Me imagino
Me imagino la cara de los gendarmes franceses al comprobar que el terrorista Alí Mohamed que viajaba a bordo de uno de los aviones de Air France es un niño chino de cuatro años.
Me imagino al presidente Aznar con el culo prieto durante al apagón que dejó sin luz a 25.000 personas en el Valle de Arán. Lo primero que pensó fue: esto es un atentado, no se le ocurrió que pudiera deberse a la impotencia (falta de potencia) del suministro eléctrico.
Me imagino a Toni Blair convencido de que un avión de la British Airways se iba a estrellar contra Washington.
Me imagino a Berlusconi inquieto por si el Vaticano salta por los aires.
Me imagino al imperator Bush decretando alertas naranja, clausurando el espacio aéreo norteamericano, mirando debajo de las piedras...
Aeropuertos blindados, policías temiendo un secuestro, mansamases asustados metidos en sus búnkers por si acaso.
Me imagino a los ciudadanos del mundo disfrutando de las fiestas como si nada, ignorando las voces asustadas que gritan: ¡Que viene Bin Laden! ¡Que viene Bin Laden!
Me imagino a Bin Laden muerto de risa, satisfecho y orgulloso mientras mira los noticiarios de la tele y ve que medio mundo anda acojonao por la sola sospecha de que se le haya ocurrido aguarnos las Navidades con uno de sus espectaculares atentados. Ya no tiene que hacer nada para sembrar el miedo, su fama de sanguinario basta para alimentar el canguelo globalizado.
El miedo como coartada para justificarlo todo: el recorte en las libertades del individuo tan arduamente logradas, la violación de los derechos humanos, el asesinato impune, la limpieza étnica... El miedo rindiendo la voluntad ciudadana a un iluminado que cumple un mandato divino.
No puedo imaginarme al mundo callado, espantado por si es verdad que viene el lobo.
Me imagino al presidente Aznar con el culo prieto durante al apagón que dejó sin luz a 25.000 personas en el Valle de Arán. Lo primero que pensó fue: esto es un atentado, no se le ocurrió que pudiera deberse a la impotencia (falta de potencia) del suministro eléctrico.
Me imagino a Toni Blair convencido de que un avión de la British Airways se iba a estrellar contra Washington.
Me imagino a Berlusconi inquieto por si el Vaticano salta por los aires.
Me imagino al imperator Bush decretando alertas naranja, clausurando el espacio aéreo norteamericano, mirando debajo de las piedras...
Aeropuertos blindados, policías temiendo un secuestro, mansamases asustados metidos en sus búnkers por si acaso.
Me imagino a los ciudadanos del mundo disfrutando de las fiestas como si nada, ignorando las voces asustadas que gritan: ¡Que viene Bin Laden! ¡Que viene Bin Laden!
Me imagino a Bin Laden muerto de risa, satisfecho y orgulloso mientras mira los noticiarios de la tele y ve que medio mundo anda acojonao por la sola sospecha de que se le haya ocurrido aguarnos las Navidades con uno de sus espectaculares atentados. Ya no tiene que hacer nada para sembrar el miedo, su fama de sanguinario basta para alimentar el canguelo globalizado.
El miedo como coartada para justificarlo todo: el recorte en las libertades del individuo tan arduamente logradas, la violación de los derechos humanos, el asesinato impune, la limpieza étnica... El miedo rindiendo la voluntad ciudadana a un iluminado que cumple un mandato divino.
No puedo imaginarme al mundo callado, espantado por si es verdad que viene el lobo.
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