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Cierzo

La ética de la libertad

De la libertad se ocupa propiamente la Ética. Libertad es decidir y también darse cuenta de que se decide. La libertad es individual, nadie puede ser libre por mí. Como no vivimos solos, como somos animales sociales, muchas cosas se nos imponen, queramos o no, pero entre las órdenes que nos dan, las cosas que se nos imponen, las costumbres que nos rodean y las que nosotros adquirimos, hay que aprender a elegir.

Una persona libre posee pensamiento propio, por eso precisamente ha llegado a la libertad. Una persona libre piensa lo que hace y obra en libertad. La ética del hombre libre no tiene nada que ver con los premios y castigos o con las recompensas. El Derecho Jurídico nos marca pautas de conducta e impone sanciones a quienes las violan. Pero el Derecho no siempre es moral, es decir, no siempre se ajusta a las normas que el individuo acepta como válidas. Aquí entra en juego la Ética, que es la reflexión sobre por qué las consideramos válidas en comparación con otras “morales” que tienen individuos diferentes.

Para un nazi del III Reich era bueno gasear a los judíos, el acto representaba un medio para conseguir un fin: lograr la raza aria. No creo equivocarme si afirmo que los judíos no compartían este criterio.

Puede darse el caso de que una persona que se halla en una situación de necesidad extrema se vea “obligada” a robar en nombre del deber ético de su propia subsistencia o de la de su familia, sin embargo, esta conducta ética del “ladrón” estará en contradicción frontal con las normas morales y jurídicas vigentes.

A fin de hacer posible la convivencia política de los ciudadanos, el derecho asume el “moldeamiento moral” de los mismos y marca límites. Por consiguiente habrá que tener en cuenta que la convivencia que El Bien Común busca hacer posible es siempre una convivencia de individuos y de grupos en conflicto. Es puro idealismo dar por supuesta la posibilidad de una convivencia armoniosa que hubiera de producirse automáticamente tan pronto como todos los ciudadanos se comportasen éticamente. Ni siquiera cabe decir, con sentido, que este ideal de convivencia armónica es la expresión de un deber ser, porque lo que es utópico, lejos de poder presentarse como un deber ser, siempre incumplido, habría que verlo como un simple producto de la falsa conciencia.

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