Hasta que la muerte nos separe o el timo del amor
El amor es eterno mientras dura, parece una incongruencia, pero cualquiera que conviva en pareja habrá constatado que esta aseveración es cierta: la rutina mata el amor. Si no, ¿por qué todos guardamos en la memoria ese idilio frustrado como el paradigma del amor verdadero? Sencillamente, porque no tuvo ocasión de morir, por eso deviene imperecedero.
Hay matrimonios que acaban bien, otros duran toda la vida. Cada vez es más elevado el número de personas que, unilateralmente o de acuerdo con su cónyuge, decide poner fin a la cadena perpetua que es el matrimonio. Cuando la institución matrimonial se concibió por la Iglesia como vínculo indisoluble, la esperanza de vida no superaba la treintena, pero ahora que uno está hecho un chaval con setenta tacos, la cosa cambia, porque no es lo mismo una sentencia de diez o quince años, que otra de cincuenta. Medio siglo junto a la misma persona da de sí para trifulcas domésticas de diversa índole, infidelidades, puñaladas traperas, hartazgo por saturación, aburrimiento, odio soterrado, etc, etc, etc.
Hasta Romeo y Julieta, la pareja de enamorados más enamorada de todos los tiempos, habría acabado como el rosario de la aurora de prolongarse su matrimonio. Ella con catorce añitos, él con dieciséis. ¡Criaturas! ¿Qué sería de ellos ahogados por el peso de una hipoteca, de unos niños con anginas y fracaso escolar, de una familia política boicoteando continuamente su relación...?
¿Atenta contra el orden natural la monogamia? Seguro que sí. No existen datos científicos que avalen esta teoría, pero los varones la vienen suscribiendo desde que la especie es homo, quizás incluso antes. Si la Naturaleza ha creado al hombre para esparcir su semilla por el mundo, ¿quiénes somos nosotros para llevarle la contraria? ¿Por qué limitar, restringir y contravenir el mandato biológico? La Tierra está habitada por más de seis mil millones de seres, la mitad (más o menos) de cada sexo, ¿por qué hemos de conformarnos con una sola pareja para toda la vida?
En la variedad está el gusto, ¿no? Pues, ¡ale!, a variar y a darle gusto al cuerpo. No vamos a pasar los cuatro días que vivimos amargados junto a un cardo borriquero, ése al que no supimos guipar como es debido porque un enamoramiento traicionero nos sumió en la más supina de las imbecilidades y mermó considerablemente nuestro buen juicio. Hagamos caso a la recomendación de Oscar Wilde, tipo listo donde los haya: “Siempre deberíamos estar enamorados y, por consiguiente, no casarnos nunca”. Tú sí que sabes, dear.
Hay matrimonios que acaban bien, otros duran toda la vida. Cada vez es más elevado el número de personas que, unilateralmente o de acuerdo con su cónyuge, decide poner fin a la cadena perpetua que es el matrimonio. Cuando la institución matrimonial se concibió por la Iglesia como vínculo indisoluble, la esperanza de vida no superaba la treintena, pero ahora que uno está hecho un chaval con setenta tacos, la cosa cambia, porque no es lo mismo una sentencia de diez o quince años, que otra de cincuenta. Medio siglo junto a la misma persona da de sí para trifulcas domésticas de diversa índole, infidelidades, puñaladas traperas, hartazgo por saturación, aburrimiento, odio soterrado, etc, etc, etc.
Hasta Romeo y Julieta, la pareja de enamorados más enamorada de todos los tiempos, habría acabado como el rosario de la aurora de prolongarse su matrimonio. Ella con catorce añitos, él con dieciséis. ¡Criaturas! ¿Qué sería de ellos ahogados por el peso de una hipoteca, de unos niños con anginas y fracaso escolar, de una familia política boicoteando continuamente su relación...?
¿Atenta contra el orden natural la monogamia? Seguro que sí. No existen datos científicos que avalen esta teoría, pero los varones la vienen suscribiendo desde que la especie es homo, quizás incluso antes. Si la Naturaleza ha creado al hombre para esparcir su semilla por el mundo, ¿quiénes somos nosotros para llevarle la contraria? ¿Por qué limitar, restringir y contravenir el mandato biológico? La Tierra está habitada por más de seis mil millones de seres, la mitad (más o menos) de cada sexo, ¿por qué hemos de conformarnos con una sola pareja para toda la vida?
En la variedad está el gusto, ¿no? Pues, ¡ale!, a variar y a darle gusto al cuerpo. No vamos a pasar los cuatro días que vivimos amargados junto a un cardo borriquero, ése al que no supimos guipar como es debido porque un enamoramiento traicionero nos sumió en la más supina de las imbecilidades y mermó considerablemente nuestro buen juicio. Hagamos caso a la recomendación de Oscar Wilde, tipo listo donde los haya: “Siempre deberíamos estar enamorados y, por consiguiente, no casarnos nunca”. Tú sí que sabes, dear.
2 comentarios
k-milita -
escribiendo otro verso +
este es dedicado a la misma
persona y dice asi:
un lapiz sin tinata
no puede escribir
y yo sin tus besos
no puedo vivir
___________________________
primero era mi amigo
despues una ilusion
ahora es lo mas bello
q tengo en mi corazon
_____________________________
q lindo es el mar
cuando choca con las rosas
pero es mas lindo
cuando tus besos chocan en mi boca
k-milita -
q es el siguiente:
entre flores naci
y entre flores morire
y a ti amor mio
nunca te olvidare.
bueno ese verso se lo dedico a alguien muy especial para mi
aqunq el no me conosca
es:a_ _ _ _ _ _ _r