La Ley y la trampa
España es un país con un peculiar sentido de la ley. Siempre se ha dicho que quien hacía la ley hacía la trampa y nos hemos empleado a fondo en eso de hacer leyes con sus correspondientes trampas.
Estamos sujetos a un número elevado de leyes -Tácito, el siglo primero, decía que un estado muy corrupto tiene muchas leyes-, pero nos consuela saber que existe la posibilidad de recurrir a la trampa. Tal vez por eso, España es el país con más abogados por metro cuadrado, conocidos popularmente como picapleitos, esos personajes que le buscan la vuelta a la ley y siempre le encuentran insuficiencias, matices, agujeros por los que escabullirse y salir indemne. Y es que en España las leyes se escriben basándose en la legalidad y luego se articulan mediante reglamentos y disposiciones contrarios a la ley de la que proceden y con suficientes salidas de emergencia para escaparse de la justicia.
Estamos sujetos a un número elevado de leyes -Tácito, el siglo primero, decía que un estado muy corrupto tiene muchas leyes-, pero nos consuela saber que existe la posibilidad de recurrir a la trampa. Tal vez por eso, España es el país con más abogados por metro cuadrado, conocidos popularmente como picapleitos, esos personajes que le buscan la vuelta a la ley y siempre le encuentran insuficiencias, matices, agujeros por los que escabullirse y salir indemne. Y es que en España las leyes se escriben basándose en la legalidad y luego se articulan mediante reglamentos y disposiciones contrarios a la ley de la que proceden y con suficientes salidas de emergencia para escaparse de la justicia.
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