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Cierzo

Caesar imperator

Analizando cualquier dato objetivo, se advierte que los Estados Unidos se han deteriorado bastante en estos últimos cuatro años. La mortalidad infantil se ha disparado (ocupan el lugar 42 en el mundo, después de Cuba), un abismo insalvable separa las rentas entre el primer y el segundo segmento de la población, el analfabetismo crece entre jóvenes y adultos, así como la cifra de parados sin protección social, acaban las ayudas públicas a los ancianos, a los enfermos y a los incapacitados... En cambio, el número de pistolas en circulación es de cuatro por cada cinco habitantes, esto significa, estadísticamente, que es más probable que los civiles norteamericanos vayan armados que vayan armados los soldados. Éstas y otras cifras, igual de deprimentes, demuestran que el tejido social del país se deshace. Para acabarlo de arreglar, en cada esquina hay un visionario agorero o un fanático religioso anunciando los males que están por venir.

En Iraq, las fuerzas armadas continúan luchando. Nadie contesta a las preguntas fundamentales sobre la guerra, incluidas las de definir al enemigo o sus objetivos, ni se avanza la fecha del regreso de las tropas. “El Eje del Bien” se desvanece, incluso Ucrania hace las maletas y se marcha. La dureza de la guerra se cobra un número importante de víctimas y sus consecuencias se extienden como una mancha de aceite entre la clase política.

Hoy comienza la nueva administración Bus, y algunos estadounidenses aún se preguntan cómo es posible de George W. Bush haya sido reelegido. La respuesta es clara, Bush creó una confusión deliberada entre guerra de Iraq y terrorismo y el 51% de los votantes le creyó. Ningún presidente que se ha presentado a la reelección en tiempos de guerra ha perdido los comicios. Adoptando este hecho histórico como rudimentario argumento, Bush y sus compinches decidieron durante el primer mandato que la manera más segura de vencer en las elecciones era mantener la situación de presidente en guerra. Con una guerra en marcha, cualquiera, el resto de problemas del país quedarían en segundo plano y no podrían impedirle que continuara en la Casa Blanca cuatro años más.

La vida se vive mirando al futuro, pero se entiende mirando hacia atrás. Ahora ha quedado claro, más allá de cualquier duda, por qué Bush no hizo caso de los informes secretos que avisaban de un inminente ataque terrorista y no movió un dedo para impedir los atentados del 11 de septiembre, por qué prohibió a la consejera de Seguridad Nacional comparecer ante la comisión que investigaba los hechos y por qué cuando se la obligó ha prestar testimonio tergiversó la realidad tan descaradamente que perdió cualquier credibilidad ante los ciudadanos. La mañana del 11 de septiembre, los cazas que debían interceptar a los cuatro aviones secuestrados partieron de bases militares tan lejanas que ni en vuelo supersónico habrían podido llegar a tiempo a Nueva York o a Washington. Tres mil personas murieron para que Bush tuviera su casus belli.

Pero una causa de guerra no es propiamente una guerra. La guerra tenía que plantearse como el último recurso y debía ser una lucha mezquina para que no terminase antes del día de las elecciones. La orden de desoír a los mandos y crear en Tora Bora un cuadrado de tres esquinas no puede ser explicada por ninguna táctica de guerra conocida. Pero si el objetivo real era permitir que Bin Laden se escapase por la cuarta esquina y se escondiera en un inexpugnable refugio afgano, la orden cobra sentido. Con Bin Laden sin capturar y con las increíbles trolas de Bush asegurando que Iraq había colaborado en los ataques del 11 de septiembre y que poseía armas de destrucción masiva, el escenario estaba preparado para iniciar una invasión y llevar a término unas operaciones de combate que se prolongaran durante toda la campaña electoral.

Los norteamericanos han demostrado ser muy ingenuos. Muchos rechazan la hipótesis de una manipulación de los acontecimientos por parte de Bush para garantizarse la reelección. Aunque cada vez son más los que llegan a una conclusión: Bush hizo la guerra que necesitaba para obtener un segundo mandato. Mandato que empieza hoy celebrado con todo el boato y el despilfarro que no puede permitirse un país en guerra.

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