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El Quijote de Avellaneda, la historia de una venganza

El Quijote de Avellaneda, la historia de una venganza Durante siglos, el empeño por descubrir la verdadera identidad del autor del Quijote apócrifo fue infructuoso; hasta que, en 1988, Martín de Riquer propuso en su libro “Cervantes, Pasamonte y Avellaneda” la hipótesis de que Alonso Fernández de Avellaneda era en realidad un soldado aragonés llamado Jerónimo de Pasamonte, compañero de milicias de Cervantes.

Jerónimo de Pasamonte nace en el seno de una ilustre familia aragonesa, siendo todavía un niño mueren sus padres y queda en una situación precaria, por lo que entra al servicio del obispo de Soria. A los 12 años regresa a Aragón e inicia estudios de gramática y latín en casa del hermano de su madre que es cura, un año más tarde ingresa en la cofradía de la Madre de Dios del Rosario Bendito y durante toda su vida será un gran devoto de la Virgen y del rosario. Permanece estudiando con su tío clérigo hasta los 17 años y después intenta ser fraile bernardo en el monasterio de Veruela, pero su hermano mayor no apoya esta decisión por considerarla una deshonra para su linaje y entonces Jerónimo opta por ir a Barcelona para, desde allí, partir hacia Roma, donde piensa hacerse religioso. Su miopía y la falta de una renta que le permita estudiar se lo impiden y al final elige enrolarse como soldado con las tropas de don Juan de Austria y zarpa rumbo a Italia en 1571.

Jerónimo de Pasamonte coincide en tierras italianas con Miguel de Cervantes Saavedra y comparten juntos más de dos años de vida militar. Durante ocho meses forman parte del tercio de Miguel de Moncada y como miembros del mismo tercio intervienen en la batalla de Lepanto, en octubre de 1571. Más tarde, integrando tercios diferentes, coinciden en la jornada de Ambarino (octubre de 1572) y en la toma de Túnez (octubre de 1573). Tras estas campañas, la compañía de Pasamonte permanece en la Goleta y el tercio en el que participaba Cervantes va a Cerdeña a pasar el invierno, en este momento los dos soldados se distancian. El verano de 1574 se produce la toma de Goleta por los turcos y Pasamonte cae preso sufriendo un prolongado cautiverio que discurre entre Constantinopla, Túnez, Bizerta, Alejandría, Misistro y Rodas. También Cervantes resulta hecho prisionero, de regreso a España, en septiembre de 1575, es apresado por corsarios berberiscos y cumple condena en Argel hasta septiembre de 1580.

Tras veintidós años de cautiverio y sufrimiento, remando como galeote y trabajando en la construcción de fortalezas, Pasamonte reúne dinero suficiente para pagar su rescate, visita en Roma los santos lugares para dar gracias por su liberación y retorna a España en 1593, donde, a los 40 años, escribe su autobiografía con la pretensión de recibir algún tipo de compensación económica de las autoridades por los servicios prestados al rey. La obra se distribuye por Madrid en manuscrito, procedimiento de transmisión literaria habitual en la época, y no se edita hasta 1922, cuando Raymond Foulché-Delbosc se interesa por dicho escrito, conservado en la Biblioteca Nacional de Nápoles, y lo entrega a imprenta con el título de “Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte”. El año en que empieza a circular el manuscrito, Cervantes, que se encuentra en la corte, tiene acceso a la autobiografía de su compañero de armas.

Jerónimo de Pasamonte no logra su objetivos pecuniarios y se ve forzado a regresar a Italia en 1595 para servir como soldado en las guarniciones españolas y de este modo ganarse la vida. Allí continúa escribiendo su biografía y da muestras de sufrir manía persecutoria al creerse constantemente amenazado por seres infernales que tratan de envenenarlo. En sus momentos de crisis, experimenta una serie de visiones delirantes en las que es atacado por criaturas demoníacas con figura de gato o por fantasmas. Debido a su deficiencia visual, Pasamonte obtiene una plaza de residente en Nápoles, lo que le supone una retribución económica y le dispensa de la milicia activa. Disfrutando de los beneficios de una situación más estable, contrae matrimonio con una mujer española que saca de un convento. Pronto surgen las desavenencias con sus suegros y su cuñada, a los que considera endemoniados, y los acusa de querer prostituir a su mujer y de intoxicarlo. Expuesto a estos peligros ficticios, busca en la religión el medio para vencer a las fuerzas malignas que le acosan e incluye en el epílogo de su autobiografía un largo listado de oraciones que acostumbra rezar y una serie de consideraciones teológicas sobre las tentaciones del demonio, definiéndolas y distinguiendo sus clases. Si la versión inicial de su biografía tuvo el propósito de obtener unos ingresos, la versión ampliada de la misma tiene como objetivo advertir de los daños que ocasionan los agentes del diablo, y que él afronta con la oración, la observancia de los sacramentos y la devoción a la Virgen y a los santos.

El 26 de enero de 1605, Pasamonte da por finalizada su biografía y fecha una de las dedicatorias, haciéndola copiar de mejor letra. Es por entonces cuando se publica en España la primera parte del Quijote de Cervantes, en la que aparece el personaje del galeote Ginés de Pasamonte, un delincuente embustero y ladrón. Cervantes incluye esta figura de manera deliberada, es su forma de materializar una venganza.

Ginés de Pasamonte es la figura encubierta bajo la que se oculta Jerónimo de Pasamonte y la ignorancia generalizada de su “Vida” ha impedido hasta ahora reparar en una prueba insólita. Pasamonte describe escuetamente en su obra las batallas en las que participó siendo joven, se refiere de pasada a la de Lepanto, limitándose a narrar que salió ileso de ella, y recrea ampliamente la toma de Túnez, donde no hubo auténtica contienda, ya que los turcos, asustados tras la derrota de Lepanto, huyeron ante la presencia de la armada cristiana. Pues bien, Jerónimo de Pasamonte dice de sí mismo que se hallaba enfermo de calentura y que contraviniendo las órdenes de su capitán, que le pidió que permaneciera bajo cubierta con los enfermos, él quiso pelear, apelando a su honra, en el lugar del esquife, y menciona además a un alférez como testigo de su hazaña. Cabe recordar que Cervantes tuvo un comportamiento heroico en la batalla de Lepanto, según atestigua en un documento de 1578 el alférez Mateo Santisteban, quien da fe de que pese a encontrarse enfermo de calentura durante dicho combate y aunque había recibido la recomendación de su capitán de quedarse bajo cubierta con los enfermos, apeló a su honra y quiso luchar contra los turcos en el lugar del esquife, el cual resultaba especialmente peligroso, donde recibió varias heridas. Al leer el manuscrito de la primera versión de la “Vida” de Pasamonte, Cervantes se siente indignado por la falta de ética de su antiguo compañero y, enfurecido, resuelve escarnecerlo en la primera parte del Quijote. Aquí comienza la feroz disputa literaria entre Pasamonte y Cervantes.

Cervantes lleva a cabo una imitación satírica y enmendadora de la escueta descripción de los acontecimientos militares que había realizado Pasamonte en su “Vida” para demostrarle a éste su superioridad artística. Incluye la novela del “Capitán cautivo” en la primera parte de su Quijote, en la que calca paso a paso los episodios militares narrados en la autobiografía de Pasamonte, amplificándolos para dejar una constancia más rigurosa de los hechos y hacerlos más amenos, y le lanza una indirecta a su enemigo al exponer que su capitán permaneció veintidós años fuera de España a causa de su cautiverio entre los turcos, los mismos años y la misma razón que aduce Jerónimo de Pasamonte en su “Vida”. Miguel de Cervantes convierte al galeote de los turcos en un condenado a las galeras reales en España, le carga con las mismas prisiones con que el aragonés se retrata en el episodio mencionado de su “Vida” y lo presenta como autor de una biografía titulada “Vida de Ginés de Pasamonte”, tildándolo de bellaco, embustero y ladrón. Jerónimo de Pasamonte debió sentirse tremendamente humillado por la imagen que se daba de él en esa obra y que era contraria a la de hombre devoto y recto que ofrecía de sí mismo en su autobiografía. Según Martín de Riquer, el aragonés desistió de publicar la versión ampliada de su “Vida”para que no se le relacionara con el denigrado galeote Ginés de Pasamonte. Por otra parte, Cervantes termina la primera parte de don Quijote en unas justas en Zaragoza, invitando a otros autores a proseguir la historia mediante la cita de un verso de Ariosto: “Forsi altro canterà con miglior plectio”, Quizá otro cantará con mejor plectro. Pasamonte, admirador de Ariosto y aragonés, conoce bien el terreno donde se desarrollará esa nueva salida de don Quijote, por lo que acepta el reto y replica a Cervantes ocultándose bajo un seudónimo para escribir el Quijote apócrifo. Siempre se ha creído que Avellaneda (Jerónimo de Pasamonte) fue el primer y único imitador de Cervantes, pero en realidad fue Cervantes quien imitó a Pasamonte.

La hipótesis de que Alonso Fernández de Avellaneda y Jerónimo de Pasamonte son la misma persona no ha sido hasta el momento unánimemente refrendada, sin embargo, la minuciosa comparación de la “Vida” de Jerónimo de Pasamonte, las dos partes del Quijote cervantino y el Quijote apócrifo ofrecen datos suficientes para confirmar la relación de identidad entre el soldado aragonés y Avellaneda. En el Quijote apócrifo aparecen con frecuencia las mismas expresiones y giros lingüísticos usados por Pasamonte en su “Vida” y se incluyen episodios que sin duda constituyen una traslación literaria de algunas experiencias descritas en la autobiografía del aragonés. El autor del Quijote apócrifo conoce Constantinopla, lugar en el que Pasamonte estuvo cautivo. El don Quijote avellanesco es socorrido por un caritativo canónigo aragonés que lo acoge en su casa, igual que el canónigo aragonés Cabañas acogió en su casa de Roma al ex cautivo Pasamonte. En el Quijote apócrifo, la prostituta Bárbara, asidua acompañante de don Quijote, ingresa en un monasterio de Arrepentidas, tal como Pasamonte intentó hacer con su cuñada. Pero es sobre todo en los dos relatos intercalados del Quijote apócrifo, titulados “El rico desesperado” y “Los felices amantes”, donde son más evidentes las similitudes con los sucesos biográficos descritos en la “Vida” de Pasamonte. Éste experimentó una fuerte impresión al escuchar un sermón del dominico padre Javierre durante la cuaresma, también los protagonistas de estos relatos sufren la misma conmoción al escuchar, también en cuaresma, discursos dominicos. Otras de sus experiencias vitales, como sus discusiones familiares a propósito de la conveniencia de hacerse fraile, su matrimonio con una mujer sacada de un convento o sus peregrinajes a Roma, son reflejadas en estos cuentos. Por lo demás, Pasamonte y Avellaneda muestran idéntica devoción por los santos, la Virgen y el rosario, y coinciden absolutamente en sus ideas acerca de los agentes demoníacos y sobre la forma de combatirlos mediante los sacramentos y la oración. Hay que añadir que el autor del Quijote apócrifo deja en su obra indicios de su verdadera identidad y se sirve del juego cervantino de los “sinónimos voluntarios” para incluir en ella a personajes que representan inequívocamente a Jerónimo de Pasamonte, encarnado por el soldado Antonio de Bracamonte, de apellido muy parecido al del aragonés y con unas características que lo identifican fácilmente. La confirmación definitiva nos la brinda el propio Cervantes dejando en la segunda parte de su Quijote, publicado en 1615, pruebas de su convencimiento de que Jerónimo de Pasamonte era el autor del Quijote apócrifo.

Leyendo la primera parte del Quijote, Jerónimo de Pasamonte se ve descrito con crueldad en una obra de gran difusión y, además, comprueba que Cervantes ha repetido los episodios militares de su “Vida”, entonces decide dar réplica a su adversario escribiendo el Quijote apócrifo, que firma con un nombre falso para que no se le relacione con el galeote cervantino. En el prólogo de su obra, Avellaneda-Pasamonte se queja de la ofensa que Cervantes le ha inflingido con el uso de “sinónimos voluntarios”, en clara referencia a Ginés de Pasamonte, y le denuncia públicamente por haber copiado las “fieles relaciones que a su mano llegaron”, es decir, los episodios militares de su “Vida”. Jerónimo de Pasamonte se siente legitimado para continuar la historia de don Quijote plagiando al plagiario y, tal y como había hecho antes con su “Vida”, la hace circular en manuscritos al menos desde marzo de 1613, fecha en que los participantes en un certamen poético que se celebra en Zaragoza admiten conocerla, y se edita en 1614.

El litigio imitativo entre Cervantes y Pasamonte no se zanja aquí, pues Cervantes, contrariamente a lo que se ha creído, lee el manuscrito de Avellaneda antes de iniciar la segunda parte de su Quijote y decide dar una respuesta contundente a su antagonista. Desarrolla la segunda parte de su obra para pagar al impostor con su misma moneda, realizando, igual que hizo en la primera parte del Quijote con los episodios militares de la “Vida” de Jerónimo de Pasamonte, una versión mejorada y correctora del manuscrito del Quijote apócrifo y amenaza al autor con revelar su identidad si llevaba a cabo su intención de proseguir, como había anunciado al final de su Quijote apócrifo, las aventuras de don Quijote en Castilla la Vieja. Para demostrarle a Pasamonte que lo ha identificado, Cervantes recurre de nuevo a su “sinónimo voluntario”: Ginés de Pasamonte, dándole la identidad del titiritero maese Pedro y hace que dicho personaje protagonice un episodio que es un claro trasunto de otro de la obra apócrifa. Asimismo, Cervantes se burla de algunas experiencias narradas en la “Vida” de Pasamonte: el ataque de un gato que recibe el don Quijote cervantino en la casa de los duques y la visita nocturna de la dueña doña Rodríguez ataviada como un fantasma, son una alusión clara a las alucinaciones de su contrincante y una prueba fehaciente de que le consideraba el autor del Quijote apócrifo.

La comparación entre la segunda parte del Quijote cervantino y el Quijote apócrifo revela una vez más que Cervantes reprodujo los episodios de Avellaneda identificándolo siempre con Pasamonte. El Quijote avellanesco se encuentra con una compañía de representantes que escenifica una obra de Lope de Vega, el cervantino se cruza con unos comediantes que representan una obra de Lope de Vega. El Quijote de Avellaneda deja de ser el de la Triste Figura para llamarse el Caballero Desamorado, el don Quijote cervantino cambia su apodo y pasa a ser el Caballero de los Leones. El Quijote apócrifo se refiere en uno de sus discursos a Montesinos, y el cervantino baja a una cueva en la que se encuentra con el mismo personaje. El Quijote de Avellaneda toma a los comediantes de la venta por vestiglos, y el de Cervantes toma por vestiglos a los harineros de la aceña. El Quijote avellanesco es burlado una y otra vez en las casas de los nobles, y el cervantino es sometido a burlas muy similares en casa de los duques. El Sancho de Avellaneda escribe una carta a su mujer y el cervantino le escribe a la suya otra carta casi idéntica. El Sancho de Avellaneda dice entender el lenguaje de su rucio, y el de Cervantes va más lejos, puesto que rebuzna con toda propiedad...

En el verano de 1614, cuando Cervantes llevaba avanzada la redacción de la segunda parte de su Quijote, se entera de que la obra de Avellaneda ha sido publicada y decide cambiar de estrategia para dar contestación explícita a la existencia del falso don Quijote. En el capítulo 59 de la segunda parte de su obra, Cervantes menciona el libro publicado por Avellaneda y hace que un caballero entregue en una venta dicho libro a su don Quijote, abrazándolo y reconociéndole como el verdadero. Pues bien, el personaje en cuestión es otro “sinónimo voluntario” de Jerónimo Pasamonte, formado esta vez con su nombre de pila. El caballero que entrega sumiso el libro apócrifo recién publicado al verdadero don Quijote se llama, es significativo, don Jerónimo, con lo que Cervantes hace en la representación literaria que Jerónimo de Pasamonte reconozca a su don Quijote como el auténtico. De esta forma, mediante los “sinónimos voluntarios” de don Jerónimo y de Ginés de Pasamonte, Cervantes deja indicados el nombre y apellidos de su rival. En el “Prólogo” de la segunda parte del Quijote, escrito tras terminar su obra, Cervantes apunta directamente a Avellaneda y dice saber bien en qué consisten las tentaciones del demonio, dando a entender que es el autor fingido quien ha caído en ellas al pretender ganar fama y dinero con la historia del falso Quijote. No obstante, y aunque Cervantes se dirige ex profeso a Avellaneda, en el Quijote apócrifo no hay ninguna referencia a las tentaciones del demonio, por lo que Cervantes no alude a la obra espuria, sino a las disquisiciones teológicas que realiza Pasamonte sobre las mencionadas tentaciones del demonio al final de su autobiografía, mostrando nuevamente su convencimiento de que el autor del Quijote apócrifo y el de la “Vida” de Pasamonte son la misma persona.

Las evidencias indican que Cervantes tomó como referencia el Quijote de Pasamonte y su “Vida” para narrar la historia de su Quijote, un texto que no puede considerarse original ya que representa, de principio a fin, la respuesta airada a una pugna literaria de la que Cervantes consiguió salir triunfante. Tan bien le salió la jugada que han transcurrido cuatro siglos sin que hayamos reparado en la existencia de Jerónimo de Pasamonte, sin advertir que Cervantes se basó en sus obras para escribir la novela más elogiada y leída de nuestras letras.

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