Pelillos a la mar
Hasta hace cuatro días el líder libio Muaammar Gaddafi era casi casi tan malo como Bin Laden, se le consideraba un terrorista peligroso, tenía armas de destrucción masiva, durante décadas fue una bestia negra, el responsable del atentado de Lockerbie y de facilitar infraestructuras para el entrenamiento de grupos terroristas, desde ETA a las Brigadas Rojas.
Esto ocurría antes de que se descubriera una enorme bolsa de gas natural en el subsuelo de Libia al que todos intentan hincarle el diente. Gaddafi hace un acto de contrición y promete ser un hombre de bien en el futuro, como muestra de buena voluntad, renuncia a las armas de destrucción masiva, se pone a disposición de la comunidad internacional para luchar contra Al Qaeda, da unos cuantos millones para lavar sus culpas y helo aquí, convertido en un dictador amigo hasta de sus enemigos.
Toni Blair, representante de un gobierno británico que no ponía los pies en Libia desde hacía 60 años, ha viajado a Trípoli para palmearle la espalda a Gaddafi y de paso allanarle el terreno a la petrolera Shell, que ha firmado un jugoso contrato para explotar el gas natural libio. La oposición y los familiares de las víctimas del brutal atentado de 1988 no han visto el viaje crematístico con buenos ojos. Toni Blair ha respondido a sus críticas manifestando que comparte el dolor de las familias, pero que el mundo cambia y se ha de dar la mano a los que quieren acabar con el terrorismo, aunque sean terroristas confesos, la apostilla es mía. En aras del poderoso caballero don dinero, pelillos a la mar.
Esto ocurría antes de que se descubriera una enorme bolsa de gas natural en el subsuelo de Libia al que todos intentan hincarle el diente. Gaddafi hace un acto de contrición y promete ser un hombre de bien en el futuro, como muestra de buena voluntad, renuncia a las armas de destrucción masiva, se pone a disposición de la comunidad internacional para luchar contra Al Qaeda, da unos cuantos millones para lavar sus culpas y helo aquí, convertido en un dictador amigo hasta de sus enemigos.
Toni Blair, representante de un gobierno británico que no ponía los pies en Libia desde hacía 60 años, ha viajado a Trípoli para palmearle la espalda a Gaddafi y de paso allanarle el terreno a la petrolera Shell, que ha firmado un jugoso contrato para explotar el gas natural libio. La oposición y los familiares de las víctimas del brutal atentado de 1988 no han visto el viaje crematístico con buenos ojos. Toni Blair ha respondido a sus críticas manifestando que comparte el dolor de las familias, pero que el mundo cambia y se ha de dar la mano a los que quieren acabar con el terrorismo, aunque sean terroristas confesos, la apostilla es mía. En aras del poderoso caballero don dinero, pelillos a la mar.
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