis negaciones a someterme a disciplina alguna, ni siquiera a la mía, las esporádicas visitas de mi hermana Perturbación, la mujer de las cien cabezas, nada de todo esto ha resultado favorable a una labor tranquila y serena. Al igual que mi comportamiento, mi obra no es armónica en el sentido de los compositores clásicos. Sediciosa, desigual, contradictoria, es inaceptable para los especialistas en arte, cultura, comportamiento, lógica y moral. Tiene, sin embargo, el don de fascinar a mis cómplices, los poetas, los patafísicos y algunos analfabetos”. Así describía Ernst su obra.

Los aguafuertes de Maximiliana o El ejercicio ilegal de la Astronomía son uno de los grandes trabajos de Ersnt en homenaje al astrónomo alemán E.W. Temel, que puso nombre a un pequeño planeta que descubrió, el más alejado del grupo situado entre Marte y Júpiter. A través de una escritura ilegible, Ernst experimenta con la que puede considerarse una de sus invenciones enigmáticas. Además de su particular uso de las imágenes, incorpora una escritura cifrada para la que no existe código de interpretación. Como si las palabras fueran tan herméticas y con significados tan abiertos como las propias imágenes. En la serie Historia natural, Ernst presenta una de sus innovaciones más revolucionarias: el frotagge, la técnica de transferencia al papel de superficies rugosas mediante la fricción. Con esto, más allá de lo que vemos, Ernst hace visible lo que podría hallarse en el sustrato de la visión, las imágenes posibles, pero veladas, de la realidad. En sus esculturas se refleja su preocupación estética. Lector voraz y sensible tuvo intensas relaciones con algunos de los escritores más notables de su tiempo: Paul Éluard, Benjamín Péret, André Bretón, Rene Crevel, Franz Kafka, Tristan Tzara, Antonin Artaud, Jacques Prévert, Lewis Caroll, Samuel Beckett... y colaboró con ellos poniendo imágenes allí donde sólo había palabras. Sin duda, gracias a ello, muchos de sus trabajos en el campo de la edición de libros, que casi configuran un libro dentro de otro libro, se han convertido en referencias absolutas del arte actual.

Max Ernst nació el 2 de abril de 1891 en Brühl, cerca de Colonia. Su padre era profesor en una escuela para sordomudos y le dio sus primeras clases de pintura, que él cultiva de forma autodidacta. Se matriculó en la Universidad de Bonn donde cursó estudios de filología clásica, filosofía, psicología e historia del arte, evitando cuidadosamente "toda clase de estudios que puedan degenerar en un modo de ganarse el pan de cada día". En 1912 acude a la famosa exposición del Sonderbund, que se celebra en Colonia, y donde Ernst tiene la ocasión de conocer directamente obras de Cézane, Van Gohg, Munich y Picasso, esta visita será el catalizador de su decisión de dedicarse a la pintura. Combatió en la Primera Guerra Mundial y la dolorosa experiencia que le produjo "la gran marranada" resultó decisiva para llegar al dadaísmo: el movimiento nacido del trastorno existencial y dedicado a él. Su visión de la sociedad que ha desencadenado la absurda matanza, en la que el pintor participa como soldado de artillería, sintoniza con la de un grupo de intelectuales y artistas que, en 1916, funda en el cabaret Voltaire de Zurich el movimiento Dadá. La obra plástica y literaria de Ernst está íntimamente ligada a este movimiento, del que constituye una de las aportaciones más significativas y fascinantes.

Max Ernst profundizó en las posibilidades del movimiento surrealista. No descartó ninguna forma de manifestar sus fantasmas interiores, su razonamiento consciente, su sensibilidad y su conducta espontánea, dejándose llevar por técnicas artísticas que, en principio, le eran ajenas. En sus cuadros y trabajos gráficos, el artista alemán expresó visualmente mejor que nadie el enigmático mundo que ya habían explorado los surrealistas. Fue un trabajador infatigable, no en vano su obra gráfica suma más de 2.000 creaciones. "Max Ernst es la mente más magníficamente atormentada que pueda existir", resumió André Breton con acierto.

Max Ernst murió en 1976, la víspera de su 85 cumpleaños. El artista cerró sus notas biográficas con estas sugerentes palabras a propósito de su método de trabajo: "Última cuestión: Max Ernst invita a sus críticos lectores y benévolas lectoras a que se planteen si verdaderamente se merece el halagüeño título de 'mago de los delirios apenas perceptibles' que le concedió uno de los poetas más grandes e incomprendidos de nuestro tiempo, René Crevel."

1 comentario

Monica Gonzalez -

Deseo recibir laminas sobre tecnicas de frotagge de Mark Ernst. Gracias