El primer cadáver

Siento frío, un frío que me deja helada pese a la agradable temperatura de esta mañana de primavera. He visto por primera vez un cadáver, la escena era similar a la que he contemplado cientos de veces en las películas o en las telenoticias, aunque más de verdad por ser un suceso más cercano.
Cruzo el puente abstraída en mis reflexiones sobre la vida y la muerte. Una gaviota ha capturado un alevín de carpa, le abre el vientre a picotazos y se lo come apoyada en un banco de arena, ante la atenta vigilancia de otra gaviota que parece no haber tenido tanta suerte al buscarse el desayuno.
Un grupo de turistas italianos llega por el lado opuesto del puente, uno de ellos, cámara de vídeo en ristre, exclama: ¡Mira, hay peces en el río! Y el grupo se asoma a la barandilla con gesto de incredulidad. Sí, mira esa gaviota... Señala otro.
Sus voces se desvanecen mientras me alejo y entro en una cafetería cercana. Pido un cortado y abro el diario. La página número tres muestra una foto grande en el centro, es el interior de un avión con 20 ataúdes. Dentro van los cadáveres de otros tantos soldados norteamericanos caídos en Iraq.
La muerte. La vida y su fragilidad.
0 comentarios